Carlos Núñez celebra en la carretera 25 años de su debut discográfico y recuerda a su mentor el 'chieftain' Paddy Moloney. Con la sabiduría de un druida y la determinación de un samurai, el gaitero encabeza una potente banda dispuesta a sembrar la magia del ... folk en las butacas del Principal, que están a punto de llenarse del todo. También, de música.
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– En estos tiempos inciertos, ¿es importante mantener ese vínculo entre la música y el público?
– Es súper importante. Tanto que mi maestro de los Chieftains, Paddy Moloney, se nos fue porque le faltó eso. Hace un mes prácticamente que le perdimos. Se lo llevó la tristeza de no dar conciertos. Los músicos lo necesitamos.Es vida.
– Y para los espectadores, claro.
– Nosotros tenemos público de todas las edades y el otro día, tras el concierto, vino una señora de 90 años. Me decía 'me siento muy bien, me siento muy bien'. Comprendí que esto no sólo son melodías y notas sobre un pentagrama. Hay mucho más que eso.
– ¿La música celta y folk tiene un vínculo especialmente hondo con las esencias humanas?
– Sin duda. Es una música que lleva ahí toda la vida.La tradición se transmite desde hace siglos y siglos y milenios y milenios. Además, es algo en continuo movimiento. Trae sabidurías muy antiguas que nos hacen conectarnos con las cosas más importantes de la vida y con la naturaleza. Es algo semejante a cuando una persona que trabaja en una oficina deja la ciudad se va el fin de semana a una casa de campo con huerta y echa mano de útiles que llevan ahí desde la edad del hierro. Esta música te proporciona esta conexión, este viaje.
– Usted es un ejemplo de cómo se crea a partir de una raíz, pero ¿hasta qué punto es necesario revisitar las fuentes?
– Es fundamental. Paco de Lucía me contaba que recomendaba a los más jóvenes que no le copiasen a él. Decía que lo que hizo con Camarón ya estaba explorado y tenía que venir un nuevo cerebro que partiera de más atrás y trazase una nueva línea. Cuando escuchas creaciones muy flamenquitas de Rosalía, con apenas dos acordes, es diferente. Ha habido un claro cambio. es muy importante revisitar las fuentes y reinventar continuamente.
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– Con este 25 aniversario de su primer disco, 'A irmandade das estrelas', ¿cómo ha afrontado esta remirada a sus inicios?
– Lo que más me llamó la atención es que dejó una estela. Empecé a grabarlo con 23 años, acababa de vivir una especie de viaje iniciático con mis maestros The Chieftains por todo el mundo. Y tocando con estrellas de la música de todo tipo de estilos, como los Rolling Stones que veneraban a los Chieftains. Un día, con the Who y al siguiente grabábamos con Sinnead O'Connor, luego había conciertos con Mark Knopfler o con Van Morrison.
– Menudo viaje.
– Sí, yo veía que aquellos rockeros tenían mucho cariño a la música tradicional, como raíces del propio rock. No era lo que yo había vivido en la España de los 80, cuando la gente quería el rock y la 'movida'. Pero aquí querían olvidar la tradición: les sonaba al No-Do, a la época franquista. En cambio, en Estados Unidos le daban importancia, era la base.
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– ¿Cómo lo procesó?
– Aprendí de los Chieftains a reunir a grandes músicos de todos los géneros. Eso fue 'Irmandade' y 25 años más tarde, hay una generación que ya se ha inspirado en la tradición sin ningún tipo de complejos y desde todos los estilos.
– ¿En el caso de 'Fariña', con Iván Ferreiro, cierran un círculo?
– Sí, Iván se inspiró en una canción de 'Irmandade', 'Cantigueiras', donde invitamos a unas pandereteiras. Hizo una nueva canción y ahora hacemos una contrarréplica con otras pandereteiras. Es ese círculo.
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– ¿Cómo ha seleccionado a sus invitados para hacer las canciones con otra mirada?
– La propia naturaleza te va marcando el camino, vas sintiendo la magia con la gente. Por ejemplo, con Rozalén surgió porque el actual presidente de Sony Music Spain, José María Barbat, era jefe de producto cuando grabamos 'A irmandade das estrelas' y tenía nuestra edad. Me propuso hacer un disco de aniversario. Me presentó a Rozalén y fue una sorpresa, canta súper bien y tiene verdadera sensibilidad hacia la música tradicional, unas seguidillas del siglo XVII. Ya hemos hecho música juntos y somos amigos. Para conseguir esa magia con la música tienes que ser un poco druida, poner los elementos correctos en la poción.
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– ¿Homenajea a The Chieftains como un agradecimiento por lo que le han aportado?
– Totalmente. Cambiaron mi vida. Paddy cambió la mía y la de prácticamente todos los músicos que vamos a estar en el escenario en Vitoria. Ha hecho posible el sueño de dedicarme profesionalmente a esto: ser un gaitero internacional y viajar por el mundo era algo imposible. Me enseñó y me empujó a hacer la locura más grande de mi vida: con 18 años era profesor de conservatorio superior, con mi plaza.
– Eso en un país más de plaza fija que de riesgos...
– Sí, ja, ja. Paddy me decía años después si me arrepentía. Yo le decía que no y le daba las gracias. Le hacemos un homenaje en todos los conciertos.
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– ¿Tocar la gaita o la flauta le lleva por diferentes caminos?
– Por supuesto. Cada instrumento te lleva a su imaginario. La flauta es el amor platónico y la gaita, aristotélico, más carnal o sexual. De hecho en la Edad Media fue vista como algo diabólico. Como lo es la guitarra eléctrica. Y la gaita tiene también muchos decibelios, es como una guitarra eléctrica de la Edad Media. No hace falta irse al Tíbet, aquí tenemos sabidurías muy antiguas.
– También es un gran difusor del instrumento. ¿Se lo agradecen los gaiteros más tradicionales?
– Donde hay tradición de verdad hay un conocimiento. Cuando empecé, los gaiteros mayores, que te transmitían la tradición, te educaban como a un aprendiz de samurai. Tienes una misión, te entregaban una bandera para llevarla con todo el orgullo, hacerlo bien y saber que eso tendrá influencia en la cadena hacia el futuro.
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– Menuda responsabilidad, ¿no?
– Claro. Porque, al mismo tiempo, esto no puede morir. No puedes abandonar y la tradición tiene que continuar. Hay toda una filosofía y un respeto detrás. Es lo que sentí al hablar con el maestro de otra tribu, de otro clan, que era Paco de Lucía.
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