¿Y ahora qué? Esa es la pregunta que a menudo se hacen vecinos e instituciones cuando el fuego ha tocado a las puertas de sus casas. Sea cual sea la solución, apuntan los expertos, urgen los proyectos de regeneración y, sobre todo, abordarlos con « ... paciencia» pues para recuperar un bosque «maduro» son necesarios «más de 100 años», calcula Pello Urrutia, botánico del Instituto Alavés de la Naturaleza (IAN). Así lo comparten en municipios como Zambrana y Berantevilla, afectados por el mayor incendio de este verano, que calcinó 190 hectáreas entre los días 7 y 9 de este mes, y que ya fueron pasto de las llamas en otro fuego en 1994. En aquella ocasión, denuncian los alcaldes de ambos pueblos, Aitor Abecia y Mario Perea, respectivamente, se llevó a cabo «un bombardeo aéreo no selectivo de semillas».
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Los regidores criticaron esa actuación en una misiva dirigida ayer al diputado de Agricultura, Eduardo Aguinaco. En ella apuestan por abordar una regeneración del monte Txulato con especies autóctonas y en tres fases: una primera para los próximos tres meses en los que el suelo corre el peligro de quedar desnudo por el efecto erosivo de las tormentas, seguida por otra de rehabilitación para tres años y una última de restauración a partir de entonces. Aguinaco recibió la propuesta con buenos ojos. «Se harán tareas de limpieza y desbroce y luego, en función de la tipología de suelo, se optará por las especies que mejor se adaptan. Una parte será regeneración natural porque el bosque es muy resiliente y otra se hará de la mano de las tres Juntas propietarias», planteó.
Aun así, matiza el experto en botánica del IAN, «no hay que romper la dinámica de la naturaleza», ni ser impacientes. «Un bosque tarda en regenerar entre 40 y 50 años. Aterrazar y plantar árboles sin un fondo de herbáceas y arbustivas es resumir esas etapas naturales», recuerda. Y, en ese sentido, aprueba que se veten especies exógenas –no autóctonas– pero considera que hay un problema en los centros de decisión. «La gestión de montes está atomizada en muchas instituciones», critica, y esta materia exige «políticas unificadas», más si cabe cuando el cambio climático «aventura incendios más devastadores».
Más allá del terreno forestal, también se han visto fincas agrícolas arrasadas en Mendoza, Garaio o Salvatierra. Y, pese a que la quema de rastrojos fue antaño común, el fuego trae efectos positivos a corto plazo, pero negativos a largo. Así lo ve Andrés García, gerente de la cooperativa Garlan: «Si bien las cenizas dan un aporte extra de potasio y el fuego puede mantener a raya algunas enfermedades y malas hierbas, a la larga el terreno queda desnudo frente a la escorrentía y pierde fertilidad». Y, en ese sentido, recomienda «introducir leguminosas, que fijan nitrógeno al suelo».
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