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Tienen más de 2.000 años y siguen al pie del cañón, siempre fieles a su cita. No son estrellas de rock, actores de Hollywood ni han ganado un Balón de Oro, pero son capaces de congregar a miles de personas que se rinden a ... sus pies. Melchor, Gaspar y Baltasar no pasan de moda y este viernes han vuelto a impartir una lección magistral de fantasía en Vitoria. Desde su llegada a la estación de Renfe a las 11.00 horas hasta su retirada para comenzar el reparto nocturno de regalos arrancaron miles de sonrisas que ni la intermitente lluvia logró diluir. El punto álgido de la maratoniana jornada ha llegado con la cabalgata.
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Igor Martín y Jesús Andrade
Más de una hora antes del inicio, los más previsores ya tomaban puestos para asegurarse la primera fila. Hubo quien se llevó hasta la silla plegable y quienes se resguardaban del frío envueltos en mantas. Los más pequeños amenizaban la espera con chuches y los mayores con café, o cerveza, en mano. Por suerte la comitiva arrancó puntual a las siete de la tarde en la plaza Bilbao para avanzar por las calles Francia, La Paz, Ortiz de Zárate, Florida, Ramón y Cajal, Micaela Portilla, Lascaray y Avenida de Gasteiz antes de finalizar en el cruce con Beato Tomás de Zumárraga. Más de 300 personas y siete coloridas carrozas formaron parte de un desfile en el que actuaron artistas llegados desde Cádiz, Francia e Italia. El sello local lo puso la Batucada Batuketa de Vitoria.
«Yo quiero carbón dulce, pero también un regalo eh», informaba una pequeña a sus abuelos, apostados los tres junto a la valla para no perderse detalle. A algunos, como Abel Medina, los minutos se les hacían eternos a la espera de que Sus Majestades aparecieran por la calle Francia. «Estoy jugando mientras un partido de fútbol en el móvil», contaba este pequeño de 7 años. A pocos metros, Daniela Tricio esperaba impaciente carta en mano. Con los tres Reyes Magos dibujados en el sobre, por si había alguna duda sobre los destinatarios. «Baltasar es mi favorito, porque es moreno», explicaba a sus 6 años.
La emoción entre los txikis era tal que hasta hubo saludos y enormes sonrisas a los agentes de Policía Local que abrían la comitiva en moto. La aparición de la Banda Municipal de Música interpretando villancicos como el de los peces en el río o La Marimorena anunciaba que los monarcas ya estaban cerca. Desde los balcones se lanzaban confetis y la primera actuación ya arrancó los aplausos del público. Unos cisnes gigantes luminosos acapararon más de un flash de los móviles a la vez que elogios. No fueron los únicos animales que desfilaron ayer por el centro de Vitoria. También hubo ranas bailongas acompañadas de saxofonistas y coloridos colibríes que se agitaban al ritmo de música latina.
No quisieron perderse la cabalgata estrellas de la gran pantalla y de los videojuegos como los personajes de Harry Potter o Mario Bros y la princesa Peach. Pero una de las actuaciones que más gustó fueron los zancudos que corrían de un lado a otro con frondosas barbas y trajes imposibles. «Aita, yo si me subo ahí me mato», reflexionaba una niña. Tras este fantástico aperitivo llegaba el plato fuerte de la noche. Unos flamantes Melchor, Gaspar y Baltasar, acompañados de sus pajes, recibieron el cariño de miles de vitorianos que han tenido que esperar todo un año para volver a verles. «Poder saludarles desde aquí abajo y que tiren caramelos es lo que más me gusta de la cabalgata», comentaba Martin Donnet.
Esta vez, eso sí, hubo una ausencia destacada. Faltó al final de la comitiva el histórico camión de bomberos –uno de los modelos más antiguos del parque de Aguirrelanda– desde el que habitualmente se lanzan los caramelos. Este 2024 el vehículo se quedó en las cocheras por orden del Ayuntamiento. Y es que el Consistorio no quería que se repitiese la imagen que se produjo en el desfile de Olentzero y Mari Domingi, cuando los bomberos utilizaron el camión para pasear sus reivindicaciones con consignas como 'Carbón para el Ayuntamiento', 'Menos inversión = más inseguridad' o 'Fondos Unesco: No es una opción, es una obligación'.
Ayer los dulces se lanzaron desde una carroza decorada con duendes y la mayoría de los pequeños ansiosos de azúcar ni notó el cambio. El reparto se convirtió una vez más en una auténtica competición por ver quien se hacía con más caramelos, carreras y codazos –también entre adultos– incluidos. No faltaron los paraguas abiertos y volteados para recolectar cuantos más mejor. Y como viene siendo habitual en los últimos años, en el último tramo se bajó el volumen del sonido de las carrozas para que las personas con trastornos del espectro autista y con discapacidad auditiva pudieran disfrutar del espectáculo con la mayor comodidad posible. La medida obedece a una petición realizada a las autoridades locales por parte de diferentes asociaciones de Trastornos del Espectro Autista de la ciudad.
Tras este espectacular baño de masas, sus Majestades de Oriente iniciaron su noche más estresante del año. Y es que repartir miles y miles de regalos en unas pocas horas no debe ser fácil. Por suerte en las casas se encontraron con vasos de leche, polvorones, bizcochos caseros y hasta turrón para hacer el trabajo mucho más llevadero. La magia está servida.
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