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Este maldito virus Covid-19 ha entrado en nuestras vidas arrasándolo todo. Se ha llevado a miles de compatriotas, ha afectado seriamente a otros tantos, nos ha confinado en nuestros domicilios durante dos meses, ha destrozado nuestra economía y, para rematarlo, ha dado al traste ... con nuestras fiestas más tradicionales, las de La Blanca. Ciertamente este virus además de asesino, cruel y ladrón es también un aguafiestas.
Como la prudencia aconsejaba y el sentido común podía prever, nuestro Ayuntamiento ha confirmado que las fiestas de La Blanca 2020 han quedado suprimidas. Bien, ya saben que no hay carnaval sin cuaresma, pero también ha insinuado nuestro alcalde que se podría pensar en realizar algunos actos de carácter íntimo y no mayoritario. ¿Supone esto que se podrían llevar a cabo algunos de sus rituales más significativos en espacios públicos? ¿La ciudadanía podrá manifestar su júbilo y sentirse de fiesta, más allá de su domicilio o terraza? Es una cuestión complicada. Por un lado, una sociedad que ha vivido una situación tan traumática como ésta necesita una cierta liberación. En este sentido, la fiesta se hace este verano más necesaria que nunca. Pero por otro, la situación sanitaria exige extremar la prudencia, con un virus que sigue presente entre nosotros y todo parece indicar que lo seguirá estando durante largo tiempo.
Es indispensable que cualquier celebración festiva, promovida tanto por nuestro consistorio como por asociaciones (Cofradía de la Virgen Blanca, Celedones de Oro, Zeledon Kultur Elkartea o las cuadrillas de blusas y neskas, por poner varios ejemplos significativos), se sujete a ciertos compromisos irrenunciables: portar mascarillas, mantener una distancia de seguridad, no pasar de la docena de personas y extremar el lavado de manos o la utilización de gel hidroalcohólico. Si pretendemos, de forma absolutamente irresponsable e insolidaria, celebrar nuestras fiestas como si no pasara nada nos veremos abocados de nuevo al confinamiento. Es momento de pensar en otro modelo de fiesta. Quizás la bajada de Celedón deba ser virtual mientras encendemos el puro y cantamos en nuestras ventanas; podría ser que la procesión de los Faroles se redujera y tan sólo se permitiera al público verla con una distancia de cinco metros entre personas; tal vez la ofrenda floral a nuestra patrona sólo se pudiera realizar con una comisión de diez personas de cada cuadrilla, no sería descartable que blusas y neskas debieran juntarse a comer en grupos pequeños y en espacios como parques o jardines manteniendo distancias… ideas puede haber muchas, es el momento de la creatividad.
Lo que no podemos hacer es actuar de forma suicida. La fiesta es tiempo de exceso, pero este año no toca. No caigamos en el error, pues como dice nuestro refranero, a veces lo que gusta en la fiesta, por la mañana apesta.
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