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Borja Mallo
Sábado, 5 de abril 2025, 18:39
'Boooooom'. Un enorme estruendo despierta a los vecinos de Lakua-Arriaga y provoca que los patos del estanque alcen el vuelo atemorizados. Tres salvas ... consecutivas salen de la boca de un cañón de cuatro libras de la artillería imperial francesa, acampada en el parque. «Imagínate cien de estos disparando a la vez», le indica José Manuel a su nieto Andoni mientras observan el lanzamiento de los cañonazos que dan comienzo a la segunda jornada del Mercado Napoleónico, organizado por la asociación de vecinos Ipar Arriaga y que cuenta con el apoyo de EL CORREO. Allí el olor a pólvora se mezcla con los aromas de la comida o de las especias y jabones protagonistas en más de un centenar de puestos.
La infantería gala, el ejército más temido del mundo, campa a sus anchas por el zoco como lo hizo por Vitoria hace más de dos siglos, cuando la corte de José I se estableció en la capital alavesa y en sus calles se hablaba en francés. «'Mon dieu, vive la France'!», exclama Jean Pierre, teniente coronel que se abre paso entre la multitud congregada. «Los españoles son muy vagos y no han hecho nada por detenernos; ya hemos conquistado la mitad de los puestos de comida», se jacta uno de los 56 figurantes que dan vida al imperio conquistador, en más nutrido de las trece ediciones que cumple este evento.
Precisamente, uno de los objetivos es el divulgativo. De dar a conocer ese pasado se encarga la Asociación Histórica Vitoria 2013, que rememora cómo fue la presencia napoleónica en España hasta su expulsión en la famosa batalla vitoriana. Maquetas, figuritas, dioramas y uniformes son protagonistas. De la misma manera que unos vestidos de mujer de la llamada «'Moda Vittoria' y que fueron encargados por la princesa de Gales y la duquesa de York para celebrar en Londres la victoria de Wellington», según detalla el historiador Carlos Rivola al tiempo que recogen firmas para que se preserve el Monumento de la Batalla y que se declare bien de interés cultural.
Entre almuerzos y aperitivos, los puestos de comida están a reventar. Da igual que se trate de un talo con todos los rellenos imaginables y su inseparable sidra, cerdo en todas sus variantes –incluso uno entero asado al burduntzi– o especialidades mucho más modernas, como los kebab o los mojitos. Las colas son interminables. Y para quien no quiere gastar un euro, la opción de la 'caza' furtiva en los puestos de venta que ofrecen a degustar sus viandas. «La cecina es la que más triunfa, aunque luego vender...», dice la vallisoletana Adoraceli Díez.
La comida desata las más bajas pasiones, pero los dos puestos que más visitantes congregan son los de obras de arte. Por una parte, el del soplado de vidrio, que llega a reunir en torno a Franco Jesús Pazos a medio millar de curiosos mientras hace en vivo y en directo una de sus obras de artesanía. «Llevamos tres años viniendo y se da muy bien porque a la gente le llama la atención que ponemos las manos cerca del fuego», dice el soplador procedente de Casas-Ibáñez, en Albacete.
Más veterano es el barcelonés José Antonio Gallardo, un enamorado de Vitoria que no se pierde una cita napoleónica en la ciudad. Y tampoco los amigos que ha ido haciendo estos años se olvidan de pasar a saludarle y adquirir una de sus joyas. ¿Qué vende? Figuras de Playmobil customizadas. «Ya tenemos de Olentzero, de Mari Domingi y el año pasado compramos uno con la camiseta del Alavés», dice Esti mientras contempla un logrado 'click' de San Prudencio, justo al lado de los soldados franceses, que también este domingo serán los protagonistas en Arriaga en el último día del mercado.
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