Southers, en su establecimiento de Vitoria.

Brantley Southers, de Georgia a Vitoria

Vivió la primera experiencia del baloncesto femenino alavés en la máxima categoría y ahora aprecia la oportunidad del Araski

Olga Jiménez

Miércoles, 27 de abril 2016, 23:32

Brantley Southers (1963, Marietta, Georgia) fue la líder del Eroski, equipo que en la temporada 1991-92 jugó en la Primera División femenina. La mejor época para una generación de chicas que vivían este deporte a flor de piel. Afincada en Vitoria desde hace 22 ... años «por amor y negocios», repasa aquellos años y es consciente de la oportunidad que tiene el Araski de devolver la ilusión a «una ciudad que vive con intensidad el deporte».

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A principios de los años 90 del siglo pasado, nacía en Vitoria un gran proyecto bajo el patrocinio de Eroski que permitió, por primera vez, que un club femenino alavés disputara la máxima categoría del baloncesto nacional. Un conjunto con dos americanas de gran nivel como Brantley Southers y Sharon Manning, acompañadas de buenas jugadoras nacionales como Maria José Bengoetxea, Beatriz Fernández, Maite Zuñiga, Silvie Clavier, Izaskun Oteo, Nines González, Elena Carrera y la única vitoriana, Marijo Rubio, entrenadas por Alfredo García Lázaro.

Han pasado 24 años, pero la estrella de aquel equipo, Brantley Shouters, acabó por afincarse en Vitoria. «Llevo trabajando en la empresa que tengo con mi compañera Ana» -Pérez, también exdirectiva en el Eroski- «desde 2002, aunque en la ciudad llevo 22 años. Empezamos con medicina deportiva y para crecer hemos creado otra empresa que se llama Zeebra dedicada a la mejora del entrenamiento de deportistas, donde también impartimos cursos a entrenadores personales», explica la exjugadora.

«Como Michael Jordan»

Nacida en 1963 en Georgia, con siete años se marchó a Carolina del Sur donde se inició en el baloncesto «en edad tardía, con 13 años». A partir de ahí, supo que su vida estaría dedicada a este deporte. Entrenaba con chicos en la calle y eso le sirvió para convertirse en una estrella en su país. «En high school ya empecé a jugar con equipos. El último año ganamos el campeonato. Me invitaron a un campus y, después de ese verano, recibí más de 350 cartas de todas las universidades de Estados Unidos y me decanté por Carolina del Sur. Estudié Educación Física, pero me faltan dos asignaturas. No pude acabar porque me tuve que ir a Europa a jugar de manera profesional. En aquellos años no había WNBA», la liga profesional femenina americana. Sus referentes eran las grandes estrellas de la NBA . «Yo quería ser como Michael Jordan y entrenaba el tiro en suspensión, nada frecuente en un chica».

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Tras jugar en Suecia, Brasil y España, enrolada en el Juven de San Sebastián, llegó la oferta de Vitoria en el año 1991. «Llegué a un proyecto ilusionante. Me contrataron para anotar puntos. Medía 1,85 y podía jugar en tres posiciones, de dos, tres y, a veces, de cuatro. Fue un año increíble y acabamos séptimas. Se notaba que en Vitoria se vivía el baloncesto. Soy una gran embajadora de la ciudad. Siempre digo a mis amigos que vengan a visitar sus zonas verdes y conocer su gastronomía. Soy una enamorada de Vitoria».

Brantley era una jugadora de carácter, «más en la cancha, porque fuera soy otra cosa». Era la líder de un grupo que trabajaba duro en cada sesión. Entraban a las siete de la tarde al pabellón de Mendizorroza, siempre tras el Baskonia, y salían a las once de la noche. Fue la época de la gran Blanca Ares y de una joven Amaya Valdemoro. Aquel Eroski tuvo fecha de caducidad debido a problemas económicos. «Fue un año en la élite. Igual lo valoramos más ahora. Fue una pena que no pudiera seguir ese proyecto». Después de la temporada 1992-93 continuó su carrera profesional para retirarse con 34 años.

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Una oportunidad

Cuando se le pregunta por su año en aquel Eroski, no puede evitar emocionarse. «Ojalá volviera el baloncesto de primer nivel a Vitoria. Se lo merece. Sé que el Araski lo está intentando, y debe aprovechar su momento. He ido alguna vez a verlas y me da pena que haya poco público. Deberían tener más apoyo de la ciudad».

En su época era frecuente que jugadoras del Eroski y del Baskonia coincidieran. «Con Pablo Laso jugaba partidillos en el Estadio. Teníamos buena relación». Ahora, reconoce que el juego del actual Baskonia le atrae. «Me gusta ese derroche físico y el talento. Creo que el equipo está muy equilibrado». Porque ahora vive el baloncesto, como espectadora. «Era mi vida, pero no tengo carácter para ser entrenadora».

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Southers no pasa desapercibida cuando pasea por la ciudad, pero no tanto por ser protagonista del único precedente del baloncesto femenino de primera categoría en Vitoria, sino por un físico propio de actriz de cine. En todo caso, se siente casi como una alavesa más. De Georgia a Vitoria a través del baloncesto.

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