Así se verá el próximo eclipse total en Vitoria

Hace más de un siglo, el 30 de agosto de 1905, la eclipsemanía se apoderó de Vitoria. En busca de un lugar donde ver mejor el elipse total de sol, varios trenes partieron de la capital alavesa, uno de ellos especial con «800 expedicionarios», hasta superar el «millar de vitorianos», de los 31.000 vecinos que tenía entonces la ciudad. Todos se dirigieron a Burgos para observar el fenómeno que se produjo entre las 11.00 y las 14.00 horas. «Tribus de 'astrómanos' entraron airosas en el andén con el telescopio en el billete, el cristalito en el bolsillo del chaleco y el pañuelo, caja o maletín de comestible pendiente de la clavícula», recogía el vespertino Heraldo Alavés de aquel miércoles 30 de agosto. También «la carretera de Madrid» estuvo «animadísima» con «desfile de peatones, ciclistas, motociclistas, ginetes, cocheros y chauffeurs» con las personalidades alavesas de la época.

El acontecimiento fue tal que el propio rey Alfonso XIII se dirigió a la ciudad castellana, a la que acudieron expertos de toda Europa para observar el fenómeno astronómico. Muchos vitorianos se conformaron con verlo en Nanclares de la Oca o Miranda, hasta donde llegaron también algunos bilbaínos.

En Vitoria quedaron «pocos para presenciar el 'eclipsito', pero fue una delicia», recogía el cronista. El cielo despejado fue propicio para la observación de «esta fiesta de la naturaleza» y sólo unas nubes dispersas se interpusieron en el momento álgido. La actividad se paralizó a pesar de que en este punto de la Llanada el eclipse no fue total. «A la vía pública se ha echado todo el mundo», detallaba. Los vitorianos de 1905 desafiaron el fenómeno con los «párpados arpados, temerosos de pagar caro» mirar directamente al sol, «con cristales ahumados al principio del eclipse» y «sin ellos cuando la inmensidad del sol se presentó como una rajita de melón». Algunos se alejaron del núcleo urbano para verlo con más amplitud, aunque también fue observado desde «los balcones y galerías» que «estaban llenitos de gente. Chicos y grandes, viejos y jóvenes nos hemos dado un atracón de sol para el resto de nuestra vida», aseguraba el periodista, consciente de haber presenciado un fenómeno que «no volveremos a ver».

A las 12.45 el cielo azul «se presentaba más oscuro» como si fuera «una tormenta regular», pero a las 13.00 horas la «cosa se puso seria». «A la una y cuarto llegó el momento álgido. La oscuridad ha sido casi completa y los vitorianos hemos contemplado un cielo abandonado por su dueño. Poco a poco hemos vuelto a la normalidad y, para la hora del trabajo, la población presentaba su aspecto ordinario desfilando en pocos minutos para volver al trabajo», relató.

Recogía el noticiero alavés que en Madrid sólo se hablaba de ello y que hubo varias detenciones de personas que engañaron a los transeúntes con supuestos artilugios que servían para ver el fenómeno. Uno de ellos, «con un cántaro roto de barro, pedazos de una ventana y una máquina de retratar deteriorada decía que su aparato era el mejor del mundo sin rival y, que por el pago de cinco céntimos, podía verse el sol, la luna, las estrellas y todo el mundo solar». Por otro lado, el observatorio astronómico de Madrid recogió que «durante la oscuridad se distinguió perfectamente Venus» y anotaron «curiosos datos sobre las corrientes de aire y que las radiaciones de la corona solar fueron completamente distintas de las observadas en 1900».

Unos años antes, en el verano de 1860, Vitoria fue el epicentro de la investigación astronómica con motivo de otro eclipse total de sol que tuvo lugar el 18 de julio. A la capital alavesa llegaron astrónomos venidos desde Rusia, Francia e Inglaterra «bien provistos de instrumentos para observar el eclipse». Establecieron su observatorio en el alto de Santa Lucía y solicitaron «gente armada para que el pueblo no les interrumpiera en sus investigaciones». También algunos ingenieros locales y los catedráticos del Instituto se prepararon para hacer sus observaciones. Un monolito y una calle dedicada a los Astrónomos recuerdan este hito en el barrio vitoriano de Santa Lucía.

