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«Paso por el parque de la Florida todos los días y nunca había reparado en estos árboles». Las nuevas visitas programadas en este lugar emblemático de la capital alavesa permiten a turistas y locales conocer otras facetas de este parque fundado en ... 1820 y suscitan frases como esta. Desde ayer y hasta mañana miércoles las familias pueden descubrir la historia y la botánica de la Florida de la mano de la Escuela Abierta de la Ciudadanía y a partir de este sábado la Oficina de Turismo ofrecerá rutas con motivo del 200 aniversario del parque a un precio de 6 euros hasta finales de septiembre.
El parque es el de siempre pero las costumbres han cambiado. Los participantes están obligados a acudir con mascarillas a las visitas y el personal recoge los datos de contacto de los asistentes para facilitar el trabajo de los rastreadores por si fuera necesario avisarles en caso de rebrote. Después el paseo transcurre con naturalidad entre especies autóctonas, curiosidades traídas del extranjero y recuerdos de la Vitoria del siglo XIX. En las manos un pequeño mapa que, en vez de recoger calles y avenidas, resume los hitos históricos de la Florida y coloca sus esculturas y árboles más singulares.
«Vamos chicos, ayudadme a encontrar un tejo. No está lejos de aquí», anima la guía Aitziber Mondejar. Pronto esos niños a los que tanto se acusa de pasar demasiado tiempo con la tecnología dan con el ejemplar y están dispuestos a saber más. Hace 200 años el entorno del parque era muy distinto. La Florida se creó en 1820 al estilo de los jardines franceses para sustituir al antiguo parque del Espolón y, en 1855, se amplió sobre las huertas del convento de Santa Clara con un diseño romántico. Sus colinas artificiales, sus grutas, cascadas y caminos sinuosos continúan dando forma a uno de los pulmones verdes de la ciudad.
Así pues, la zona elíptica próxima a la calle Santiago Ramón y Cajal fue la primera en construirse al estilo de los jardines de Versailles. En ella se celebraron carreras de velocípedos precursores de las actuales bicicletas y no tardó en convertirse en el lugar de reunión de la sociedad alavesa. Más tarde llegarían los caminos superiores que conectan el sur del parque con el Parlamento, de estilo inglés y pensados para perderse en ellos. La presencia de más de 250 especies de árboles y arbustos distintos es responsabilidad, en gran parte, de los jardineros que durante décadas se encargaron de adquirirlas y cuidarlas en ferias como las celebradas en París. Estos reputados profesionales vivían donde hoy se encuentra la Casa de la Cultura Ignacio Aldecoa, cultivaban flores para su venta en un invernadero y conformaron el parque tal y como es hoy en día. Algunos ejemplos son el ginkgo biloba, la haya europea de hojas de helecho, la secuoya roja o el cedro del Líbano que llegaron como retoños y ahora, tras años de crecimiento, ofrecen sombra a los paseantes.
Cerca de este último se encontraba el rincón del árbol del amor, un Cercys siliquastrum, desaparecido en 1930. Hasta entonces los vitorianos faltos de amor daban siete vueltas a su tronco pidiendo suerte para encontrar pareja. El Ayuntamiento de Vitoria se ha propuesto recuperar esta especie caracterizada por sus flores rosadas, así que pronto se convertirá en una alternativa más a las aplicaciones de ligoteo.
Estas visitas de la Escuela de Ciudadanía y la Oficina de turismo también recuerdan curiosidades como que, en su día, los estanques del parque ayudaron a repoblar de truchas los ríos de Álava y se centran en aspectos más nuevos del parque como el Jardín secreto del Agua, fundado en 2006. «Hemos descubierto aspectos de la Florida que no conocíamos», celebraban ayer Aitor Lauzurica y la pequeña Elena, de 7 años.
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