![Vitoria inicia el cambio de sus residencias para dar más autonomía a los mayores](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201911/16/media/cortadas/residencias16-kH4C-U907120661644RG-624x385@El%20Correo.jpg)
![Vitoria inicia el cambio de sus residencias para dar más autonomía a los mayores](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201911/16/media/cortadas/residencias16-kH4C-U907120661644RG-624x385@El%20Correo.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Alfredo llegó hace poco a la residencia municipal de Los Molinos, recién transformada en viviendas comunitarias. Es un hombre elegante y culto, acostumbra a vestir corbata y chaleco a diario, y sigue luciendo su estilo entre sus compañeros. «Antes se le hubiera sugerido que trajera ... una ropa más sencilla de lavar, pero ahora no. Este es uno de los cambios, solo un ejemplo, de lo que queremos hacer ahora. Un modelo de atención centrado en la persona».
Quien lo explica de esta forma tan gráfica es Susana Prados, responsable de Los Molinos. Hasta el pasado mes de abril el recurso residencial situado en el barrio de Adurza contaba con 40 habitaciones. En ellas habitaban personas mayores que, debido a su edad, necesitaban ayuda para desempeñar sus tareas diarias. «La necesidad de reformarnos llega con el nuevo reparto de los servicios sociales aprobado en 2015. Ahora atendemos a personas con un grado 1 de dependencia», concreta la directora del centro. Es decir, las puertas, cuartos de baño, habitaciones y pasillos han tenido que adaptarse al paso de sillas de ruedas y andadores, y se da cobijo a usuarios que tienen necesidades puntuales, pero que pueden valerse por sí mismos.
Nueva distribución
Los cambios han revolucionado la asistencia, ahora pensada, sobre todo, en dar más autonomía a los mayores. Rutinas menos estrictas, más libertad. Los usuarios de Los Molinos ya no pasan el día en una sala común en la planta baja ni comen todos a la vez. El nuevo modelo de atención ha hecho que la antigua residencia se convierta en tres viviendas comunitarias. De esta manera, tres grupos de residentes -de diez personas cada uno- comparten una salita, un comedor, y deciden en asamblea cómo decorar y cuidar esta especie de piso compartido para la jubilación. Cuentan con las comodidades de una residencia, el servicio de cocina les prepara los menús, tienen personas de referencia para cualquier necesidad, pero disponen de libertad para tomar otro tipo de decisiones. Por ejemplo, el piso 1 tiene las paredes rosas y ha sido bautizado como La Florida. El segundo, de color gris, es el Zaldiaran, y el tercero, en azul, Judizmendi.
«Los usuarios pasan al menos entre cuatro y seis años aquí. Algunos residen en Los Molinos desde hace 20 años. Queremos que estén cómodos y mantenerlos activos», apunta Prados, observadora de excepción de un imparable proceso de envejecimiento de la población que ha llevado a que en Vitoria ya haya cerca de 145 mayores de 65 años por cada cien menores de 16. Cuanto más tiempo activos mejor, porque también somos cada vez más longevos. Como Inés o Carmen, de 95 y 85 años, que ahora pueden prepararse una taza de café, una infusión o una merienda en la minicocina habilitada en las viviendas. «Al final, se trata de que se parezca más a un hogar», explica el personal.
Mayor dependencia
Goyo y Mercedes comparten esta opinión y una de las tres habitaciones dobles de Los Molinos. Este matrimonio extremeño ha podido personalizar su dormitorio, que perfectamente podría ser el de su propia casa. En una cómoda exponen las fotos de sus hijos y los festejos populares de su juventud. «Esta nueva forma de funcionar nos hace dejar más de lado los protocolos y adaptarnos a cada circunstancia. Antes les dejábamos escoger cuadros, pero ahora también pueden traer pequeños muebles», indica Prados. Las decisiones que afectan al conjunto de usuarios se toman en pequeñas asambleas de cada planta, aunque no todos los vecinos son colaborativos. «Tienen una media de 80 años, encontramos mujeres envejecidas y hombres más jóvenes pero más deteriorados, y muchas veces están resignados a estar en una residencia, pero queremos que se empoderen y nos hagan saber lo que necesitan para estar cómodos».
El aumento del grado de dependencia de los usuarios de Los Molinos ha hecho que el personal de enfermería pase de trabajar media jornada a adquirir la jornada completa. También se ha incorporado una terapeuta ocupacional. «Les ayudo a sobreponerse si, por ejemplo, tienen una fractura de muñeca, problemas de movilidad o necesitan un andador como le pasó a Goyo», explica Nagore Salazar, quien visita a los usuarios entre dos y tres veces por semana.
Esta nueva forma de trabajar ya está implantada en el Servicio de atención diurna Blas de Otero y en los apartamentos tutelados de Beato Tomás de Zumárraga. El departamento de Políticas Sociales espera implantarla también en Aurora, ubicada en la calle Correría y actualmente en obras. Próximamente sus pasillos también tendrán fotos de sus residentes, imágenes de los menús para quienes no puedan leer con facilidad e incluso sillas, cojines y detalles al gusto de sus usuarios o una máquina de coser Singer. «Queremos que esta sea su casa».
30 plazas repartidas en tres pisos tienen las viviendas comunitarias de Los Molinos, que ahora acogen a personas con el grado 1 de dependencia.
Puertas amplias. La reforma acometida ha transformado 41 plazas para mayores sin dependencia en estancias más amplias para permitir el paso de sillas de ruedas y andadores.
Poder de decisión. Ahora el personal trabaja de forma más flexible para que los usuarios puedan vestirse, comer o decorar a su gusto.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.