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La protesta se convirtió en un sentimiento unánime de dolor e indignación. Los vecinos de Zabalgana se habían preparado durante toda la semana para concentrarse este viernes por la tarde en el lugar donde Irene, una niña de 14 años, fue atropellada mientras iba ... al instituto la semana pasada. La idea era reclamar medidas para el calmado del tráfico que, cada vez más denso y veloz, perturba hasta causar miedo a muchos de los convecinos. Pero tuvieron que afrontar la peor de las situaciones. La muerte de Irene, tras ocho días de lucha por vivir, convirtió el acto en una enorme despedida. Sincera y cariñosa, pero también llena de rabia por ese fatal momento en el que un conductor -que dio negativo en alcohol pero positivo en cannabis- arrolló a la joven en un paso de cebra de la Avenida de las Naciones Unidas, «punto negro» del barrio donde ahora, tras la tragedia, el Ayuntamiento instalará un semáforo con pulsador y un radar.
«Estamos todos aquí, seamos de Aldaia, Mariturri o Zabalgana, para reclamar más seguridad para el barrio, hacen falta más medidas para que esto no vuelva a ocurrir», decía Gurutze, vecina de la misma calle, resumiendo el sentir general.
La noticia de que la pequeña Irene había fallecido en el hospital una semana después del accidente terminó de indignar a la comunidad. Cientos de personas salieron a la calle para recordar que «la ciudad es para los peatones» y, por mucho que el barrio cuente con carreteras anchas de varios carriles, respetar los límites de velocidad puede salvar vidas. Primero lo hicieron desde el número 27 de Naciones Unidas, pero pronto fueron cientos los vecinos que terminaron tomando la carretera después de que la Policía Local la cerrara al tráfico. «Hemos venido de Lakua-Arriaga en solidaridad con la familia, no podemos imaginar por lo que están pasando», lamentaban Ana y Susana. Y si los niños de los colegios Zabalgana, Mariturri y Aldaialde pedían a los coches que frenaran, los alumnos del instituto de Zabalgana gritaban con rabia por la muerte de la adolescente.
«Institutora oinez, lasaitasunez!», reclamaban. Al instituto, a pie y tranquilos. Los pequeños del barrio prepararon varias pancartas de adiós a Irene, una corona de flores presidía el árbol más cercano al paso de cebra donde sucedió la tragedia y varias flores la recordaban de forma espontánea. «Ese semáforo y ese radar llegan tarde, hace un año hicimos llegar una lista de puntos conflictivos al Ayuntamiento y todavía estamos esperando una respuesta», clamaba Rosa Martínez, miembro del Ampa del colegio de Mariturri.
Desde la plataforma critican que las agrupaciones políticas «no se han interesado en nuestra problemática» hasta el accidente del pasado día 18. «No somos técnicos de tráfico, por eso queremos que vengan a analizar el barrio», insisten estos miembros de asociaciones vecinales y escolares. Hubo otros atropellos antes, pero el arrollamiento que sufrió Irene ha sido «la gota que ha colmado el vaso» y 'Autobiderik ez!', la plataforma que han creado, seguirá concentrándose en distintos puntos de Zabalgana cada viernes para denunciar su peligrosidad.
«La semana que viene nos vemos a las 18.00 en el número 8 de la Avenida Reina Sofía», avanzó ayer Elena Guerrero, otra de las portavoces de esta unión de ampas y colectivos vecinales. Tienen la sensación de que todo en el barrio va «a remolque». «Pasamos años viviendo sin centro cívico, sin escuelas, sin centro de salud, sin instituto… en una continua improvisación», apuntaban ayer algunas voces críticas.
«No sólo es el tráfico, hay que hacer algo contra el alcohol, las drogas y la velocidad», apuntaba Arantza, quien suele acudir a Zabalgana para visitar a un familiar y se declara preocupada con la mala iluminación de los pasos de cebra. Ricardo trabaja en una cafetería cercana al lugar del atropello. «Tengo que andar con mil ojos cuando cruzo la calle, se nota muchísimo cómo crece el tráfico con los cambios de turno en la fábrica y en las entradas y salidas del colegio Zabalgana», valora el camarero.
Este barrio joven tiene cada vez más niños en edad de ir solos al colegio. Eliana Torres, vecina de Ariznabarra, aún se resiste a dejar que su hija de 11 años vaya por su cuenta. «Le acompaña la abuela, ella me reclama que la deje y sé que puede hacerlo, pero me da miedo».
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