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28 de octubre de 2019. El Alvia 4086 se prepara para salir de Vitoria con destino a la estación de Chamartín. El vigilante de seguridad, ... Jose Ángel Calvo, de servicio, vigila el andén mientras las pasajeros acceden a los vagones. Espera paciente hasta que el último viajero ponga pie en el convoy. Todo iba según lo previsto hasta que un insólito hallazgo rompió su tediosa rutina. Cuando el tren se perdió en la lejanía, antes de enfilar escaleras abajo el camino hacia el túnel que conecta ambos andenes, encontró junto a sus pies cuatro papeles naranjas con la bandera de las siete estrellas y la rúbrica estampada de Mario Dragui, el presidente del Banco Central Europeo.
Sin testigos, no pocos hubieran tenido la irresistible tentación de echárselo al bolsillo. Pero, contra lo que se pueda pensar, a este guarda «de sueldo humilde» no le inundó esa alegría de quien se sabe en posesión del décimo premiado. Ni tan siquiera afloró en él un ápice de picardía, sino más bien un profundo sentido del civismo.
Sin pensarlo, Jose Ángel se dirigió al jefe de estación y le entregó los 200 euros. Allí permanecieron un mes, pero nadie se apresuró a recuperar el dinero. Después los llevaron a la Oficina de Objetos Perdidos del Ayuntamiento, cogieron polvo, pero su propietario nunca apareció. «El jefe de estación me dijo que, si eso pasaba, a los dos años podría reclamarlos y quedármelos». Así se encargó de recordárselo una vez venció el plazo.
Pero no iba a ser tan fácil. «Fui a la comisaría de la Policía Local a reclamarlos, pero no tenían ni idea del asunto». Así empezó todo un sinfín de trámites para hacerse valer como su nuevo legítimo propietario. Sorprendidos, los agentes nunca se habían visto ante un caso similar. «Me mandaron a un centro cívico y me dijeron que me lo ingresarían por transferencia. Después me pidieron que enviara un escrito...». Un periplo de idas y venidas desde Treviño y todas con la misma reacción: incredulidad. «A saber que hubiera pasado si hubiera aparecido su propietario, ¿cómo lo hubiera demostrado?», se pregunta. Pasaban los días y, cuando estaba a punto de tirar la toalla, recibió la llamada. «Fui a Aguirrelanda. Unos agentes habían encontrado el dinero en un almacén dentro de un sobre». Así es como Calvo por fin recuperó su particular 'tesoro'.
Hoy todavía se cuestiona como nadie los reclamó en esos 24 meses. «Supongo que cuando se dio cuenta, perdió toda esperanza de recuperarlos. No es lo normal que alguien, en lugar de quedárselos, los entregue», asume este guarda que, pese a que reconoce que ese dinero no le va a arreglar la vida, sí le ha permitido por el momento darse un caprichillo. «Me compré un saco para hacer Muai Thai». Además de dar una bella lección. «Al final prevaleció la honradez», dice orgulloso.
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