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A priori, puede parecer que el Plan General de Ordenación Urbana es uno de esos asuntos aburridísimos, que sólo incumbe a los funcionarios más cartesianos, una de esas normativas gris burocracia, el más anodino de toda la gama cromática. Es un soberano latazo del que ... el ciudadano medio acostumbra a desentenderse. Y, sin embargo, ahora que Vitoria se dispone a actualizar su vetusto PGOU van ellos, los del Colegio de Arquitectos y se ponen a explicar a los vitorianos, a las asociaciones, a los vecinos que esto les afecta mucho más de lo que pueden pensar. ¿Por qué a usted le tendría que interesar leer todo este montón de líneas sobre una aburrida norma administrativa? Se lo cuenta el urbanista Patxi Cortazar.
– Una de perogrullo. ¿Qué es un Plan General?
– Es el documento urbanístico de mayor rango que tiene una ciudad, que ordena y crea un modelo para las próximas décadas. Es un documento con muchísima trascendencia porque afecta a todos los ámbitos, no sólo a la parte de construcción, a los edificios, también a la vida social, al comercio, a la movilidad.
– ¿Desde cuándo no se actualiza el de Vitoria?
– Se redactó en los 80 y su texto refundido se hizo en 1990, y sigue vigente hoy día cuando, parece, que se va a revisar. Normalmente se tienen que actualizar cada diez años y aquí no ha ocurrido.
– ¿Esta situación es común a las ciudades del entorno?
– Creo que este es un caso poco habitual porque llevamos 30 años con el mismo plan. Ha habido varios intentos durante la crisis, durante 2008, 2009 y 2010 con distintos partidos en el Ayuntamiento y este último intento está en proceso. Yllegamos muy tarde.
– ¿Hasta qué punto esa desactualización llega a lastrar el avance de la ciudad?
– Lo que ocurre es que tenemos un plan absolutamente caduco, no tiene ningún sentido en este tiempo, tiene ordenanzas del siglo pasado, que ya no sirven. El mundo ha cambiado mucho en estas tres décadas y seguimos con unas ordenanzas trasnochadas, que sólo han sido modificadas pero no con una revisión de calado. Sí, aquí sufrimos el Plan General.
– ¿Por qué?
– Porque tenemos un urbanismo reglamentista, no es un urbanismo social, para el ciudadano. Esa es la senda a seguir, que el plan general sirva para regenerar la vida urbana.
– Pero, sobre el plano, ¿en qué se percibe esa falta de actualización?
– Hablamos de que la ciudad hace ya años que no debería haberse expandido tanto, ocupando tanto suelo. Y eso se tenía que haber corregido durante la anterior crisis, ya pasado el boom inmobiliario. Era el momento perfecto para haber hecho una revisión, con un plan mucho más contenido. Pero no se hizo.
– Da la sensación de que aquí se invierten más esfuerzos en solucionar las consecuencias de esa expansión que en imaginar el futuro de la ciudad.
– Bueno, es cierto que es algo que ha ocurrido en muchos otros lugares. Veníamos de un modelo de ciudad europea, compacta, de esos ensanches decimonónicos y llegaron los 60 y se comenzaron a copiar el modelo americano, de chalecitos, muy extenso. Aquí esa expansión fue exagerada, con Zabalgana y Salburua, en un crecimiento que, aunque en su día parecía maravilloso y muy sostenible, después se ha visto que era el contrario al que había que tomar.
– Pero ustedes, los arquitectos, participaron de aquellos planes de expansión. Y se beneficiaron de ellos.
– Los arquitectos hacemos proyectos, efectivamente. Pero nosotros reclamamos desde hace mucho tiempo que no se consuma más suelo. Hay que ir a un objetivo común de compactar la ciudad.
– Una de las soluciones que proponen pasa por desprogramar suelo en lugar de desclasificarlo. ¿Puede explicar en qué consiste?
– Hay varios sectores de la ciudad que todavía no se han desarrollado porque no es necesario edificar por ahora. Nosotros proponemos que en esos lugares, donde el suelo está calificado como urbanizable, se vuelva hacia atrás para convertirlo en rústico. Lo que ocurre es que ese proceso puede ser económicamente muy caro porque habría que indemnizar a los propietarios. La opción es desprogramar: dejarlo como está pero no permitiendo que se edifique hasta dentro de dos o tres décadas, creando, así, una especie de reserva de suelo.
– Hasta el más anósmico percibe que el centro de Vitoria huele a decadencia. ¿Por qué?
