![Decenas de inmigrantes y niños sin escolarizar malviven en una casa y en chabolas en Urbina](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/03/19/chabolas-alava-U190567472246RfG-U190946296358OpE-1200x840@El%20Correo.jpg)
![Decenas de inmigrantes y niños sin escolarizar malviven en una casa y en chabolas en Urbina](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/03/19/chabolas-alava-U190567472246RfG-U190946296358OpE-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Un total de 41 personas empadronadas en una misma casa y varias familias, menores incluidos, viviendo en chabolas construidas en el terreno que rodea la vivienda. Está ocurriendo a 12 kilómetros de Vitoria, en el pueblo alavés de Urbina, de apenas 160 habitantes y perteneciente ... al Ayuntamiento de Legutio (EH Bildu). Hasta ahora nadie ha tomado cartas en el asunto. Todo comenzó hace «varios años», más de tres según algunos testigos, y la situación ha ido evolucionando «a peor» con el paso del tiempo. Los vecinos hablan de insalubridad, peleas, fraude y de unas cuantas visitas de la Ertzaintza al lugar tras avisos por altercados de diversa naturaleza. No han interpuesto denuncias «por miedo».
La presidenta de la junta administrativa de Urbina, Ainhoa Morales, puso el caso en conocimiento del Ayuntamiento de Legutio y del alcalde, Juan Cruz, «hace meses» pero hasta ahora «no han hecho nada». Un portavoz autorizado de EH Bildu matiza que representantes municipales han estado en el lugar y han comprobado que hay personas «malviviendo». Sin embargo, señala que para ellos es una cuestión «reciente».
Según la investigación realizada por EL CORREO, la propietaria de la vivienda, ubicada en la calle de La Estación (en la parte alta del pueblo), es una mujer nonagenaria de origen portugués que comparte su casa con varias personas que tienen alquiladas habitaciones. Además se han construido un par de anexos al inmueble principal en los que también reside gente. En la parte trasera del terreno es donde se ubican las chabolas, en una zona arbolada y de escasa visibilidad desde el exterior, donde antes pudo haber una huerta de la que ya no queda ni rastro. Ahora, ese espacio se dedica a otra finalidad muy diferente: se le ha dado un uso residencial en unas condiciones deplorables.
Al principio fue solo una caseta, pero en la actualidad son «como mínimo cinco», aunque podrían ser más porque se siguen levantando construcciones sin ningún tipo de control. De hecho, el material de obra se acumula, junto a otros enseres -entre ellos juguetes-, en uno de los accesos principales a la casa. Algunas de estas infraviviendas son de chapa y ladrillos en el tejado mientras que otras están construidas con tablones de madera. Dentro tienen una pequeña cocina. En el tejado de varias de ellas se pueden observar antenas, por lo que también estarían equipadas con televisión. La luz provendría en un inicio de enganches ilegales aunque al parecer ahora se han instalado algunos generadores de corriente. El suministro de agua se obtiene de la vivienda principal.
En la mayoría de estas chabolas existe una rotación «constante» de inquilinos, adultos y menores de edad. Algunos llegan solos y otros lo hacen con la familia al completo. Pero todos tienen algo en común, son personas migrantes, vulnerables y con pocos recursos. De los 41 empadronados que hay registrados a 1 de enero de 2023, no todos residen allí. «Algunos están unos meses, otros solo unas semanas o días. Después se marchan y llegan otras personas, los traen y les acompañan a empadronarse en el Ayuntamiento de Legutio. Ha habido gente que ha venido de otros lugares de España», narra una testigo de primera mano.
A día de hoy es prácticamente imposible saber el número exacto de residentes en el número 41 de la calle La Estación de Urbina debido precisamente a esa alta rotación. Lo que sí ha podido comprobar este periódico es que entre los empadronados hay seis menores sin escolarizar con edades comprendidas entre los 4 y los 14 años. En el caso de los adultos que se instalan en esas casetas, «no trabajan, pero sí cobran ayudas sociales». Lo cierto es que para tener acceso a prestaciones como la RGI es necesario un mínimo de tres años de empadronamiento, y en torno a esto es conocido que existe un amplio mercado negro de padrones falsos a los que se puede acceder por un precio al mes o al año.
