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Más de 5.000 negativos guardados en una maleta desde los años ochenta. Ese era el ingente material que decidió ordenar el fotógrafo Josetxo Silgo (Vitoria, 1966) hace algo menos de un lustro. Acabó dando forma a un fotolibro, 'Y al fin volar', publicado en 2023. Y, ahora, una veintena de instantáneas toman también la exposición homónima que se puede ver en la Sala Amárica.
¿Por qué tanto tiempo después? ¿Qué había en ese bulto? La explicación más prosaica es que se lo debía a sí mismo. «Nadie iba a revelarlas si no lo hacía yo», cuenta Silgo, que se formó en la Escuela de Artes y Oficios, así como en diferentes seminarios con figuras como Alberto García Alix y Jon Gorospe.
Pero, en realidad, el proyecto iba más allá. Hundía sus raíces en sus orígenes tinerfeños, ya que todas esas fotografías las había tomado hace décadas Silgo en la isla de la que es originaria su familia. «Aunque mis padres emigraron a Vitoria como tantos otros, entre julio y septiembre solíamos ir a Tenerife. Allí aprendí fotografía con 16 años con mi tío Antonio, profesor de Química que me enseñó a revelar y positivar», explica.
En la Sala Amárica Josetxo Silgo (Vitoria, 1966), formado en la Escuela de Artes y Oficios. Con seminarios con figuras como García Alix. Exposición 'Y al fin volar': parte del folibro que recorre los «sentimientos, pasiones y obsesiones» del autor en sus veranos en la isla de Tenerife en los años 80. Hasta el 5 de mayo: Entrada gratuita
En esta ventana al pasado recoge «sentimientos, pasiones y obsesiones» de aquellos años que ha dividido en diferentes secciones (isla, mar, familia y mujer). «Concibo la fotografía como un viaje. Puede ser en el espacio –a otros lugares y países...–, en el tiempo –al pasado y al futuro– y como un viaje interior», explica Silgo. En este caso los tres motivos se abrazan en unas obras analógicas, en blanco y negro, que sugieren una visión nostálgica de los periodo estivales, pero también evocan un paisaje familiar. Unos tendederos, una piscina, el inmenso mar, terrazas... forman parte de un álbum que tiene tanto de memoria personal como de «homenaje» a su madre, fallecida en época covid.
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De hecho le dedica la exposición en la que incluye tan solo un 'disparo' reciente. Se trata precisamente de la última obra –la primera según se entra en el centro artístico de la plaza Amárica– en la que aparece una bolsa de plástico con el mar de fondo. «La hice cuando murió mi madre y fuimos a echar las cenizas al mar», explica acerca del sentido de esta pieza de 'mujer'.
El autor vitoriano explica que el proceso de recuperar estas imágenes le llevaba pensar en una forma «más pausada» de estar en el mundo. «Siento que en Tenerife hay una forma diferente de vivir la vida a cómo la vivimos en la península, dando más importancia a los momentos familiares». Como curiosidad, ese ambiente veraniego y familiar guarda similitudes con la exposición 'La piscina', de Javier Berasaluce, que se pudo ver en el mismo espacio hace dos años. Eso sí, cada uno con su propio forma de mirar por el visor.
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