![Vitoria llora a su Neska más veterana](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/03/04/esther-espinosa-neska-k82H-U170237433842AqE-984x608@El%20Correo-kEPH-U190806281841oIF-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Vitoria llora a su Neska más veterana. Esther Espinosa ha fallecido este viernes a los cien años de edad después de toda una vida en la que se ha esforzado siempre por repartir alegrías y dar cariño a los suyos. Las fiestas de La Blanca ... pierden a una fiel a la cita. Una incondicional que cada 4 de agosto se llenaba de nervios para dar la bienvenida a Celedón. «No falto nunca», confesaba en la antesala del chupinazo del año pasado en un reportaje en EL CORREO. El funeral tendrá lugar el lunes 6 de marzo (19.00 horas) en la Iglesia parroquial Nuestra Señora de las Nieves.
La capital alavesa pierde a alguien que se había convertido ya en la amatxu de blusas y neskas. El 9 de agosto del año pasado, después de todo el jolgorio propio de las fiestas -porque ella no se borraba de ningún día-, el Ayuntamiento de Vitoria le brindó un sentido y merecido homenaje. La ilusión que describía su cara era un reflejo de lo que para ella significaba este distintivo. «¿Ves este calendario? Cada día lo miro para ver cuántos días quedan para el chupinazo», confesaba a este periódico, al que abrió las puertas de su casa para ver cómo se preparaba de cara al día más especial del año.
Con qué cariño mimaba y preparaba su traje de neska. «Siempre llevo el mismo». Incluso en los dos años de pandemia, que pese a no haber celebraciones, ella salió a la clale con vestida de los pies a la cabeza para no fallar a la tradición que inició desde bien txiki. Más allá del propio sentimiento que despierta La Blanca para los vitorianos, para ella estos días eran aún más especiales. «En estas fiestas conocí a mi marido. Todavía recuerdo la primera vez que le vi... Qué animo era», compartía ya con el traje de 'guerra' puesto. Los pines que lucía eran casi condecoraciones de todos los años que sumaba.
Y nada de pensar que la edad podría frenarle. Siempre se situaba a la cabeza del grupo, animando el ambiente por las calles. Pikatxiki en mano, quemaba las alpargatas entre baile y baile. «La cachava siempre bien arriba. Y si me canso, me subo al 'coche' de los jubilados», soltaba con sorna, por el tren que acompaña a los veteranos durante las fiestas. Porque siempre presumía de ese envidiable alma juvenil que derrochaba. «Si me preguntan diré que tengo cincuenta y cincuenta», bromeaba.
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