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Fueron el hogar de los inmigrantes que abandonaron el suyo para venir a Vitoria en busca de un futuro más próspero. Los primeros centros regionales se fundaron en Vitoria hace más de setenta años y la federación que los agrupa celebra el próximo año su cuarenta aniversario. Pero antes, este 4 de agosto, disfrutarán de un regalo único. Las 8 casas regionales de la capital alavesa lanzarán el chupinazo que dará inicio a las fiestas de La Blanca, un «orgullo» y un «honor», coinciden sus portavoces. Es también un reconocimiento a su labor de dinamización y a todas las actividades que organizan a lo largo del año gracias a sus más de 12.000 asociados.
Los asturianos fueron los primeros en abrir un centro en la capital alavesa en el año 1949 que tiene su germen en la Peña Astur, un colectivo que se juntaba para recordar las raíces y degustar productos locales como fabada o queso de cabrales y escanciar sidra. Cinco pesetas fue la cuota para los primeros socios, muchos de ellos funcionarios, para los que reunirse con los compatriotas de la tierrina era algo fundamental. En 1955 surgiría el centro gallego, que a día de hoy es uno de los más multitudinarios gracias a sus 600 familias socias. «Los gallegos emigraban a Vitoria para labrarse un futuro mejor y todos tenían las mismas necesidades: encontrar trabajo y alojamiento, el centro se creó para ayudarse entre todos en este camino», recuerda Mónica Calvo, presidenta de la casa regional y de padres gallegos aunque vitoriana de nacimiento. Tienen grupos de gaitas y de baile, imparten clases de gallego, colaboran con el Bizan y colegios y están totalmente integrados en las actividades del barrio. «Hace años estábamos enfocados en nuestros socios, hoy en día nos centramos más en dar a conocer nuestra cultura en la calle. Yo siempre digo que somos unos privilegiados porque tenemos lo mejor de las dos tierras», confiesa Calvo.
La casa de Palencia fue el tercer centro regional de la capital alavesa, inaugurada en 1964 y ahora también centro castellano-leonés. «En los pueblos de Palencia la gente trabajaba en el campo, controlado por grandes empresarios, una vida muy dura. Vinieron aquí en busca de un futuro mejor y este año celebraremos nuestro sesenta aniversario», sostiene Aurelio Lobos, el actual presidente, que lamenta la falta de relevo generacional. A pesar de esa realidad siguen manteniendo el coro 'Añoranzas' y todos los años celebran San Antolín y el día de Castilla y León.
En 1966 llegaría el hogar navarro, cuyos fundadores hicieron un llamamiento a todos sus compatriotas en Vitoria a través de anuncios en prensa y radio. «Se convirtió en un lugar de cobijo, para compartir tiempo con gente de la tierra, para saciar la morriña... pasaban muchas horas trabajando y no había tantas vías de escape, el hogar navarro era el sitio para tomar los txikitos, hacer sus canturriadas...», explica Icíar Ortiz de Urbina, su actual presidenta y también presidenta de la federación de centros regionales de Álava. «Ahora muchos de nuestros socios ya han nacido aquí y son incluso de tercera generación. Hemos pasado de ser un lugar de acogimiento a convertirnos en un transmisor de la cultura de nuestra comunidad, como si fuésemos una pequeña sucursal del gobierno autonómico. El enfoque ha cambiado completamente». Cuentan además con la única escuela de jotas de Euskadi y todos los años dedican «una semanica» a las puertas abiertas en su sede de la calle Barrancal. También celebran sus dos patrones: San Fermín y San Francisco Javier, «porque sí, somos más chulos que ninguno y tenemos dos patrones», bromea Icíar, de madre navarrica y padre alavés.
El hogar extremeño fue la siguiente inauguración, en 1972, y llegó a tener hasta una cooperativa de viviendas. «Se alcanzaron los 400 socios y hasta tuvieron su propio club de fútbol. Siempre hemos sido una gran familia y estamos muy ligados a Zaramaga. Hace años apareció la oportunidad de trasladar la sede de la calle Vicente Manterola, pero prefirieron quedarse en el barrio», cuenta Julia Hernández, que desde hace poco más de un año ostenta el cargo de presidenta. «Los que estamos ahora trabajamos para reivindicar nuestra cultura y gastronomía, no queremos que se pierdan nuestras raíces. Cuando se acerca la Virgen de Guadalupe, por ejemplo, organizamos un mes completo de actividades. Así somos, echamos la casa por la ventana siempre», ríe Hernández, que lleva dos décadas asentada en Euskadi. El hogar tiene su propia comparsa de carnaval, organiza la multitudinaria comida del buche y promociona el extremeño, un idioma «en peligro de extinción».
En 1977 se fundó el centro catalán, que actualmente tiene su sede en la calle Loreto Arriola, «un espacio pequeñito pero que nos sirve para establecer amistades y mantener un vínculo con nuestra tierra y nuestro idioma», celebra Nacho Borrás. Entre sus fundadores hubo un concejal, un arquitecto, un sastre, un ingeniero... hoy en día son cerca de 40 socios que organizan fiestas como Sant Jordi o la verbena de San Juan en la que se degusta coca con cava. Más tarde, en 1981, llegó el centro andaluz Séneca que hoy acoge a más de 200 familias. Tuvo su origen en las tertulias entre paisanos en los bares Aconcagua y Everest y celebró su primera reunión en el colegio San Viator. «En la actualidad tenemos grupos de sevillanas y rumbas, organizamos la semana cultural de Andalucía, el desayuno molinero, la feria... para mantener vivas nuestras tradiciones y cultura», traslada su presidente, Iñaki Iglesias. La última casa regional que se fundó en Vitoria fue la de Aragón en 1987, impulsada por maños que llegaron a Vitoria muchos de ellos a trabajar en la Azucarera. «Cuando acababan su jornada laboral quedaban para echar el remigio y tomar algo. En la actualidad tenemos un grupo de tango, otro de pescadores, y un grupo de quinielas», detalla Mari Asun Lobera.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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