– Han confluido un montón de problemas. El primero, la creación del Boulevard, que se ha llevado mucho comercio. También el cierre de oficinas municipales y el paso del tranvía por General Álava creó una cicatriz tremenda, se cargó la calle y la estación del Parlamento dinamitó ese eje romántico de la ciudad, fue un absurdo. Habría que haber esperado al soterramiento para plantear el trazado del tranvía. Espero que estemos a tiempo de enmendar ese error y que, aunque cueste mucho dinero, se pueda sacar el tranvía de General Álava cuando se haga el soterramiento.
– Pero, con la que se avecina, ¿cree que es necesario soterrar el tren?
– Hay opiniones para todos los gustos. Hay quien piensa que no es necesario gastar toda esa millonada en hacer desaparecer las vías. Si ese dinero hay que utilizarlo para cuestiones sociales, mucho más importantes, no, claro que no lo haría. Pero no cabe duda de que es un buen proyecto, sería una oportunidad para seguir diseñando la ciudad hacia el sur, uniéndola, no expandiéndola.
– Si estuviera en su mano, ¿cómo reactivaría el centro?
– (Piensa). Una de las cosas que haría sería el proyecto de la manzana de Urteim, de la que tanto se habla. Es la más grande del centro de Vitoria, casi el doble que una de las del Ensanche de Barcelona. Ha sido una oportunidad perdida. El Ayuntamiento tendría que haber liderado el proyecto porque no, aunque se diga que es sólo un tema privado, no lo es: afecta al espacio público. Se habría podido negociar con propietarios para ampliar el Principal, para rehabilitar...
– Viajamos y vemos esos espacios que son a la vez cafetería, teatro, taller, tienda... ¿por qué aquí no se implantan?
– Porque no se puede, porque tenemos un plan general caduco que se basa en la zonificación de usos. Un buen ejemplo es el edificio de la Seguridad Social de Postas, cerrado y en venta. Nadie propone un proyecto porque está calificado como administrativo público. Es un absurdo. Proponemos una hibridación de usos amplia, que permita dar vida a las calles.
Nueva sección. EL CORREO, en colaboración con el Colegio de Arquitectos Vasco Navarro, radiografiará durante las próximas semanas el urbanismo de la ciudad, que se encuentra ante el reto de revisar su PGOU
– Con tanto problema, ¿qué tiene de bueno esta ciudad?
– Tenemos una ciudad muy amable, de tamaño medio, hemos hecho el anillo verde, pero falta mucho por recorrer, falta participación ciudadana de verdad y no sólo para cubrir el expediente como se hace en los elkargunes y auzogunes. Un ejemplo claro es el proyecto de Coronación, que ha salido mal porque se propuso una participación de arriba hacia abajo y no al revés.
– ¿Esta revisión del plan puede darle el arreón que Vitoria precisa?
– Es un momento crítico, clave. La gobernanza de la ciudad tiene que decidir cómo conseguir esa ciudad compacta. Hay que apostar claramente por la regeneración de la vida urbana, por no ocupar más suelo y todo sin hacer caso de las presiones de propietarios, que las habrá. Vitoria tiene la oportunidad de sacar adelante un plan muy ambicioso.
«He ido al Ayuntamiento a pedir una licencia y llevo ocho meses esperando». Arquitectos, hosteleros, programadores culturales... Todos coinciden al señalar las enormes trabas burocráticas que se encuentran en la capital alavesa. «El de las licencias es un problema crónico desde hace unos años. Hemos tenido varias reuniones al respecto, una en 2018 incluso con el alcalde. Hubo una promesa de buscar una solución pero, dos años después, la situación sigue exactamente igual», asegura el arquitecto Patxi Cortazar.
– ¿Dónde está el origen de este letargo administrativo?
– No conocemos los entresijos del Ayuntamiento.Pero me imagino que es un problema de la dirección de los departamentos, que no hace lo suficiente para que estos trámites sean más ágiles.
– ¿En qué se traduce esa parálisis?
– Te pongo un ejemplo muy concreto. Si tú quieres hacer un proyecto, tienes que realizar una consulta con Urbanismo. Te obligan a llamar al 010 y te dan cita telefónica para dos o tres semanas. Llega el día y tienes que estar esperando a que suene el teléfono y, si por lo que sea, no lo coges, tienes que volver a repetir el proceso y esperar otras dos o tres semanas. Es un despropósito.
– ¿Cómo se podría solucionar?
– Proponemos una ventanilla única, con dos o tres técnicos que sean capaces de responder a todas las cuestiones porque ahora, para un mismo proyecto, tienes que ir en peregrinación a Medio Ambiente, Bomberos, Espacio Público, Zona Rural...
– ¿Este exceso de burocracia espanta a posibles inversores?
– Por supuesto, claro que desincentiva. Y crea muchísima inseguridad: en todo ese recorrido un técnico puede echarte para atrás un proyecto.
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