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Ainhoa De las Heras
Lunes, 14 de septiembre 2015, 01:21
La muerte de Laura Orue hace 16 años se ha convertido en una de las espinas por sacar de los investigadores más avezados de distintos cuerpos policiales en Euskadi. La joven estudiante de Magisterio de 21 años, vecina de Zeberio, desapareció el 29 ... de agosto de 1999 cuando acudía a una cita con sus amigas en las fiestas de Llodio. Una semana después, tras una intensa búsqueda, su cuerpo fue encontrado enterrado en una fosa al pie de un pinar, en una zona rastreada en varias ocasiones, cerca de su casa. Un voluntario, al que llamó la atención la tierra removida, se acercó y descubrió los cabellos color caoba de la muchacha. Una vez extraído se comprobó que el cuerpo estaba semidesnudo de cintura para abajo, aunque llevaba ropa interior.
La autopsia descartó que hubiera sufrido una agresión sexual y no se apreciaron signos evidentes de violencia. Finalmente, los forenses concluyeron que la joven había muerto por "sofocación o asfixia" provocada por algún plástico o similar que nunca ha sido localizado. El o los autores de la muerte, trataron de ocultar el cadáver cubriéndolo con tierra y helechos en una fosa de 50 centímetros de profundidad en una zona próxima a su domicilio, un caserío del barrio Zaldarian de Zeberio.
Los primeros encargados de la investigación reconstruyeron las últimas horas de Laura con vida. Trabajaba como extra en un hostal rural cerca de su casa, de la que aquel sábado salió a las 23.30 horas. Después, fue a casa a cambiarse de ropa. Se puso una camiseta, un pantalón de pata acampanada y unas sandalias con plataforma. Había quedado con sus amigas a la 1.30 horas en Llodio, pero nunca llegó. Su coche, un 'Fiat Punto' gris, apareció aparcado en la estación de Miraballes. Su familia cree que lo dejó allí con la intención de coger el tren, pero nadie la vio en la estación o montada en un convoy.
Tres detenciones
En estos 16 años, las diligencias han llevado a los investigadores, primero de la Ertzaintza, y después de la Policía Municipal de Bilbao, a realizar tres detenciones, aunque todos ellos quedaron en libertad sin cargos. También ha habido otros sospechosos, pero no había suficientes indicios contra ellos. El primero en pasar por los calabozos fue el hijo de los dueños del establecimiento en el que trabajaba Laura, cuatro meses después de los hechos, tiempo en el que el caso estaba bajo secreto de sumario. Una testigo, que luego se retractó, llegó a decir que le había visto con la víctima en Llodio la noche de autos, aunque después no le reconoció en una rueda de reconocimiento.
Cuatro años después, la investigación dio un giro. Un juez había comisionado a la prestigiosa Policía Judicial de la Policía Municipal de Bilbao, para que indagara en el caso. Fruto de la revisión de los 7.000 folios del sumario y de nuevas pruebas, los agentes arrestaron a dos individuos, vecinos de las localidades de Miraballes y Arrigorriaga, de 31 y 37 años entonces, que ya habían declarado como testigos en el proceso. Los dos amigos se contradecían en sus versiones y en el coche de uno de ellos se localizó una manta con pelos que, según un análisis preliminar podían pertenecer a Laura, aunque finalmente el ADN descartó que fuera de ella. Uno de ellos llegó a permanecer quince días en prisión provisional. Esta prueba científica e irrefutable y el hecho de que los dos sospechosos acreditaran que aquella noche fueron juntos al cine a ver 'La amenaza fantasma', tercera parte de 'La guerra de las galaxias', tumbó las acusaciones y ambos quedaron exculpados.
La psicosis social por la muerte de Laura se acrecentó con el mazazo que supuso, unos meses después, el asesinato y violación de Virginia Acebes. Se llegó a pensar que detrás de ambos crímenes con víctimas de edad y perfil similar podía haber una misma persona, aunque luego quedó descartado al ser detenido y condenado el autor del salvaje crimen de Virginia.
La muerte de Laura, sin embargo, sigue siendo una gran incógnita. ¿Quién la mató y ocultó su cuerpo y cómo ha logrado mantener el silencio durante tantos años? La madre de la joven, que tenía otros dos hermanos, María Angeles Duoandikoetxea, la recuerda "cada día, cada segundo", confiesa por teléfono, y lamenta que 16 años después no haya "nada" que le permita saber qué le pasó a su adorada hija.
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