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Jorge Barbó e Igor Martin
Domingo, 29 de septiembre 2024, 00:14
Como en el pasodoble, aquí se funden cuatro rayitos de sol. La luz de primera hora de la mañana ilumina este viñedo privilegiado, esta tierra prometida que se extiende en Laguardia, a los pies de la Sierra de Cantabria. La vid, todavía verde, se empieza a tostar ya y el paisaje es tan hermoso que parece una acuarela: se antoja demasiado perfecto para ser real. Sin embargo, ellos ni se inmutan ante estas vistas sobrecogedoras. Los temporeros salen del coche y se echan al campo para empezar a cortar con las tijeras afiladas esos racimos lustrosos, de granos dulces como la melaza. Arranca un nuevo día de vendimia.
Varias semanas antes del inicio de la recogida de la uva, en pleno verano, no pocas bodegas de la zona reconocían abiertamente que iban a reducir de forma drástica las contrataciones. No les quedaba otra. En un panorama tan complicado para el mercado del vino como el actual y ante la previsión de una campaña con menos uva, muchas casas optaron por adelgazar las cuadrillas de temporeros como única solución para tratar de cuadrar sus cuentas. La situación es muy diferente hoy. Ahora mismo en Rioja Alavesa faltan manos. Y el problema es acuciante.
Las lluvias que han caído estos últimos días han trastocado sobremanera los planes de los bodegueros. La cosecha es tan o incluso más escasa de lo que parecía, pero los racimos están madurando demasiado rápido en las cepas. Toca pisar el acelerador para evitar posibles enfermedades en la vid. En su último boletín, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Rioja avisa de la «relativa presión de la botrytis», en referencia a ese dichoso hongo que trae de cabeza a los viticultores. «Es importante prestar atención al equilibrio entre el estado sanitario y la madurez de la uva para determinar el momento idóneo de vendimia», aconseja la denominación.
23,8
millones de kilos de uva se han recogido ya en Rioja Alavesa en esta vendimia en la que ya se han alcanzado los 113,9 millones de kilos en el conjunto de la Denominación de Origen.
Iker y Alberto Martínez Pangua, los jóvenes bodegueros de Baños de Ebro a los que EL CORREO está siguiendo durante todo un año de trabajo, do sol a sol, en una serie que cuenta con el patrocinio de la Diputación foral de Álava, son muy conscientes de que el tiempo apremia. «Venía más retrasada que los últimos años, teníamos todo muy planificado pero estas lluvias han trastocado todos nuestros planes», admite Alberto.
Las últimas cifras reflejan que, en efecto, la vendimia, ya generalizada, ha experimentado un importante arreón en los últimos días. Según los datos del boletín de vendimia del Consejo Regulador, en Rioja Alavesa ya se han recolectado 23,8 millones de kilos de los 113,9 del conjunto de la Denominación de Origen.
Son días de actividad frenética en Altún. Los jóvenes bodegueros no han tenido problema para conseguir mano de obra. Fueron previsores y prefirieron mantener las cuadrillas de temporeros habituales. Ahí está Serigne Kane, que se hace llamar Angola y los otros 16 braceros senegaleses y portugueses que no paran de llenar esos cubos pesados que en un movimiento esforzado, se llevan al hombro para después depositar la uva en el remolque.
La actividad es igual de frenética en la bodega. Llegan esos remolques que son el orgullo de los jóvenes bodegueros cargados de tempranillo. Cuentan con una plataforma intermedia, de forma que la uva viaja del viñedo a la bodega en dos niveles. «Son un invento de mi padre, que lo diseñó para que la uva sufriera lo mínimo posible», cuenta Alberto. Todos la racimos que entra en esta bodega pasa por la mesa de selección. Iván, Ana, Marina, Joseba y Patrick los revisan uno a uno, descartan los más defectuosos, desechan los verdes y retiran las hojas que se han mezclado con la uva. En una cinta, la uva llega a la despalilladora, que deja el fruto impecable, con los granos intactos y de ahí pasan a los enormes depósitos de acero inoxidable.
En uno de esas grandes tolvas refulgente se aprecia una especie de densa niebla. Es el temido tufo, esa acumulación de dióxido de carbono que emana durante la fermentación de la uva, capaz de tumbar a hombres fornidos, de hacer que tipos acostumbrados a rodar barricas llenas a rebosar se desplomen sin razón aparente y que tantas vidas ha segado en la bodega. «Hay que tener muchísimo cuidado, solo con acercarte un poco ya notas que te empiezas a marear», advierte el bodeguero.
Al pulsar un botón, en otro depósito contiguo, empieza a manar vino a borbotones, como en una fuente o una especie de aspersor. Es el remontado, un proceso crucial durante la fermentación del vino que consiste en mezclar el mosto con las pieles y los sólidos que se acumulan en la parte superior del tanque.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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