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Las teorías tienen la mala costumbre de sonar perfectas (casi siempre) hasta que se aplican. Este fenómeno es el que en cierta medida ha sufrido Vitoria con la recogida neumática, que se ha revelado prácticamente insostenible desde el punto de vista ambiental (su proceso contamina ... más) y económico (dispara el gasto energético). Todos estos datos (y algunos más) contrastan sobremanera con la visión idílica de este modelo. Quién no querría, a priori, depositar la basura en el subsuelo, sin soportar malos olores, sin que le desvele el ruido de los camiones de madrugada, enviando los residuos a cualquier hora desde el portal de casa hasta una central situada a varios kilómetros de distancia a través de corrientes de aire con una velocidad media de unos 20 metros por segundo...
Sin embargo, 21 años después de su abrupto despliegue en el Casco Viejo, el Ayuntamiento ha renunciado a construir nuevas centrales para procesar los residuos. El principal argumento es que este sistema es «menos eficiente» en comparación con la recogida con contenedores. O sea, el de toda la vida. Y no sólo por la elevada inversión que supone llenar las calles de conductos subterráneos, que suman más de 70 kilómetros en la capital alavesa. Eso ya entraba en todos los cálculos desde el inicio por pura lógica. El alto consumo energético (en su mayoría eléctrico) y la inversión para construir las centrales donde se procesan los residuos, que en el caso del Casco Viejo superó los 9 millones de euros en 2002, han mostrado las grietas de la recogida neumática.
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Aquella avanzadilla de la 'almendra' (su central está en Coronación) supuso el despliegue más costoso. Primero, porque era un barrio que ya estaba consolidado y, además, contaba con unas condiciones complejas al situarse en una colina. Y segundo, por el impacto que tuvo en la ciudadanía desde el punto de vista de las obras y el cambio de modelo. Un informe que los técnicos municipales presentaron en el Congreso Nacional del Medio Ambiente (CONAMA) en 2010 reconocía que la recogida neumática «supuso en el centro histórico una alteración sustantiva para la población y el comercio».
Cabe recordar que aquella implantación estuvo rodeada de una gran contestación, con numerosas protestas y manifestaciones de rechazo al nuevo modelo. Desde entonces hasta la apertura de la última central en 2020 en Goikolarra, el Ayuntamiento ha invertido más de 25 millones de euros en las centrales y 2,1 millones anuales en el mantenimiento.
El resto de instalaciones, cuyas centrales se encuentran en Salburua, Zabalgana, Ibaiondo, Mariturri y Arkaiate, fueron algo más asumibles al aprovechar la urbanización de las zonas para su despliegue. Esta imponente infraestructura da hoy servicio a más de 110.000 vitorianos. De hecho, existen zonas todavía en expansión que poseen este circuito de recogida neumática en el subsuelo. Cabe recordar, en este sentido, que lo que hace el Consistorio es renunciar a nuevas centrales, no a la utilización del sistema.
La factura energética, mientras tanto, triplica el consumo de la recogida a través de contenedores, incluidos los gastos de combustible de los camiones. El informe los técnicos municipales señalaba que ese desembolso era 2,95 veces mayor por tonelada de residuo. A pesar de que han pasado ya trece años y desde entonces se han colocado sistemas para regular el uso de energía, el concejal de Limpieza, Pascual Borja (PSE), reconoce que esa situación «no ha mejorado, y su sostenibilidad general ha vuelto a bajar». Principalmente, por el alza del precio de la electricidad, que también se ha triplicado en el mismo periodo. Esta energía resulta indispensable para succionar los residuos a través de los conductos.
Además, aunque uno de los grandes objetivos de la implantación de la neumática era retirar los camiones de las calles, sobre todo en el Casco Medieval, conviene recordar que hay que transportar los residuos desde las siete centrales hasta Gardélegui, y que los desechos que se quedan fuera de los buzones por tamaño o por desidia del usuario también se recolectan con la fórmula 'tradicional'. Esto se traduce en que la emisión total de gases de efecto invernadero sea hasta cinco veces superior en el caso de la neumática, contando todo el proceso de generación de electricidad.
La cuestión no es sólo que el modelo resulte inservible o sea mucho peor que el sistema tradicional, sino que estos costes implican que sea casi imposible dar por amortizada la infraestructura, que tiene unos 25 años de vida útil. En este sentido, el despliegue de la recogida neumática es once veces mayor que la compra de contenedores y camiones durante el mismo periodo. Una estimación realizada por los técnicos arrojaba que la implantación del 100% de recogida neumática en la ciudad se traduciría en duplicar la tasa del servicio. Dicho de otra forma, «el coste no mejora proporcionalmente el servicio», explica Borja.
Pero más allá del esfuerzo económico, que podría llegar a justificarse si el sistema fuera perfecto, encuentran algunos hándicaps a la hora de apostar por algunos residuos. Por ejemplo, el tamaño de las bocas no permite cualquier tipo de desecho, tampoco en función del peso. Esto implica que ni el cartón ni la fracción resto (salvo en el Casco Viejo) se recogen en los buzones de Vitoria.
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