Vidas trasplantadas

Me refiero a la opción legal de ingresar en una familia bajo el pórtico del amor sin reservas y mantener los afectos sanguíneos de quienes quedan atrás cuando la chavalería emprende un viaje de ida tantas veces sin retorno. De la posibilidad amparada por las normas del Derecho de pertenecer a un núcleo nuevo sin el requerimiento de sajar las amarras que unen a niños y jóvenes con sus puertos de origen, a menudo sacudidos por los embates de unas vidas que no entienden de paños calientes o medias tintas.

En las declaraciones del personal del IFBS sobre «la narrativa de la historia» reverberan los sonidos propios a las sagas familiares que parió como nadie Gabriel García Márquez. A la familia Buendía, a los relatos increíbles de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, a tantas páginas donde flota la magia paranormal sobre las cabezas de la realidad. Ficción o no, las adopciones nos remiten al asunto capitular de la identidad, la génesis, las raíces firmes o arrancadas y el principio de todo. También en los seres menudos trasplantados a otros sitios por las que fluye una sangre original.