Ainhoa Morales, la alcaldesa pedánea, denuncia que se trata de «un problema grave desde varias perspectivas. Por un lado es una cuestión de bienestar social, porque ahí dentro hay niños, y de insalubridad, porque hemos visto hasta ratas. Pero es que además es un problema a nivel urbanístico porque se está construyendo sin seguir ninguna norma y sin ningún tipo de vigilancia», expone con resignación. Y es que hasta la fecha lo máximo que ha conseguido es la promesa de una futura reunión formal con el regidor y con la responsable de bienestar social de Legutio. Ella misma ha tenido que llamar a la Ertzaintza en un par de ocasiones por altercados en los alrededores de la vivienda. «Ha habido broncas monumentales entre ellos», resume.
Todos los testigos consultados sobre este caso coinciden en señalar a un único individuo como el encargado de gestionar la llegada de nuevos inquilinos y de realizar los empadronamientos. «Se ha hecho el jefe del lugar y es el que maneja todo el tinglado», resume alguien que conoce lo que ocurre dentro de ese terreno protegido por vallas y lonas pero que por motivos de seguridad prefiere mantener el anonimato. Debido a la elevada edad de la propietaria, es este hombre de 63 años el que ahora mismo controla el lugar. Y al parecer, ya ha tenido un puñado de enfrentamientos con algunos de los residentes. También habría amenazado a una mujer y a su hija menor de edad para que abandonaran el lugar hasta provocar el llanto desesperado de esta chica de origen extranjero. Fuentes internas de la Ertzaintza confirman que este sexagenario cuenta con antecedentes policiales por episodios violentos. En algunos de estos altercados figura también como víctima.
La preocupación de los vecinos es creciente porque llevan tiempo observando un «trajín continuo de vehículos» que llegan a la finca, acceden y tras un breve espacio de tiempo abandonan el lugar. Además, en algunos periodos concretos están convencidos de que en las chabolas se ha ejercido la prostitución dada la rotación de hombres que entraban y salían de estos habitáculos cuando estaban ocupados por mujeres jóvenes. También han visto cómo «constantemente meten mano» en el contador de luz que está ubicado en uno de los postes de la calle y se enfrascan en peleas». Algunos vecinos hablan incluso de la presencia de armas blancas. En la finca también se producen con relativa frecuencia quemas de residuos que generan humo y malos olores. La última visita de las patrullas se produjo este mismo jueves a la noche.
Este periódico ha intentado ponerse en contacto con el alcalde de Legutio pero ha sido un portavoz de EH Bildu en Álava el que se ha pronunciado sobre el asunto. «Se han iniciado los trámites para desempadronar a las personas que no viven allí de manera real y se está trabajando de la mano de la trabajadora social», resume. Además, un aparejador realizará «un estudio» sobre las chabolas y se ha citado a la propietaria de la finca «para hablar del asunto».
Entre las diferentes visitas de la Ertzaintza al pueblo de Urbina, los vecinos recuerdan dos episodios en especial. Uno de ellos fue a causa de la luz. Dotaciones de este cuerpo acudieron al número 41 de la calle La Estación tras el aviso de uno de los residentes por un corte de luz. Al parecer, el hombre de 63 años que los vecinos identifican como la persona que controla el lugar, habría cortado la luz a otros residentes por no abonarle las facturas que les reclamaba. Tras la aparición de los agentes uniformados restableció la corriente. Otra de las actuaciones ocurrió este mismo verano y según relatan los testigos, fue una gran pelea que se originó en la gasolinera de Urbina. La bronca se trasladó después a la finca y fue requerida la presencia de varias patrullas.
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