La vitoriana que le reescribió la vida al mendigo Miguel

A la hora de contar su emocionante historia, a ella le gusta hablar de una cadena de favores, de la que, desde luego, es el eslabón principal. Maite Cabrerizo, vitoriana afincada en Madrid, trabaja en el departamento de prensa de Salvamento Marítimo. Y desde hace casi dos décadas compagina su oficio con la escritura. Ha llegado a publicar varios volúmenes, novelas, ensayos y hasta cuentos infantiles. Pero ha sido su último trabajo, 'Me viene muy mal que te mueras' (Olé libros, 2022) el que, sin duda le ha granjeado más satisfacción, del que más orgullosa se puede sentir. Su éxito, puro y genuino, es ajeno a las listas de 'best sellers'.

En la novela, en la que trata de exorcizar el duelo tras el fallecimiento de una íntima amiga, la escritora vitoriana reflexiona sobre la muerte a través de 14 historias. Una de ellas está protagonizada por Ezequiel, un mendigo. Uno de los muchos ávidos lectores del libro fue Jorge Gallego, un marinero de Almería. Él es otro de los personajes fundamentales de esta epopeya de bajos vuelos en la que el argumento se quiere confabular para que todo acabe bien para el héroe Miguel.

Jorge conoce a Miguel Rosa, un sintecho que vive en Roquetas de Mar al que ayuda en todo lo que puede, al que lleva comida, al que da conversación y al que le presta libros. Uno de ellos, el de Maite. Fue en esas páginas, en esa historia del inventado mendigo Ezequiel, Miguel encontró un espejo, más cóncavo que convexo, en el que él se vio reflejado con una absoluta nitidez. Miguel Rosa vio que, en efecto, compartía muchas, muchísimas cosas con ese vagabundo arquetípico que se había imaginado Maite para su libro. La más obvia, para empezar, es que ambos viven -y esto no es un decir- debajo de un puente.

Miguel Rosa devoró ese libro. Le marcó. Le agito. Le vapuleó. Compartió todo lo que había sentido al leer esas páginas con Jorge, el marinero. Y él, claro, le contó a Maite que contaba con un nuevo fiel lector y ella no dudó en ponerse en contacto con él. Esa conversación fue definitiva.

«Hablé con él y me contó su historia, todo lo que se había emocionado al leerlo, lo identificado que se sintió con el personaje. En un momento dado, me contó que él también escribía y lo tuve claro: llamé a mi editor para ver si le podría interesar publicarle», relata Cabrerizo. Y él, contra todo pronóstico, aceptó.

«Miguel no escribe en absoluto mal», cuenta Maite, que relata cómo más personas, más eslabones, se han ido sumando a esa encomiable cadena de favores para cambiarle la vida a Miguel. «Le están ayudando a pasar el libro a ordenador porque él escribe a mano y, al conocer su historia, hay mucha gente que quiere ayudarle».

Hace solo unos días que se produjo allá, en Almería, uno de esos momentos que Maite, que cualquiera, no podrá olvidar más. Tras varias conversaciones, tras varias videollamadas, la escritora y el protagonista de su mejor historia, la menos ficticia, pudieron charlar por fin frente a frente. «Nos invitó a su hogar, porque él ha conseguido hacer un verdadero hogar del lugar donde vive: lo tiene limpísimo, nos ofreció un par de sillas y estuvimos horas charlando con él», narra la escritora, que todavía está rumiando el encuentro, tratando de canalizar el torrente de emociones de aquella tarde. «Fue algo preciso, un momento muy intenso», reconoce.

Maite ya se imagina el momento de la presentación del libro, que, claro, no podría ser en otro sitio que bajo el puente de Miguel. Y, a partir de ahí. «Me gustaría que contaran con él, que alguien se animara a publicarle su día a día», cuenta, entusiasta, la autora.