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Su infancia transcurrió al traqueteo de El Trenico.. De niño recorrió cientos, miles de kilómetros, viendo cómo el paisaje iba cambiando entre Vitoria y Maeztu a través las ventanillas de aquellos vagones. Seguro que hubo un momento en que era capaz de recorrer en su ... memoria cada árbol, cada poste, cada ladera. Hasta que aquella aciaga Nochevieja de 1967 aquellas locomotoras frenaron para siempre. Años después, él asumiría una misión cargada de simbolismo: hacer todo lo posible para que la memoria del Ferrocarril Vasco-Navarro no entrara también envía muerta. Ylo logró.
El investigador Javier Suso es uno de los mayores expertos de aquella línea, una joya del patrimonio industrial alavés. Su trabajo infatigable, su ingente labor de recuperación y de divulgación han hecho posible que el legado de El Trenico se conserve y pueda ser consultado. EL CORREO ha decidido otorgarle el premio Alavés del Mes por su contribución es inmensa y esencial para que, finalmente, el Gobierno vasco haya decidido recientemente declarar lo que queda de aquella línea como Bien Cultural de Protección Especial.
«Este premio me hace especial ilusión porque en realidad es el único que he recibido como reconocimiento a la labor que he hecho todos estos años y que EL CORREO se ha encargado de divulgar», reconoce, sincero Suso, cuyo ingente trabajo de arqueología ferroviaria arrancó en 1998, 30 años después de que el Vasco-Navarro dejara de funcionar.
Precisamente fue su padre, Ángel Suso, el responsable de Hacienda de la extinta compañía, el que, con todo el dolor de su corazón, tuvo que enfrentarse a la amarga tarea de desmantelar El Trenico. «Fue muy duro para él, hasta el final de sus días, cuando ya el hombre estaba muy malico, estaba muy preocupado con lo que iba a ocurrir con la estación de Maeztu, de donde somos y donde he pasado tantos veranos», rememora.
Fue el padre quien tuvo que darle la extremaunción empresarial a la línea ferroviaria y ha sido le hijo el que ha hecho todo cuanto ha estado en su mano para rescatarla del olvido. Hay algo de justicia poética en la labor de Javier. «Todo lo que he hecho, lo he hecho por él, por mi padre», reconoce.
Suso se ha tomado su misión a conciencia. A lo largo de más de 25 años ha logrado proteger, custodiar y encontrar una ingente cantidad de documentos, fotografías y materiales que el pasado año decidió entregar a la Fundación Sancho el Sabio, el Archivo Municipal de Vitoria, el de Maeztu y el Museo Vasco del Ferrocarril. Su tesoro, con más de 28.000 joyas documentales están ahora a disposición de quien quiera seguir con su labor investigadora.
La contribución de Javier Suso también fue esencial para que, de algún modo, El Trenico volviera a la vida. Fue uno de los grandes impulsores de la Vía Verde del Vasco-Navarro, ese camino de 140 kilómetros (47 km en Gipuzkoa y 63,5 km en Álava, y el resto en Navarra) que hoy tantos y tantos ciclistas y senderistas disfrutan. «Fue la mejor forma de conservar su trazado», razonaba Javier hace un tiempo en estas mismas páginas.
Y su labor se ha visto finalmente recompensada hace solo unos días cuando el Gobierno vasco ha decidido, por fin, declarar como Bien Cultural de Protección Especial los restos del Vasco-Navarro, un viejo anhelo para los amantes de la historia de esta vía única que tanto habla del pasado de los alaveses.
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