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«No quiero biombo. Quiero verles la cara y me da igual que ellos me vean». Con ese poderío rechazó la medida de protección la víctima de una violación que se juzgó ayer, lunes, en la Audiencia Provincial de Álava. La mujer reconoció a su ... agresor principal. Fue en septiembre de 2020 cuando la amenazó con dispararle a la yugular con una pistola táser después de acceder a su apartamento con la excusa de mantener un encuentro sexual pactado.
En realidad se trató de una encerrona para esta trabajadora del sexo que ya no ejerce en Vitoria por temor al «entorno» del acusado. «Este ser me dijo que si gritaba me iba a soltar una descarga. Y luego que si me resistía fuera había otros cinco y que me iban a reventar», indicó con una enorme entereza. Presuntamente la forzó y luego llamó a un compinche que aguardaba en la calle. Este segundo atacante –también sentado ayer en el banquillo de los acusados– se abalanzó sobre ella y la hizo tocamientos contra su voluntad hasta que el principal encausado le mandó parar. A partir de ahí se dedicaron a registrar el apartamento, cogieron todo lo que encontraron de valor y huyeron.
«También se llevó la bolsa de la basura porque allí tiró el preservativo que usó. Muy profesional y muy suelto le vi». Gracias a los consejos de otro cliente con el que tenía cita denunció al 112 pese a estar en «shock». Hoy, transcurridos casi dos años de aquella pesadilla, «me acuerdo todos los días de él (en referencia al procesado), desgraciadamente».
declara la víctima
La videovigilancia del edificio aportó la primera pista a los investigadores de la Ertzaintza. Una chica a la que acudió el principal sospechoso también contribuyó a su captura y al hallazgo de la táser. Estaba en un contenedor junto a dos esprays ilegales y herramientas para forzar puertas. Dos días después de los hechos, al principal sospechoso lo encontraron colgado del balcón de la casa donde se escondió. «Hacía un día de perros, le oímos gritar y le rescatamos», declaró uno de los agentes. Era un cuarto piso.
Este joven, que tenía 23 años en aquella época, reconoció el robo, aunque tildó de «consentidas» las relaciones sexuales. En su último turno de palabra aseguró que «está mal lo que he hecho, además me arrepiento mogollón, pero no soy un violador. Jamás».
Su compinche, un año menor y que necesitó de traductor pese a llevar una década en el país, alegó que desconocía qué iba a ocurrir en el apartamento. Aseguró que sólo acompañó al principal procesado. «No he hecho nada, pero de todas formas pido perdón a la víctima», selló. Su abogado pidió la atenuante de «drogadicción» para ambos tras recordar que su adicción se intensificó «durante su época de menas, lo que supone un absoluto fracaso de la administración».
Por su parte, el fiscal reclamó un global de 20 años y medio para el presunto autor material de la violación. Respecto al otro encausado, la petición fue de 7 años. Ambos jóvenes permanecen en prisión preventiva desde su arresto. De ser condenados, el Ministerio Público solicitó que ambos sean expulsados del país una vez hayan cumplido dos terceras partes de la pena impuesta. La sentencia de los magistrados Poncela, Cabero y García Romo llegará en unas semanas.
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