![Zélie otea el horizonte desde un roquedo de Montaña Alavesa.](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202210/16/media/cortadas/Imagen%20(77090738)-k3-U180384198639G6D-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Zélie, la primera águila Bonelli nacida en Montaña Alavesa en 40 años y la primera concebida en Euskadi en cuatro lustros ha dejado el nido y vuela lejos de sus padres, Teo y Soraia. Es una rapaz especial. Si regresa a Campezo y forma su ... propia familia, será un acontecimiento para todos los biólogos que desde hace años se desvelan por tratar que la especie, en peligro de extinción, se asiente y críe de nuevo en los roquedos del territorio. Pequeños GPS permiten seguir los movimientos de 16 'bonellis' que vienen y van por estos pagos. Tan estrechamente, que los datos recopilados por los técnicos de Biodiversidad de la Diputación de Álava dan para un bonito relato de amor salvaje. Ahí va la historia de la majestuosa Zélie.
Leo, su padre, es un macho «excepcional» criado en Francia por Christian Pacteau dentro del programa europeo Aquila a Life en el que participa Álava junto con Baleares, Madrid, Navarra, Andalucía y Cerdeña. Soraia, la madre, fue la más pequeña de una pollada de una pareja de águilas granadina. En 2018, cuando ambos eran pollos volantones, con apenas 51 y 56 días de vida, fueron liberados en Campezo mediante la técnica de criaza campestre o hacking (se colocan en nidos que simulan los naturales y se les proporciona la comida de manera artificial). A los dos meses Leo y Soraia dejaron de necesitar ayuda y se fueron a explorar el mundo. Cada uno por su lado.
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Quiso la casualidad que ambos pasaran su primer invierno de vida emancipada en Portugal, aunque separados por cientos de kilómetros. Y como es habitual en la especie, en la primavera de 2019, hembra y macho, aún inmaduros, realizaron varios «viajes de regreso» a su 'casa' de Montaña Alavesa. Fueron sus primeros «retornos filopátricos». Reconocían el terreno cada uno por su cuenta y se iban. Ella, al valle del Duero. Él, a la Ribera navarra.
Pero en marzo del siguiente año, la pareja coincidió en una de sus visitas a Campezo. Fue un flechazo y ya no se han separado. Al poco tiempo del reencuentro volaban juntos, defendían su territorio frente a otras rapaces y se cobijaban para dormir en el mismo roble. «Y, lo que entre las águilas es la máxima prueba de amor: compartían el alimento y se cedían las presas en vuelo», escriben los biólogos.
No tardaron ni días en intentar tener descendencia. Pero apenas tenían dos años y hubo que esperar. Soraia y Leo cada día se compenetraban más y un buen día de enero de 2021 los biólogos observaron que habían preparado un nido muy acogedor, con hierbas frescas. «Mientras Soraia construía con esmero la morada, Leo la protegía del sol con sus alas extendidas». La puesta ocurrió en febrero, puede que de dos huevos, que la hembra ocultaba cuidadosamente. A principios de abril un «algodoncito» asomó la cabeza. A distancia, los guardas de Izki, vieron «sus enormes ojos con antifaz». No ocurría nada así en la zona desde hacía 40 años.
jovenzuela
el regreso
En sólo tres semanas el pollito se convirtió en un desgarbado adolescente. «Desgarraba las presas sujetándolas con sus desproporcionadas garras y hacía alas sin parar», relatan sus vigilantes. Se preparaba para el vuelo, así que expertos en radioequipaciones y escaladores rapelaron hasta el nido para colocarle la mochila con el GPS y de paso sexarlo. Era hembra. Su criador, Pacteau, bautizo a su 'nieta' -la primera que nacía de las más de 60 águillas Bonelli criadas por él- como Zélie.
Tras algún que otro traspié, Zélie aprendió a volar en junio y dos meses después abandonó el nido. Está desatada, inmersa en su dispersión juvenil. Va y viene. Es rápida y curiosa. Tras breves incursiones en Francia, este año parece que los intereses exploratorios de la majestuosa jovenzuela están más cerca, entre Teruel, Zaragoza, Tierra Estella y Campezu, su tierra natal. Los técnicos de la Diputación intuyen que está de vuelta, que va alcanzado la edad de aparearse y que probablemente regrese a sus orígenes, en Montaña Alavesa, a deslumbrar con sus vuelos en picado por Istora o La Dormida. «Cuando vuelva ahí estarán Teo y Soraia, que en la zona tienen dos o tres nidos, y no le van a dejar hacer el suyo. Van a expulsarla y deberá alejarse. Quizá se quede cerca. Y otra cosa es que encuentre pareja», explica Íñigo Moreno, técnico de Biodiversidad.
Desde 2015, la Diputación ha reintroducido 30 ejemplares de águila Bonelli en Valdegovía, Campezo y Laguardia. Quizá la imponente Zélie encuentre entre ellos algún padre de sus polluelos.
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