Jesús Nicolás
Domingo, 14 de noviembre 2021, 17:16
No pocas personas refugiadas se encuentran con dificultades para adaptarse y sentirse acogidas en su nueva casa. Para ayudarles a hacerles más llevadero ese tránsito a su nueva vida, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) reunió ayer en torno a mesas de todos ... los rincones de Álava a más de 600 personas asiladas y a familias arraigadas en el territorio en una nueva edición de Bizilagunak. El ingeniero Gerardo Catalina y sus amigos fueron anfitriones y aprendieron sobre la vida en Ruanda, Somalia y Albania.
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Así el txoko del Colegio de Ingenieros se convirtió en un crisol de culturas animado por la conversación de una familia albanesa, dos somalíes y un niño ruandés. «Llevamos cuatro años participando. Siempre surgen cosas muy interesantes. Conocemos otros países», indicó Catalina. Una experiencia «muy grata» y de la que, dice, «ellos siempre salen muy agradecidos».
«Nos cuentan sus historias. Los problemas que tuvieron para llegar a Vitoria y los que se encuentran ya aquí». Historias duras como la Jelaini, que tuvo que escapar harto de la guerra en Somalia. Él se encontraba en un pueblo próximo a la capital del país, Mogadiscio, cuando cuatro militantes de Al-Qaeda le dispararon. En el hospital decidió que había llegado el momento de marcharse.
Con un pasaporte que no era el suyo y con el dinero que sacó por vender su casa, se pagó un avión que le llevó de Kenia a Madrid. Intentó viajar a Holanda, donde descubrieron su identidad falsa. De vuelta en España, le dieron asilo como refugiado y a través CEAR encontró casa en Vitoria. Tras cuatro años, «el médico me dice que todavía no puedo trabajar». Aún se recupera de las secuelas de los disparos que dejaron en la cadera, en la que le pusieron recientemente una prótesis.
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Erbin y Mira, en cambio, prefieren ser más cautos. Tan solo llevan dos meses en la capital alavesa con sus hijos Klea, Laura y Klevis. «Problemas políticos» les llevaron a huir de Albania e instalarse aquí. «Teníamos algunos amigos». Reconocen que les ha sido «difícil» encontrar casa, pero agradecen el carácter «abierto» de los vitorianos.
Erbin ya ha empezado junto a su mujer a estudiar castellano y todavía está a la espera de, cuando arregle unos papeles, poder retomar su trabajo como albañil en marzo. Su mujer, educadora infantil, también. Mientras, disfruta viendo a sus hijos jugar al fútbol. «Están muy integrados en el colegio». Y él mismo también. Ya le ha dado tiempo a hacerse de la Real. «A mi hijo le gusta más el PSG. Solo porque está Messi», comenta entre risas.
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Esta iniciativa por la convivencia se repitió en otras ocho localidades alavesas como Amurrio, Llodio, Artziniega, Nanclares o Campezo. La última en sumarse será Arraia-Maeztu el próximo día 21. El año pasado Bizilagunak se suspendió por las restricciones covid y esta vez Salvatierra se tuvo que descolgar del evento de nuevo por su alta incidencia.
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