![El soldado que vino de Bosnia y murió apuñalado en Zorroza](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/pre2017/multimedia/noticias/201511/03/media/cortadas/sucesos-aitor--490x578.jpg)
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Ainhoa De las Heras
Lunes, 9 de noviembre 2015, 02:21
Aitor M.M., de 23 años, vecino del barrio baracaldés de Cruces, era soldado de profesión. Estaba destinado en el cuartel de Soietxe, en Mungia, y acababa de regresar de una misión internacional humanitaria en la base Europa de Mostar, en Bosnia, tras pasar la Navidad allí alejado de su familia. El oficial jefe a su mando destacó su «nobleza, valentía y disciplina». Para su primo Sergio, «era un chaval todo corazón, siempre dispuesto a ayudar al más débil, por eso se hizo militar». Se había enfrentado a los mayores peligros a miles de kilómetros de distancia de su casa sin saber que la amenaza estaba cerca. La noche del 4 de marzo de 2007, hace ya ocho años, salió de fiesta con sus amigos al barrio de Zorroza, en Bilbao, pegado al de Cruces. Cuando la cuadrilla se encontraba en las galerías Omega, donde se ubica un mercado de abastos y una zona de bares, el destino le tenía guardada la prueba más dura.
Al entrar en uno de los locales, según explicaron los testigos en el juicio celebrado dos años después de los hechos en la Audiencia vizcaína, el joven tiró sin querer una consumición en la mesa en la que se encontraba el que luego se convertiría en su asesino, José Luis L.G., que entonces tenía 21 años, y celebraba un cumpleaños con su novia y su cuñada. Eran aproximadamente las cinco y media de la madrugada. Una insignificancia magnificada por los efectos de la noche. En ese momento se enzarzaron en una disputa verbal y mientras salían al exterior, en el pasillo del pub, José Luis le asestó una certera puñalada en el corazón. Acabó con su joven vida y dejó rota de dolor a su familia.
De gran corpulencia, Aitor salió a la galería, se levantó la camiseta para enseñarles a algunos de sus amigos la herida y espetó: «Mira lo que me ha hecho». Después, cayó fulminado. Murió poco después a causa de la puñalada recibida en mitad del órgano vital, que el fiscal del caso comparó en el juicio con un disparo.
Encubrimiento
El acusado alegó que actuó en defensa propia. «Saqué la navaja para intimidar, no quería arrebatarle la vida a nadie», declaró. Sin embargo, los testimonios de los amigos de Aitor tumbaron su versión y el jurado le encontró culpable de asesinato. El juez apuntó en la sentencia que «no existió una agresión previa de la que el acusado tuviera que defenderse» y le condenó a 16 años de cárcel. Según el fallo, el joven tuvo una «reacción extraordinariamente violenta e injustificada como modo de solventar un incidente nimio», por lo que apreció en el homicida una «especial peligrosidad criminal».
Tras la agresión, la cuñada de José Luis se encerró con él en el baño. Según se concluyó en la vista oral, limpiaron la sangre del estilete y la mujer la arrojó debajo de una máquina recreativa. Cuando llegó la Ertzaintza y rastreó la escena, localizó el arma homicida, por lo que el intento de ocultamiento duró unos pocos minutos. El sospechoso fue detenido en el mismo lugar de los hechos por agentes de la comisaría de la Ertzaintza de Bilbao y tras ser puesto a disposición judicial, ingresó en prisión. La allegada del asesino también fue condenada a un año de prisión por encubrimiento al intentar esconder un «elemento de indudable relevancia» para resolver el caso. De nada sirvió la defensa que realizó su abogada presentándola como una mediadora. «Si se hubiera inhibido no estaría aquí, la han inculpado por su actitud pacificadora», dijo la letrada.
La familia de Aitor escribió una carta de agradecimiento por las muestras de apoyo tras el crimen: «Ese día que nos notifican la muerte de nuestro hijo y hermano, se nos quedó el corazón frío. O no. Diría 'congelado'. La boca seca y la vista nublada». El paso del tiempo habrá hecho que la herida deje de sangrar, aunque siempre quedará la cicatriz.
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