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El ejercicio físico no cura el cáncer pero ayuda, y mucho, a mejorar la eficacia de los tratamientos y la calidad de vida de los pacientes. Partiendo de esa premisa, la Asociación Contra el Cáncer en Álava ha impulsado un nuevo espacio en su renovada sede del barrio de Zabalgana para hacer deporte, patrocinado por la Fundación Michelin. «Nuestro objetivo es poder alcanzar el 70% de supervivencia y también que los pacientes puedan aumentar su empoderamiento a través del ejercicio físico», explicó ayer Miren Bilbao, presidenta de esta asociación. Por su parte, Mónica Ruis, directora de la Fundación Michelin España Portugal, que patrocina el espacio, y Saioa Ortiz, directora ejecutiva de la Universidad Euneiz, que colabora también en el programa, coincidieron en destacar la importancia del servicio y el «orgullo de poder formar parte de estas iniciativas tan nobles».
La nueva oferta, gratuita y dirigida a los pacientes oncológicos, arrancará el próximo 15 de abril. «Se trabajará de forma individualizada y personalizada con cada una de las personas que acudan», detalló ayer Aitor Coca, director del Grado de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y profesor de Euneiz. El espacio y la actividad están pensados para un grupo reducido de ocho personas. En total, cada trimestre habrá 32 pacientes divididos en cuatro equipos y tendrán un total de 36 sesiones.
Aitor Coca, que será uno de los monitores que acompañe a las personas enfermas junto al también profesor de Euneiz Borja Gutiérrez, explicó que pretenden incidir en «el entrenamiento de fuerza, que es el gran olvidado. Intentaremos que cada grupo sea lo más homogéneo posible, por tipo de cáncer y otros parámetros». «Para mí es como trabajar con atletas que tienen que mejorar su rendimiento. Cada uno de ellos tendrá un seguimiento personalizado y de esta forma podremos ajustar las cargas e intensidades del ejercicio de forma individual», aclaró el profesional.
La idea es, señalan los impulsores, que desde que a una persona se le diagnostica esta enfermedad pueda tener la opción, junto al tratamiento médico, de poder hacer ejercicio físico. «Queremos que los médicos confíen en nosotros como profesionales y deriven a los pacientes. No cura el cáncer pero ayuda en la eficacia del tratamiento», insistió Coca. Además de crear conciencia, se pretende «educar a las personas enfermas de cáncer para que, pasados los tres meses, puedan, por su cuenta, hacer deporte».
Silvia Fernández de Liger será una de las pacientes que formará parte del programa. Lleva dedicándose al mundo del deporte casi toda una vida. Es bailarina profesional. «Hace seis meses me detectaron cáncer de mama, fue muy inesperado». La joven explica que antes de conocer esta iniciativa «ya había empezado a investigar por mi cuenta sobre el ejercicio en pacientes oncológicos. Después de una sesión de quimioterapia, hacer deporte me hace sentir viva, empoderada».
Cuando a Silvia le dijeron que estaban trabajando en un programa específico para impulsar el ejercicio en pacientes como ella, no dudó ni un momento. «Estas iniciativas son muy importantes. Hay mucho miedo y desconocimiento, por eso está bien que alguien te coja de la mano, te lleve a la máquina y te diga que no va a pasar nada por hacer esfuerzo físico en tu estado, que de hecho es positivo».
Marta Fernández también es otra de las pacientes beneficiarias. Ella ya es una veterana en el mundo oncológico. Pasó el primer cáncer de mama hace 15 años y años después lo volvió a sufrir. «Durante las sesiones de quimio engordé 20 kilos y no tenía apenas fuerza. Los médicos no te dicen que hacer ejercicio es importante y lo bien que te puede hacer sentir a nivel físico y emocional, es increíble. Cuando empecé a ir al gimnasio todos los días noté la diferencia», explica Fernández.
Ambas coinciden en que cuando comenzaron a plantearse el ejercicio enfocado en pacientes oncológicos se encontraron ciertas dificultades. «La gente todavía no normaliza del todo que podamos hacer deporte. De hecho, cuando preguntaba en los gimnasios muchos de ellos me miraban con cara extrañada», recuerda Marta Fernández.
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