El máximo responsable de alegria-activity posa con el galardón de Alavés del Mes de junio. Blanca Castillo
Alavés del Mes | Juan Jesús Alegría

«Veo a Vitoria envuelta en polémicas estériles y llena de trabas para todo»

El empresario Juan Jesús Alegría lleva 25 años al volante de alegria-activity. Su intachable trayectoria le convierte en Alavés del Mes de junio

Sábado, 22 de junio 2024, 01:14

Es de los que saben que, la mayoría de las veces, el camino más corto no es el que lleva al éxito. Es más, cuantas más curvas y baches, mejor. Y él no los teme. La firma de Juan Jesús Alegría, alegria-activity, acaba de cumplir 25 años como una de las empresas más señeras provincia. Por ello, recibe el reconocimiento de EL CORREO como Alavés del Mes de junio.

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- Su visión del mundo de la empresa es muy internacional. Y, sin embargo, no sólo no reniega de sus raíces 'alavesísimas', de Pipaón: todo lo contrario, las defiende con orgullo. ¿Se siente profeta en su tierra?

- Nunca he pretendido ser profeta. Me conformo con ser útil a los que están a mi alrededor sin mirar de dónde son, de dónde han venido. Mi tierra es Álava porque soy de Pipaón, pero mis sentimientos son bastante más humanistas, que en el mundo se identifican con un europeísmo que ahora está en juego por culpa de populismos y extremismos.

«Ser alavés o vasco no es otra cosa que una casualidad que se produce al nacer. Somos nobles y trabajadores y, sobre todo, humildes»

- Es especialista en ayudar a transmitir ideas, por muy abstractas que sean. ¿Qué es ser alavés?

- Pues sé que es posible que no guste la respuesta, pero ser alavés o ser vasco no es otra cosa que una casualidad que se produce al nacer. Dicho esto, el clima, el entorno, el paisaje y el paisanaje sí forjan carácter y estoy muy orgulloso de mis orígenes de Pipaón. Porque eso es otra cosa: ser alavés no es ser vitoriano y yo soy un ciudadano de Pipaón, en la Montaña Alavesa. En ese sentido, ser alavés es ser noble y trabajador. Abierto y acogedor. Pero sobre todo, ser sencillo y humilde. Ojo, no hay que confundir la humildad con la falta de ambición.

- ¿Son fáciles de vender los encantos de esta provincia?

- No, porque los alaveses somos unos acomplejados. Y si nosotros no creemos en nuestras posibilidades es muy difícil venderlas. Estoy harto de oír que Álava tiene potencial. El potencial de Álava sin empuje ni proyectos es un lema vacío. Seguramente, seamos la provincia con más proyectos en el cajón del olvido. No se hace casi nada y a quien lo hace se le ponen todas las trabas… ¿Cómo vender entonces nuestros encantos si nosotros no los sabemos aprovechar?

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- Su empresa nació de la necesidad de reciclar autobuses fuera de servicio. Un cuarto de siglo después, ¿en qué se ha convertido?

- Me da cierto pudor hablar de nosotros, pero los números están ahí. Somos una de las mayores agencias de 'marketing' experiencial y 'roadshows' del mundo. Que como frase está muy bien. Pero lo más importante es que somos un equipo de unas mil personas repartidas por España, Francia, Portugal, Colombia, México y una decena de países más… que trata de llevar los mensajes de nuestros clientes de una forma directa, con piel y ojos, con sensibilidad.

«Huyo de la titulitis»

- Reniega de los títulos de CEO, de consejero delegado... ¿Tan mala prensa tienen los empresarios?

- Aunque no tiene que ver con eso es verdad que resulta incomprensible que quienes creamos riqueza y oportunidades, quienes arriesgamos y apostamos nuestro patrimonio estemos siempre en el punto de mira. Pero eso, lamentablemente, lo tenemos asumido. Pero lo de no tener cargo está más relacionado con la forma de ver el trabajo en equipo. Huyo de la titulitis y de los cargos en inglés en las tarjetas de visita.

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- Pasa mucho tiempo fuera de Vitoria, ¿cómo la percibe de regreso?

- Procuro viajar menos porque el equipo ya vuela casi solo. Pero sí que paso mucho tiempo fuera. Si esta pregunta fuese hace quince años diría que la veía con potencial, pero lo malo es que hoy tengo que reconocer que la veo dormida y ensimismada. Envuelta en polémicas estériles y llena de trabas para todo.

«Tenemos muchos retos energéticos, climáticos y tecnológicos que van a hacer que el mundo sea irreconocible. Pero soy un optimista compulsivo»

- A una empresa de las dimensiones de la suya, ¿le limita esta ciudad?

- Ni tenemos tren de velocidad ni se le espera en los próximos años, hay una barrera idiomática que frena que vengan profesionales con hijos en edad escolar, la burocracia y la lentitud institucional es exasperante, la falta de proyectos ilusionantes es alarmante, el comercio de cercanía ha desaparecido, la vivienda está a un precio ridículo, el suelo industrial... ¿Qué ofrecemos en Vitoria al talento? ¿Cuál es nuestro diferencial con otras capitales para convencer a alguien de que deje todo y emprenda aquí un nuevo proyecto personal o empresarial?

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- ¿Qué echa en falta aquí?

- Ambición y decisión. Facilidades. Que no ayudas. Son cosas distintas. Yo no quiero que nadie haga mi trabajo. Lo que quiero es que me dejen hacerlo. El informe sobre las disfunciones de la Diputación o el acuerdo para premiar en el Ayuntamiento a los funcionarios que no falten su trabajo, que pensaba que es lo mínimo exigible, es una buena foto de quiénes somos, dónde estamos y lo poco lejos que podemos llegar si no hay un cambio drástico en la forma de liderar y gestionar.

- ¿Cómo se imagina su empresa dentro de otros 25 años?

- Por suerte, no pienso en eso. Me preocupa lo que tengo delante e ir avanzando. Hacer una previsión a tan largo plazo sería absurdo. Tenemos muchos retos energéticos, climáticos, tecnológicos que van a hacer que el mundo sea irreconocible. Y seguro que para mejor. Soy un optimista compulsivo. De todas formas, imaginar ese futuro y esa foto de dentro de 25 años ya corresponde a la siguiente generación.

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