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El próximo destino de Miguel Gutiérrez Garitano no exige comida liofilizada ni repelente de mosquitos. Sólo requiere un ordenador y tiempo pues, antes de volver a colgarse la mochila, el presidente de la Sociedad Geográfica La Exploradora espera finiquitar el libro de reportajes sobre Irak –uno de los cuatro que tiene pendientes– donde estuvo en 2015 y 2016. Mientras pone orden a lo que vivió en el infierno de Mosul recoge el premio Alavés del mes de EL CORREO.
– Hace 16 años cogió la mochila y se marchó a Guinea Ecuatorial, la primera de las 14 expediciones a sus espaldas. ¿De dónde le viene la pasión por viajar?
– Era un chaval bastante introvertido y estaba todo el día leyendo, creé un poco mi propia realidad con la lectura de 'La odisea', 'El señor de los anillos'... Además, asistía a las reuniones de la Africanista y recuerdo que rescataron el libro 'África' de Manuel Iradier y cuando lo leí me pareció una maravilla, revolucionario, porque era muy ameno y podías aprender divirtiéndote. De ahí surgió todo.
– ¿Se conoce bien a Manuel Iradier en su ciudad?
– Creo que va por épocas y quizás estamos en un nuevo ciclo donde vuelve a ser un desconocido. A Iradier se le ha tratado de manera injusta, ha sufrido ese cierto tabú que hay ahora hacia el mundo de la colonización, pero no podemos dejar de estudiar la historia por ello. En todas las épocas ha habido grandes ejemplos de personas e Iradier lo fue.
– Brasil, Ecuador, el Sahara occidental, el Ártico... ¿Cómo escoge sus destinos?
– Son intereses personales, tiene que ver con mis vivencias y con contar algo que entretenga y haga aprender sobre la historia pero que no sea una tesis doctoral. El proyecto de Vilcabamba, por ejemplo, surgió de una noticia que leí sobre el último reducto de los incas contra los españoles y luego descubrí que estaba presente en Tintín, Tolkien, Indiana Jones, un videojuego de Lara Croft, Tadeo Jones... El caso de Irak es diferente porque es una guerra que he vivido desde pequeño...
– ¿Es el lugar más duro que ha recorrido?
– He visto cosas terribles en todas partes, no necesariamente en lugares en guerra, pero es cierto que en Irak me asomé a las más fuertes. Es el ejemplo perfecto de una sociedad más o menos moderna que ha acabado en las cenizas, que ha pasado de la civilización al barbarismo y al Estado Islámico. Y no son mejores ni peores seres humanos que el resto, simplemente han llegado a esa situación tras una radicalización progresiva en un país sin Norte ni Sur donde arde hasta el cimiento.
– ¿Qué vio allí?
– En Mosul, en mitad de la ciudad, al lado del palacio de Justicia, había un mercado de esclavas, también vi una avenida con cabezas clavadas en estacas... Pero lo que más sucio me hizo sentir fue una clínica en la zona yazidí, en Sinyar, donde habían puesto un biombo en un quirófano y los comandantes yihadistas lo usaban como 'violadero' de niñas, a las que un señor las disfrazaba de novia y un imán las casaba.
– Este verano regresó al Amazonas, donde ha cerrado un ciclo de expediciones que comenzó en 2009. ¿Qué se encontró entonces y qué ha dejado ahora?
– Algo parecido, el Amazonas que está a punto de desaparecer ya existía en 2009, ya estaba siendo devastado también hace 50 o 60 años, pero lo que ha hecho ahora Jair Bolsonaro es pisar el acelerador, quitar hasta el disimulo. Es el 'far west', la debacle donde el Estado o no está o hace la vista gorda, donde el crimen es la autoridad en algunas zonas. Lo que me he encontrado son, por ejemplo, las últimas tribus en aislamiento voluntario o las de reciente contacto donde el abuelo caza con lanza y el nieto te saluda en Facebook.
– ¿Hay algún lugar al que jamás volvería?
– Todos me han impresionado para bien, volvería, pero el mundo es tan grande y hay tantas historias y proyectos que hacer... Ahora lo que más me interesa y sobre lo que más estoy leyendo, aunque no sé si iré, es Afganistán y Pakistán.
– Ha pisado campos minados, trincheras... ¿Ha sentido miedo?
– He tenido dos o tres sustazos de salirnos de la carretera y casi matarnos cuando me ha cogido algún conductor que va a 200 por hora por la noche... Pero tengo un punto de inconsciencia y soy muy prudente cuando viajo, lo planifico muy bien, consigo contactos 'in situ' que son básicos para moverse seguro y una vez allí soy un poco pesado con el tema de la seguridad. No puedes bajar la guardia, los riesgos siempre están ahí.
– ¿Cuál es el lugar más extraño donde ha dormido?
– Qué difícil pregunta... He dormido a la intemperie, en barcos, en coches, en hamacas para no acabar picado por todos los bichos... pero quizás el más raro fue sobre el mineral de hierro en un tren de mercancías que cruzaba Mauritania.
– ¿Y lo más raro que ha comido?
– En Brasil he comido una hormiga súper grande que allí se la comen viva como si fueran pipas, en Ecuador he probado gusanos fritos, en una boda inuit en Groenlandia a la que nos invitaron había ballena y oso polar...
– ¿Compensan estas 'palizas'?
– Hay un enorme sacrificio personal, primero, porque no estoy con mi gente y también económicamente porque cada vez que hago un viaje me arruino. Pero por lo menos he conseguido que mis seres queridos lo gocen conmigo.
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