Luismi Cámara
Jueves, 28 de agosto 2014, 19:46
En una selección que lo ha ganado todo muchas veces, con una historia por la que han pasado jugadores de la talla de Sergei Belov, Vladimir Tkachenko, Sergejus Jovaisa, Alexander Belostenni, Sarunas Marciulionis, Valeri Tikhonenko, Rimas Kurtinaitis o Arvydas Sabonis, llama poderosamente la atención que ... la referencia, el hombre al que todos citan como el padre del baloncesto ruso sea un técnico. Pero Alexsander Gomelsky no fue sólo un entrenador. El zorro plateado -apodo que se ganó por su astucia e inteligencia en el banquillo y por su pelo totalmente blanco- estuvo ligado a su deporte hasta que falleció el 16 de agosto de 2005 tras una larga enfermedad.
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El venerado técnico ruso dirigió con mano de hierro al gran CSKA que dominó Europa durante años y a la máquina soviética durante 28 años. Tácticamente irreprochable en la ejecución del juego, sus equipos eran una maquinaria perfectamente engranada que se movía al son de su director. Aunque sus rivales caían derrotados por aplastamiento ante un bloque que no dejaba prácticamente nada a la improvisación, Gomelsky contaba siempre en su plantilla con jugadores extremadamente talentosos que le permitían salir de cualquier apuro cuando la máquina se atascaba. Sus 'ochos rusos', muy empleado en sus equipos, aún sigue siendo empleado por muchos entrenadores actualmente como un recurso ofensivo muy fiable.
Con la máquina roja, el zorro plateado se convirtió en el técnico más galardonado de la historia y sumó un currículo inalcanzable que incluye seis Campeonatos de Europa ( 1963 , 1965 , 1967 , 1969 , 1979 y 1981 ), dos Campeonatos Mundiales título ( 1967 y 1982 ) y el oro olímpico en 1988. Su victoria en Seúl ante Estados Unidos, un torneo imprescindible para los norteamericanos, fue uno de los desencadenantes del nacimiento del 'Dream Team' en 1992. Los jugadores NBA pasaron a sustituir en la selección estadounidense a los creativos pero inexpertos universitarios que ya no lograban imponer su juego y su físico sobre los emergentes talentos europeos.
En el mundial de 1967, celebrado de forma compartida en Uruguay y Argentina, Gomelsky logró inscribir el nombre de la URSS por vez primera en el campeonato siguiendo al pie de la letra su modelo de baloncesto -juego mecánico, pero con la aportación de hombres como Belov- sobre el creativo equipo yugoslavo, encabezado por Daneu y Korak, y los siempre competitivos estadounidenses.
A partir de este instante, la URSS extendía su dominio en Europa al resto del mundo, una situación que se mantendría durante las siguientes décadas compartiendo protagonismo con Yugoslavia y Estados Unidos.
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