h. rodríguez
Domingo, 18 de septiembre 2022, 02:53
Son las 11.45 horas de un jueves cualquiera y desde la plaza de la Virgen Blanca se escucha la voz del joven músico argentino Jad Soundshots. Recuerda un poco a Bob Dylan pero también a Glen Hansard mientras entona el 'Wonderwall' de Oasis. Se ... acompaña de una guitarra, cuya funda, en el suelo de la calle Postas, ya suma algunas monedas.
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«Vitoria es una ciudad muy estable, con mucho turismo y muy constante», responde cuando se le pregunta si la gente recompensa monetariamente sus actuaciones. Asegura que se puede vivir de esto y que él de hecho lo hace. «Más que un intercambio monetario es uno energético. A veces notas esa conexión con una sonrisa, un gesto... El que hace esto solo por el dinero no le va a ir bien», advierte.
Jad, casado con una vasca y desde enero vecino de la capital alavesa, ha vivido durante años en la localidad vizcaína de Balmaseda. Allí le pilló la pandemia, un momento que supuso el punto de inflexión que le llevó a tocar en la calle. Llegó lo que él llama «oportucrisis». «Estábamos en casa así que conseguí una guitarra y me puse a practicar», recuerda. Cuando se pudo salir, «un amigo me dijo que me lanzara a tocar en la calle, que la gente lo iba a agradecer, y así fue». Ypoco a poco las cosas comenzaron a encarrilarse hasta el punto de que ahora asegura que vive de tocar en la calle. «Esto es un trabajo», defiende.
Las monedas que va sumando día a día, no solo en Vitoria sino también en Bilbao o San Sebastián, las invierte en mejorar su equipo, su estilo, componer, diseñar su marca, el disco o tarjetas de presentación. «Hay que invertir para ofrecer algo mejor al público», afirma.
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– ¿Siempre te pones en esta zona?
– Nos movemos cada cierto tiempo para no cansar al personal. Si quiero más meneo, voy hacia la 'Cuchi'; si busco tranquilidad, hacia La Florida.
La jornada avanza hacia el mediodía y el flujo de peatones en Postas aumenta. Algunos le saludan y Jad responde con una sonrisa o un gesto. Como un relámpago pasa Álex Ferreiras, cargado con sus bártulos de músico. Se saludan afectuosos. Se nota enseguida que son colegas.
Álex coloca, en un abrir y cerrar de ojos, el amplificador, el micro, el atril para las letras... Es un torbellino de energía y sonrisas. Lo suyo es el blues, el rock y algo de pop, géneros que va tocando en distintas ciudades. Hoy toca en Vitoria, donde «la gente es muy generosa, muy agradecida y me acoge siempre muy bien», elogia mientras alinea con mimo sus armónicas, antes de empezar a desgranar su repertorio.
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