Robos y hurtos
¿A dónde van las bicicletas robadas en Vitoria?350 denuncias este año ·
Grupos especializados las «enfrían» tres días en lonjas antes de enviarlas a un pabellón en una provincia limítrofe donde se customizan. Luego las bajan «al Sur»Secciones
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Robos y hurtos
¿A dónde van las bicicletas robadas en Vitoria?350 denuncias este año ·
Grupos especializados las «enfrían» tres días en lonjas antes de enviarlas a un pabellón en una provincia limítrofe donde se customizan. Luego las bajan «al Sur»Alrededor de 140.000 vitorianos poseen una. La bicicleta se afianza como tercera opción de movilidad en el municipio, sólo superada por el caminar y el coche particular. Cada noche, 1.300 de estos vehículos a pedales duermen al ras, flujo que se multiplica por ... treinta durante el día. Un imán para los amigos de lo ajeno. Porque desde la explosión de las dos ruedas en la capital alavesa, los hurtos han arraigado. A piñón fijo. Según la estadística facilitada por la Policía Local, en lo que vamos de año se han abierto 350 atestados. A casi dos por jornada.
Siempre se ejecutan al descuido. Cuando el dueño se encuentra lejos, bien sea en su puesto de trabajo, durante un rato de ocio o enfrascado en algún recado. «Llevo tres bicis robadas en los últimos años, así que la actual es casi de tercera mano porque ya estoy harto y tampoco es que me sobre el dinero», refleja Mikel. Este consumado defensor de las pedaladas callejeras jamás ha visto a las personas que le birlaron el vehículo de sus amores. Ni él ni la práctica totalidad del resto de afectados.
Las capturas de estos delincuentes de baja intensidad –porque rehúyen cualquier contacto con las víctimas– resultan «anecdóticas», asumen agentes locales y ertzainas sondeados por este periódico. «Como es lógico, se centran en aquellas piezas alejadas de zonas de mucho tránsito y toman precauciones. Vamos, que no sacan la cizalla a la una de la tarde en la plaza de España», diseccionan estos medios. «También tenemos denuncias en aparcabicis al aire libre con muchos vehículos apilados». Vitoria cuenta con unas 28.000 plazas acondicionadas. Por eso, muchos se ven obligados a candarlas en bancos, farolas o señales donde «son presas más fáciles».
Estos cacos fuerzan los candados –«prácticamente todos se pueden romper, sólo que cuanto más bueno, más dificultades»– y salen pedaleando como si la bicicleta fuera suya. Y a partir de ahí, ¿dónde acaban estos vehículos? ¿Quién los recompra?
EL CORREO ha podido constatar la existencia de un engranaje perfectamente sistematizado que ha transformado esta práctica ilegal en floreciente negocio. En la parte baja de la pirámide aparecen los encargados de quebrar candados. «Generalmente llevan cizallas, pero ya hemos tenido casos de rotaflex inalámbricas», insisten medios policiales. Estos cacos pueden robar entre «dos y seis bicis a la semana». El Ensanche, Casco Viejo y Lakua Arriaga son tradicionalmente las zonas más calientas de la capital alavesa. El coste de estos vehículos a pedales rara vez baja de los 350 euros. «Aparte de un buen candado, otra vía de protección pasa por colocar un chip geolocalizador en el cuadro», aconseja un policía local.
En la ciudad de los 173 kilómetros de bicicarriles, esas bicicletas sustraídas se «enfrían» durante «un mínimo de tres días» en lonjas y camarotes particulares. A partir de ahí se abre un curioso proceso. Existen chats privados –con acceso muy restringido– en el que se exhiben los modelos robados. Esta supone la primera puerta de salida.
«Antes iban a tiendas de segunda mano sin escrúpulos. Ahora se les exige un control y raro es aquella que se atreve a saltárselo», explica un agente. A veces también se recuperan ejemplares. En Aguirrelanda hay más de un centenar de estos vehículos a la espera de que aparezca su dueño original.
No obstante, existe otra vía muy en boga en los últimos meses. Estos autores materiales del hurto acuden con el género a delincuentes establecidos en Vitoria, mucho más organizados y con una sorprendente capacidad logística. La mercancía se carga discretamente en una furgoneta o camión –no más de diez bicis– que pone rumbo a una localidad de una provincia limítrofe.
En un pabellón alquilado en un polígono industrial se acomete la transformación de cada ejemplar con una única intención: 'blanquearlo'. «Se trata de una auténtica customización (transformación)», enfatizan las fuentes consultadas. Repintado, pegatinas nuevas, cambio de piezas como sillines y algunos accesorios. Todo para eliminar pistas sobre su procedencia real.
El paso final es su salida al mercado. La mayoría de estas bicicletas robadas y reformadas se «bajan» al Sur. Tanto a Andalucía como a África. A cientos de kilómetros de sus propietarios, estas bicicletas se venden en tiendas y en aplicaciones de segunda mano sin advertir al comprador de su origen ilícito.
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