Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
La línea de la vida de Vitoria se dibuja con trazo ascendente y no hace falta leer su mano, tan sólo tirar del censo, para comprobarlo. La población local crece sin pausa desde hace años, décadas, hasta acariciar hoy los 253.000 vecinos, ... cinco veces más que a mediados del siglo pasado cuando el despegue industrial atrajo a miles de obreros dispuestos a sacar chispas a la maquinaria más puntera y también a su hogar de acogida. En el actual, el XXI, la ciudad ha estirado esa positiva tendencia ejercicio tras ejercicio –salvo en 2013, que perdió 1.151 empadronados– y no parece que a corto-medio plazo vaya a enfrentarse a ningún 'tsunami' demográfico. De hecho, las últimas proyecciones del Eustat presentan a la capital alavesa como la única de Euskadi que gana habitantes hasta 2061 en cinco de los seis escenarios esbozados. En veinte años, según sus previsiones, por la calle Dato pasearán cerca de 270.000 vitorianos y en cuarenta se rozará la cifra redonda de 300.000, como Valladolid, Vigo o la francesa Nantes en la actualidad.
Vitoria juega con ventaja frente a Bilbao, a la que la estadística arroja el peor futuro demográfico, y San Sebastián a la hora de engordar su padrón. Aquí la población está menos envejecida y disfruta de la mayor esperanza de vida, la natalidad continúa en caída libre pero aún es superior a la de las otras dos capitales vascas y el porcentaje de extranjeros asentados en la ciudad también es más alto. Y a ellos, los inmigrantes que ya han llegado y los que están por venir, se confía el estirón urbano. «Tendemos a creer que crecemos porque nacen más personas que las que mueren pero lo que determina hoy el crecimiento es el movimiento migratorio», explica Unai Martín, doctor en Sociología y profesor de demografía en la UPV/EHU.
El 13,45% de vecinos nacidos fuera del Estado que residen hoy en la capital alavesa se quedará corto en unas décadas. No se esperan, eso sí, «los flujos de los primeros 2000» –entre ese año y 2005 se quintuplicó la presencia de extranjeros– pero el historiador Antonio Rivera no duda de que Vitoria se pintará aún «más diversa». «No se trata sólo de contar cuántos llegan sino de ver de qué tipo, cómo son», lanza. Si se repiten los movimientos de las últimas dos décadas, habrán dejado atrás Marruecos, Nigeria, Colombia, Argelia, Pakistán, Rumanía, Paraguay... «La integración es uno de los retos que se nos abren. Ya tuvimos una oleada de inmigración entre los 50 y 70 con una incorporación modélica y, si lo hicimos una vez bien, podemos hacerlo de nuevo», reflexiona la teniente de alcalde y concejala de Territorio, Ana Oregi, que señala a los centros cívicos como ese ejemplo de «convivencia» entre 'VTVs' y nuevos vitorianos.
Los inmigrantes desembarcan con muchas esperanzas y también, destaca el sociólogo, con «unos patrones reproductivos superiores» que alivian la tímida natalidad local pero que «se asimilan a los autóctonos tras la segunda generación». En 2018 hubo 2.683 nacimientos en Álava, 2.000 menos que en 1975, y la tendencia pasa por patios escolares más vacíos. La caída, aclara, no se debe a que las mujeres decidan tener menos hijos (1,5 de media, superior al 0,9 de los noventa) sino porque «habrá menos en edad fértil». La consecuente falta de relevo para los puestos que quedarán libres por las jubilaciones preocupa a los empresarios alaveses, que cada año demandan unos 6.000 trabajadores. «Pero no de cualquier perfil. Siete de cada diez de formación profesional y el resto de universitarios, prácticamente no hay espacio para las personas no cualificadas», detalla Juan Ugarte, director general de SEA, que consideraría «una buena noticia» que al territorio llegaran personas con esos estudios. Desde especialistas en mecatrónica a ingenieros «en cualquiera de sus versiones». «Tenemos dos problemas, uno demográfico porque con la población que hay no se compensan las necesidades de incorporación y otro de elección de los estudios», resume.
El gabinete de estudios municipales no se muestra precisamente halagüeño pues calcula que, en poco más de una década, habrá aumentado un 12,6% la población activa de mayor edad y se reducirá un 31% el número de vecinos de 35 a 49 años. El economista José Manuel Farto mira con ojo crítico ese mercado laboral y, sobre todo, su «oferta limitada». «Hace treinta años ya era un objetivo diversificar la economía para no depender de dos empresas –Mercedes y Michelin– pero hoy seguimos igual o peor y no parece que esto vaya a cambiar», observa. «Nuestro futuro va a estar ligado al importante porcentaje de población industrial que tenemos pero depende de dos grandes factorías y quién nos dice que no vaya a pasar algo global en el sector que nos afecte a nivel local», prosigue Rivera.
En cualquier caso, cree Farto, «que Vitoria crezca siempre va a ser bueno. En el caso de las ciudades, el tamaño importa mucho y las grandes atraen todavía más población pero también actividad económica e inversiones». La doctora en Sociología en la Universidad de Deusto y experta en sociología urbana Garbiñe Henry suscribe sus palabras:«Es una oportunidad de atraer actividad e innovación y la capital vasca, por su geolocalización y cuando llegue el TAV, va a estar en una situación privilegiada». El suelo y la vivienda en comparación con Bilbao y San Sebastián, cuya orografía no da más de sí para el hormigón, y unos equipamientos «que pueden responder a más gente de la que tenemos ahora» se asoman, en opinión del economista, como las bazas de Vitoria.
En Salburua y Zabalgana ya se han autorizado casi 15.000 casas para las próximas décadas pero cuando toque ponerlas sobre el plano habrá qué pensar en el estilo de vida de sus moradores. «Tenemos que adaptarnos a las nuevas formas de habitar. Hace no tanto los núcleos familiares eran de tres o cuatro personas y ahora tenemos un 30% de hogares ocupados por una sola», advierte Oregi. «Hay que tenerlo en cuenta, por ejemplo, para crear servicios comunitarios y una convivencia de barrio para la cohesión social», aporta Henry. En muchos de esos pisos vivirán mayores y no será raro cruzarse con varios centenarios –ahora mismo hay más de ochenta en el censo– en el portal.
El envejecimiento de la población resulta imparable, no porque «muera menos gente, sino porque aumenta el tiempo que pasamos aquí», matiza el sociólogo. El gabinete de estudios municipales estima para 2031 una esperanza de vida de 85,9 años para sus vecinos y de 90 para ellas, por encima de las longevas japonesas. «Esto nos va a obligar a redefinir las edades. No es lo mismo una persona de 65 antes y ahora, hay un envejecimiento biológico pero no social», retrata. No obstante, soplar cada vez más velas en la tarta exige «un transporte más fácil y accesible y ciudades más cómodas», reconoce la concejala con las urbes 8-80 en la cabeza. Capitales que lo mismo dan oportunidades a un niño de Primaria que a un octogenario aunque, en el futuro de Vitoria, vayan a sobrar columpios para unos y faltar bancos para sus abuelos en los parques.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.