Otro observatorio con 60 astrónomos dirigido por el científico inglés Warren de la Rue, especializado en el estudio del sol, se instaló en el monte donde se encuentra el castillo de Quintanilla de la Ribera, cerca de Rivabellosa. Este experto quería averiguar si las protuberancias que se observan alrededor del sol en los eclipses eran ilusión óptica o pertenecían a la luna o al sol. Sus fotografías, comparadas con las tomadas en otros lugares, determinaron que eran solares.

Una espera de 166 años

166 años después, la capital alavesa tendrá una nueva ocasión de presenciar un eclipse solar total. Será el 12 de agosto de 2026. «Ver un eclipse en un mismo lugar es un hecho extraordinario. Hay que esperar una media de 330 años en el hemisferio norte», subraya José Félix Rojas, del Grupo de Ciencias Planetarias de la Universidad del País Vasco. Tras entrar en la Península por Asturias, a Álava llegará por el noroeste y comenzará a verse en Vitoria a las 19.32 horas, en el margen de la franja de 200 kilómetros de ancho que marca el límite donde es visible. «Cuanto más en el centro, más vistoso será. En los márgenes, como en Vitoria, durará menos. Desde una hora antes se notará que hay menos luz de la habitual. Todo se verá más mortecino», adelanta.

El momento culminante –la «totalidad», que dicen los expertos, cuando la luna oculta completamente el sol– será a las 20.27 horas y durará 65 segundos. «No se hace de noche completamente, no es una oscuridad que haga que se necesite una linterna para ver. Es como la luz mortecina de los últimos momentos del atardecer». Yañade que el mejor lugar para presenciarlo en Euskadi será «en la Llanada Alavesa». En España terminará «en las Islas Baleares, donde ya será menos visible». A nivel mundial, el «alineamiento perfecto se dará en Islandia, donde durará unos 4 minutos, pero es difícil que lo vean bien porque suele estar nublado».

Un eclipse es un fenómeno astronómico que ocurre cuando un cuerpo celeste, como la Luna o un planeta, se interpone en la trayectoria de la luz de otro. Los solares, como será el caso, ocurren cuando la Luna se interpone entre nuestro planeta y el astro rey. Dependiendo de la parte de este que quede oscurecida puede ser total, parcial o anular –cuando solo queda visible una especie de anillo de luz–. Según el Real Observatorio Astronómico de Madrid, en un año se producen entre 4 y 7 eclipses, incluyendo también los de Luna.

Además del de 2026 se sucederán otros cuatro en los próximos cinco años, ninguno de los cuales será visible desde el País Vasco. El primero será el 29 de marzo de 2025. El oscurecimiento oscilará entre el 31% de La Coruña y el 10% de Mallorca. El 6 de febrero de 2027 tendrá lugar un eclipse anular visible solo parcialmente en Canarias, Andalucía y el extremo sur de Extremadura. Unos meses después, el 2 de agosto, otro eclipse total que se verá al completo en Cádiz, Málaga, Ceuta y Melilla. Y el 26 de enero de 2028, otro eclipse anular oscurecerá partes de Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Madrid, Murcia, Valenciana, Aragón, Cataluña e Islas Baleares.

Fiebre por los eclipses

Una fiebre similar a la de Vitoria hace 119 años se vivió hace apenas un mes en Estados Unidos. Los 31 millones de personas que residen en los estados donde se pudo observar «enloquecieron», según las crónicas. Algunos de ellos pensaron que era el fin del mundo, como ocurrió aquí en 1860, cuando «gentes, locas de terror en algunas aldeas, huían a refugiarse donde podían, algunas en las iglesias». (Cosa que no ocurrió en 1905, ya que, según 'El Heraldo Alavés', la ciencia, las revistas y la prensa habían dado el paso para «la vulgarización de la ciencia»). Además, el pasado 8 de abril, miles de turistas se acercaron para presenciarlo, se vendieron 'packs' de viajes que incluían vuelos, alojamiento, visores y hasta expertos que explicarían el fenómeno en detalle. Triunfó el inevitable 'merchandising' de camisetas y hasta se ofrecían clases de 'Yoga eclipse'.

¿Por qué nos fascinan tanto los eclipses? «Creo que es algo más primario que el miedo al fin del mundo. Tenemos un respeto reverencial al sol porque es la fuente de vida en la Tierra. Pero no porque lo sepamos filosóficamente o por conocimiento científico, sino porque lo vivimos en situaciones como cuando nos da el sol en la cara en un día de frío. Entonces, cuando de pronto vemos un fenómeno que durante un rato lo apaga, lo desconecta, nos hace recordar todo lo que le debemos», asegura el científico de la UPV/EHU.

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