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Ainhoa De las Heras
Lunes, 26 de octubre 2015, 02:39
Cristina Estébanez, baracaldesa de 25 años, quiso rehacer su vida tras sufrir un infierno de malos tratos, amenazas y acoso por parte de su novio, Seidel M.G., un joven de 21 años de origen cubano. La enfermiza relación terminó con una denuncia por parte ... de la joven y una orden de alejamiento contra el agresor unos meses antes del crimen. Cristina intentó seguir adelante con la ayuda de Aingeru, un chico que regentaba un taller mecánico cerca de su casa, en el barrio La Inmaculada de Cruces, pero los celos obsesivos de Seidel no la dejaban, así que, aconsejada por su padre, terminó por marcharse largas temporadas fuera de Bizkaia. Su ex novio llegó incluso a denunciar su desaparición ante la Ertzaintza, cuando en realidad huía de él.
Pero Seidel seguía acechándola. En uno de sus regresos a casa, el 6 de diciembre de 2010, la estaba esperando dentro de su domicilio. Según quedó demostrado en el juicio, el acusado trepó con la ayuda de unos arneses de escalada que le había prestado un amigo por una estructura de mecanotubo hasta el décimo piso donde vivía Cristina con su padre tras la prematura muerte de su madre. Desde la azotea se descolgó y se coló por el balcón. Cuando la chica entró con su nuevo acompañante en la vivienda en busca de su perrita boxer 'Noa', el condenado por asesinato apareció y atacó a Aingeru con una catana y un cuchillo. Éste intentó zafarse, pero Seidel le cortó literalmente el cuello.
Cien puntos y 36 grapas
Con las manos tapándose la herida, el nuevo compañero de Cristina escapó por el ascensor y buscó refugio en un vídeoclub donde pidió que avisaran a la Policía. Isa, llama a la Ertzaintza que me han jodido el cuello, recordaba la dueña del negocio. En una entrevista posterior, Aingeru confesaba que se sentía culpable por haber dejado sola a Cristina, aunque su instinto de supervivencia le empujó a huir porque creía que seguiría apuñalándole. Mientras me cortaba el cuello sólo decía shhh, shhh. La ayuda de un policía local de Durango fuera de servicio y la proximidad al hospital de Cruces le salvaron la vida. Le aplicaron cien puntos de sutura en el cuello y 36 grapas.
Seidel se quedó en la casa y fue en busca de Cristina, que había intentado refugiarse en su habitación. Según el informe de la autopsia, la agredió por la espalda y le clavó el cuchillo en dos ocasiones en la nuca. La segunda acometida le seccionó la médula espinal y resultó mortal de necesidad. Cristina murió en el acto. Aingeru sufrió graves heridas que le mantuvieron trece días en el hospital, además de un trastorno depresivo como secuela.
Seidel huyó a la casa de su madre, en el barrio de Artagabeitia, y ésta avisó a la Ertzaintza, que acudió a detenerle. Tenía puestas unas zapatillas deportivas de Cristina y manchas de sangre en la ropa. Dos años después de los hechos, un jurado popular le declaró culpable de cuatro delitos: asesinato, intento de asesinato, allanamiento de morada y quebrantamientro de una orden judicial que le impedía acercarse a menos de 300 metros de la víctima. Seidel M.G. fue condenado a 32 años y 10 meses de prisión. La sala le obligaba también a pagar 130.000 euros de indemnización al padre de la joven asesinada, y 90.000 euros a Aingeru.
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