Domingo, 27 de mayo 2018, 00:40
El desagüe se traga 30 litros de agua por cada día que un grifo gotea y otros 200 cuando alguien decide darse un baño en lugar de una ducha, que requiere cuatro veces menos de caudal siempre que se limite, eso sí, a cinco ... minutos. Un reloj de arena impermeable controla que el remojón no diluya también la noción del tiempo en casa de los Rodríguez Fuente, el mismo artilugio marca el cepillado de dientes de la familia Sáez Jiménez y en el piso de Raquel Mardones «jamás» se ha llenado la bañera. Todos ellos se han licenciado en conciencia ecológica a través del programa 'Hogares verdes' que, impulsado por el Ayuntamiento de Vitoria y participado por Fundación Vital con 20.000 euros, ofrece desde 2015 las claves para una actitud responsable con el medio ambiente en forma de gestos cotidianos. El agua es sólo uno de los asuntos que se abordan en este proyecto que ya ha graduado a más de un centenar de familias en la ciudad y que recorre otros ámbitos como la energía, los residuos o la movilidad.
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En una urbe distinguida con la capitalidad verde europea en 2012 se multiplican los aliados para hacer de ese título una realidad diaria. «Hay que creer en ello», sentencia Estefanía Fuente. En su vivienda del centro -matrimonio con tres hijos de 14, 11 y 9 años y un perro juguetón que llegó por Reyes- aplican desde hace tiempo esta filosofía que ha convertido a su familia en una profesional de la separación de residuos. Vidrio, papel, plástico, restos orgánicos, aceite, medicamentos, pilas, bolígrafos, bombillas... y artículos que pueden disfrutar de una segunda vida, desde juguetes a libros y ropa, ocupan su correspondiente espacio en este piso. «Doy mucho la chapa con el tema pero es que es tan fácil hacerlo...», cuenta esta mujer que reutiliza el envoltorio del pan de molde, por ejemplo, como bolsa de basura. La tasa de reciclaje ronda el 29% en Vitoria, donde cada vecino genera 0,98 kilos de desechos por día, y «tenemos contenedores cada pocos metros aunque hay quien se resiste a usarlos con la excusa de que no tiene sitio en casa para tanto cubo», lamenta Raquel desde Coronación.
En el hogar de los Sáez Jiménez, una pareja con dos niños, de 8 y 3 años, asentada en Lakuabizkarra, se las han arreglado para montar unas cajoneras en la terraza donde organizar los residuos, y si dispusieran de un hueco más amplio crearían también su propio huerto. A falta de ello, cuando acuden al mercado, saben que «es mejor el tomate arrugado». Lo dice el hijo mayor, Oier, quien tiene claro que frutas y verduras «no deben escogerse por su aspecto bonito», agrega su madre, Yolanda. La nevera de Raquel -es vegetariana- se llena bajo los mismos parámetros con productos bio y la familia Rodríguez Fuente, en contacto directo con diversos productores para surtirse de huevos o naranjas, entre otros alimentos, busca lo «fresco, ecológico -incluido el papel higiénico- y de temporada». En ambas viviendas, además, utilizan artículos de limpieza a granel, que funcionan «igual» sin recurrir a tanta química y evitan la generación de envases. Eso sí, aconseja Estefanía, «no hay nada mejor que la pastilla de jabón de toda la vida, la que usaban nuestras madres».
Agua. El 40-60% de caudal se ahorra cuando se coloca un perlizador en el grifo, ya sea de la cocina o el baño, apunta el Ministerio de Medio Ambiente. Este artilugio, que cuesta unos 3 euros, se enrosca en la grifería y mezcla aire con el agua.
En la cocina. La olla exprés reduce el consumo energético y en las cazuelas, si se coloca la tapa, se puede ahorrar hasta un 65% de energía. A la lavadora le convienen los detergentes sin fosfatos y, como ocurre en el lavavajillas, es mejor utilizar un programa económico y con la carga completa. El aceite jamás debe ir por el fregadero.
En el baño. Si el agua caliente tarda en salir se puede colocar un cubo y utilizar lo acumulado para el inodoro. La opción de descarga reducida en las cisternas con pulsador doble gasta la mitad de agua. Hay que cerrar el grifo para enjabonarse, lavarse los dientes o afeitarse, y la ducha no debe durar más de cinco minutos.
En el mercado. Evite los productos de un único uso como servilletas de papel o platos de plástico y con un empaquetado excesivo. Vaya con bolsa propia o carrito y busque alimentos frescos, ecológicos, de temporada y de producción local. Y si no necesita un artículo, no lo compre.
La despensa no es el único lugar donde se mide la implicación de los hogares verdes, que luchan por la sostenibilidad contra otro color, el rojo, de los aparatos en 'stand by'. Su consumo silencioso, en torno a un 15% de lo que gastan en marcha, según el Ministerio de Medio Ambiente, se liquida con una regleta a la que enchufan varios electrodomésticos y cuyo interruptor permite desconectarlos a la vez con un sólo gesto. Los pequeños de estas casas se encargan, como si fuera un juego, de apagar también las bombillas que los mayores dejan a su paso encendidas. El contador anual de cada vitoriano registra un centenar de kilovatios menos que hace un lustro (1.069 frente a 1.165) y a ello ayuda la extensión de las luces LED, que gastan menos y duran más. «Se nota hasta en el calor que dan», reconoce Iñaki Sáez, que cambió una docena de halógenos por este sistema. «Era algo a lo que llevaba tiempo dando vueltas pero pensaba que supondría mucho trabajo y, en realidad, se puede hacer en un día», anima.
Raquel adquiere asimismo bombillas LED a medida que se estropean las convencionales en su piso, donde vive con su niña de casi dos años y un perro de catorce. Allí, asegura, nunca «me ha saltado el automático», un indicador de que la potencia contratada tal vez sea superior a la necesaria. Los Sáez Jiménez se sirvieron de la llave del agua para reducir igualmente la cantidad que daban sus grifos porque «salía muy fuerte pero te acostumbras y piensas que es lo normal». «Yo recojo la fría mientras espero a que se caliente y la utilizo para regar las plantas», comenta la vecina de Coronación. Y en casa de Estefanía, explica ella, «a veces pensamos que el pequeño ha acabado de ducharse porque no oímos ruido y es que ha cerrado el grifo mientras se enjabona la cabeza». Entre ellos, concienciados con el entorno, y quienes derrochan, el consumo por habitante y jornada se sitúa en 106,7 litros en la capital alavesa, recoge el último boletín de la Agenda 21.
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En estos hogares comparten entre sus trucos la instalación de perlizadores -mezclan agua y aire- en los grifos para reducir el caudal o el uso de relojes de arena para vigilar el tiempo que pasan bajo la alcachofa, pero coinciden sobre todo en el aprendizaje que estos hábitos aportan a sus miembros de menor edad. «Adei ya sabe separar los residuos», indica Yolanda sobre este pequeño de tres años aficionado a los superhéroes. «Es que nos sale solo», constata Nicolás, el hijo mayor (14) de Estefanía, que considera la compra de «una buena bicicleta» como una inversión en una ciudad con más de 150 kilómetros de carriles para las dos ruedas. Raquel, además, intenta hacer llegar la lección a sus alumnos de inglés con quienes trata cuestiones como la huella de carbono. «Con algunos familiares ya es otro tema», añade consciente de la labor que queda por hacer. Cincuenta nuevas familias, de hecho, se encuentran ahora en las 'aulas' de la cuarta edición de la iniciativa municipal, que les enseña a funcionar en modo 'eco' como hacen sus electrodomésticos.
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