Hubo un tiempo en que aquí las calles en el primer lunes tras La Blanca recordaban a aquella escena de 'Abre los ojos' en la que Eduardo Noriega recorría una Gran Vía madrileña completamente desierta. Luego llegó la pandemia y el referente se quedó demodé; ... tan desfasado como la propia idea de que esta ciudad se paraliza por completo en agosto, que aquí no queda ni el apuntador tras las fiestas y que los que se quedan poco menos que tienen que tirar de dotes de supervivencia para encontrar un sitio donde comprar el pan. Vitoria está cada vez más abierta (y menos vacía) por vacaciones.
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Tras un domingo abrasador, en el que solo unos pocos valientes se atrevieron a echarse al asfalto ardiendo a casi 40 grados, la capital alavesa encaraba ayer la que siempre ha sido la semana más aletargada del año. Para sorpresa de propios y también de (cada vez más) extraños, la estampa del corazón de la ciudad no se diferenciaba tanto de cualquier otro lunes del resto del año.
Es cierto que algunos bares y comercios céntricos han arrancado la semana con las persianas bajadas, con cartelones que avisan a su clientela del cierre por vacaciones durante esta primera quincena de agosto. «Pero nada que ver con lo que pasaba hace unos años, cuando te las veías y te las deseabas para encontrar un sitio para echar el café», apuntaba Tomás Delgado, vecino del centro, mientras leía EL CORREO en el So Wood, en la calle Postas. Esa terraza, como la de varios locales referenciales de la hostelería del Ensanche que han optado por seguir abiertos, no dejó de recibir clientes prácticamente durante toda la jornada.
Como cualquier lunes, las pescaderías de Abastos permanecían cerradas. A ellas se le sumaron también un puñado de puestos con la persiana bajada, pero la actividad seguía en la plaza. «Pensaba que no habría nadie y ya llevo un rato haciendo fila», comentaba, algo contrariada, Conchi Martínez de Heredia mientras aguardaba su turno en la charcutería. Con un ojo clínico para captar las últimas tendencias sociológicas, la mujer tiene su propia teoría sobre la cada vez mayor afluencia de gente estos días: «Lo que pasa es que todo está tan caro por ahí que los jóvenes no se van vacaciones y se tienen que quedar, no tienen otra», resolvía la señora.
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Y puede que Conchi no vaya del todo desencaminada, pero lo cierto es que al buen ambiente que se respira en la ciudad, a su pulso, contribuyen también los visitantes que llegan estos días. «Vamos a pasar una semana en el País Vasco y hemos elegido Vitoria como base, nos la han recomendado unos amigos», comentaban Claire Girard y su marido Marc Faure. «Somos de Burdeos y allí es imposible estar estos días: hay demasiados turistas, vivimos en el centro y es imposible caminar», apuntaban mientras esperaban su turno para tomarse una fotografía en el 'seto green' de la Virgen Blanca, con tal 'overbooking' a mediodía que el Ayuntamiento debería ir planteándose instalar una de esas maquinitas de 'su turno'.
Entre los que, ociosos, aprovechaban la agradable mañana de ayer (los termómetros marcaban a mediodía once grados menos que a la misma hora del domingo) para pasear, también se podía ver a más de un trabajador a la carrera. «Se nota y mucho que hay más gente de lo habitual, normalmente dejo el coche en la calle durante el mes de agosto porque no hay problema para aparcar y hoy me ha sido imposible: he acabado dejándolo en el parking de Dendaraba, que tampoco está tan vacío...», admitía Raquel Peralta, que trabaja en una consultoría del Ensanche. Conviene recordar que la OTA está suspendida en toda la ciudad hasta el próximo 2 de septiembre (lunes).
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En contraste, fuera del centro, en los barrios, sí se sigue percibiendo más esa sensación de la vida al ralentí. Se suceden las persianas vacías y hay muchos más sitios para aparcar de lo habitual. «Quedamos cuatro gatos, todos se han ido al pueblo, así que me he quedado solo para echar la partida», se quejaba contrariado a la hora del café Ángel Longares, a la sombra, en el parque de Molinuevo. Tampoco tenía con quién jugar el pequeño Erlaitz, a sus anchas en ese parque infantil que suele estar de bote en bote. «Está encantado», resolvía su aita, Xabier Ruiz de Quincoces. «Siempre digo que quedarse en Vitoria en agosto tiene su punto», añadía. Y todo aunta a que cada vez son más quienes lo comprueban.
Pasar todo el día tras el mostrador para que nadie entre por esa puerta. Tirarte todo el día tras la barra para un par de cafés, unos blancos a mediodía todo lo más. Ese temor es cada vez más infundado entre los comerciantes que deciden mantener el pulso de la ciudad con sus bares y comercios abiertos. Los datos lo confirman. Las últimas encuestas reflejan que a la inmensa mayoría, al 85%, les compensa hacer malabarismos para mantener la persiana subida: y el que opta por abrir un año, suele repetir al siguiente.
La última guía que ha publicado este verano la asociación de comerciantes Gasteiz On recoge 266 establecimientos abiertos durante todo el mes de agosto. Son tres más que el año pasado y la mayoría de estos negocios se dedican a la hostelería.
Pero no solo bares y restaurantes mantienen la actividad estos días, también tiendas de alimentación, de moda y peluquerías y gabinetes de belleza optar por no cerrar. Y eso que, para el pequeño comercio, mantener la persiana subida implica renunciar a unos merecidos días de asueto o hacer encaje de bolillos para cubrir las vacaciones del personal.
Ante esta dificultad y para dar servicio a la clientela, cada vez son más los que deciden reducir el horario. «Este mes abrimos solo por la mañana y nos hemos dado cuenta de que compensa, agosto es un mes que funciona bien», explica Itziar Ramos, propietaria de la frutería La Huerta de José Mari en la calle Fueros.
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