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Se mueve como pez en el agua por Europa y se desenvuelve con maestría en asuntos de comunicación, investigación y relaciones públicas. El periodista e historiador vitoriano Ramón Jiménez Fraile ha descubierto datos inéditos de la estancia en Álava de Henry Morton Stanley, del emperador Carlos V, de su concesión de la isla de Malta a los Caballeros de Jerusalén y de la primera vuelta al Mundo. Por todo ello, recibe el reconocimiento de EL CORREO como Alavés del Mes de abril.
- Enhorabuena por este galardón. ¿No será el primero?
- Gracias. Tampoco es que abunden. Hace unos meses recibí la Medalla de Honor de la Sociedad Geográfica Exploradora y hace años el Premio de Ensayo Becerro de Bengoa de la Diputación Foral de Álava. También contribuí, siendo responsable de campañas de comunicación sobre la Política Europea de Seguridad y Defensa, a que la Unión Europea recibiera el Nobel de la Paz en 2012, aunque eso son ya palabras mayores.
- ¿Cómo acoge el homenaje que le brinda el periódico de la ciudad en la que nació?
- Con indisimulado agrado, máxime teniendo en cuenta que fui corresponsal en Bruselas de este medio en los años 80. Es una satisfacción que se acuerden de uno en la ciudad que dejé hace exactamente 50 años y a la que, desde entonces, solo he vuelto de paso.
- ¿Dónde vive en la actualidad?
- Vivo a caballo de Portugal, país al que admiro; Benelux, donde viven mis hijos medio holandeses; Tierras Altas de Soria, donde llevo las relaciones públicas de una fantástica colección privada de arte… y la serranía de Huelva, por aquello del jamón ibérico. La residencia oficial la tengo en Tallin, Estonia, que es una república digital en la que abrí, tras jubilarme, una agencia de comunicación de nombre Iraultza. Viví durante casi cuatro décadas en Flandes, Valonia y la bilingüe Bruselas. En consecuencia, estoy más que curado de espanto en los que se refiere a tribalismos y cuestiones identitarias. Me considero un nómada cultural.
- Y europeísta convencido...
- La mayor parte de mi vida la he dedicado a la construcción europea. Me formé en la Escuela Diplomática, en la universidad francesa de Nancy y en centros universitarios de Italia y Bélgica antes de asumir, como funcionario europeo de carrera, puestos de responsabilidad en servicios de comunicación del Parlamento Europeo y del Consejo de ministros de la UE. Desde el principio creí en la integración europea como alternativa a los nacionalismos del origen y signo que sean. No hay nada más parecido a un patriota que otro patriota en su capacidad de generar enfrentamientos y empobrecer a la sociedad. Los patriotas suelen ser individuos acomplejados que en vez de apostar por el desarrollo personal lo hacen por identidades colectivas que quieren imponer y a las que abrazan como dogmas.
- ¿Cómo ve a la sociedad vitoriana?
- Con estos mimbres, no es de extrañar que marque distancias con quienes no ven más allá del ala de la boina, sea ésta del color que sea. Mi manera de mirar a la sociedad vitoriana es más propia de un extranjero. Por cierto, según el último censo, en Vitoria-Gasteiz residen 30.000 personas de 135 nacionalidades diferentes. Esos nuevos vitorianos representan para mí la esperanza de superar tics propios del franquismo que han perdurado durante el vasquismo.
- Lleva 50 años viviendo fuera de Vitoria, pero con Vitoria muy dentro. ¿Qué sentimiento tiene hacia su ciudad natal?
- Está claro que uno siempre lleva su infancia y juventud a cuestas. Lo que creo no tener respecto a Vitoria es el sentimiento de pertenencia recíproca que detecto en los VTV (vitorianos de toda la vida). Aún habiendo nacido en la Plaza de la Provincia, no me siento más vitoriano que el más efímero de los visitantes.
- Saca tiempo para la comunicación, las relaciones públicas y para investigar. ¿Qué le hace disfrutar más?
- Sinceramente, mi pasatiempo favorito consiste en combatir prejuicios y desmontar falacias y mitos, sobre todo los que tienen que ver con la creación de identidades y conciencias colectivas.
- De todos los hallazgos realizados, ¿cuál es el que le ha dado una mayor satisfacción?
- Me encantó haber podido documentar, aportando datos inéditos, las estancias de Henry Morton Stanley (el del famoso «Dr. Livingstone, supongo») en Álava y Vitoria. También mis descubrimientos sobre los orígenes de Magallanes y la Nao Vitoria me proporcionaron adrenalina. El hallazgo que sitúa a Vitoria como origen de Malta a través del célebre halcón maltés me ha aportado asimismo una buena dosis de contento, sobre todo a la vista de la entusiasta acogida del pueblo maltés. Abrigo la esperanza de que el descubrimiento mayor está por llegar, aunque no llegue nunca.
- ¿Cree que Vitoria y Álava sacan provecho de su acervo histórico?
- El alcance de la conexión entre Vitoria-Gasteiz y Malta es una pequeñísima muestra del provecho cultural y turístico que se podía haber sacado del V Centenario de la estancia de Carlos V en Vitoria. Fue también en Vitoria donde el emperador discutió por primera vez con los portugueses sobre las consecuencias de la primera vuelta al mundo. El resultado fue el Tratado de Vitoria, primera aplicación práctica del de Tordesillas sobre la medición de la Tierra. Me queda la pena de no haber convencido a nadie, ni en los medios académicos ni institucionales, del provecho que se puede sacar de la vinculación entre Vitoria-Gasteiz y la primera vuelta al mundo. Por cierto, fue en Vitoria, cuando era «Atenas del Norte», donde se editó la primera biografía sobre Juan Sebastián Delcano, que no Elcano ni Elkano. La historia de Vitoria es, a mi entender, un recurso desaprovechado. Las piedras, los lugares, solo tienen valor si se asocian a relatos. Que el único consenso para promocionar Vitoria-Gasteiz sea el reconocimiento que recibió de la Comisión Europea en 2012 como «Green Capital» (el año pasado lo fue Tallin y este año Valencia) dice muy poco de sus ambiciones y mucho de sus complejos.
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