
Pablo de Oraá confiesa sentirse «pequeño» ante los 7.000 años de historia que sostienen al Valle Salado. En otoño, convertido en el nuevo gerente ... de su fundación, asumió este proyecto milenario al que la pandemia le ha dado un buen mordisco al reducir sus visitantes a 44.000 en 2020 –frente a los 96.000 que recibió un año antes– por la limitada movilidad. Y «los costes son los mismos», avisa este economista, convencido de que en las salinas «hay muchísimas ganas de salir adelante».
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– Ha aterrizado en la Fundación Valle Salado en un momento delicado.
– Nos está tocando, como a toda la ciudadanía, pero es un proyecto enriquecedor, satisfactorio, que genera responsabilidad. Ante sus 7.000 años de historia yo me quedo pequeño, cualquiera minimizaría sus problemas actuales si los comparara con la resiliencia que ha demostrado el Valle Salado. Hay muchísimas ganas de salir adelante.
– ¿Cuánto daño han hecho las restricciones de la movilidad?
– En 2019 hubo 96.000 visitas y el año pasado, 44.000, con meses como julio y agosto en los que la gente vino en masa, pero hemos vuelto a niveles de 2012. Antes de la pandemia teníamos, por ejemplo, grupos de treinta personas y ahora son de seis cada cuarto de hora. Hemos tenido que hacer un esfuerzo supremo y los costes son los mismos pero los ingresos, más reducidos.
– En cuanto se anunció la última reapertura de las mugas dentro de Euskadi hubo que colgar el cartel de completo en muchas de sus visitas. ¿Los vascos tienen ganas de conocer este rincón?
– Sí, y estamos ilusionados y con la esperanza de la llegada de la primavera. Pero no sólo hemos tenido 'picos' en el puente de San José o los sábados y los domingos desde que volvimos a abrir, las entradas son sostenidas durante el resto de la semana. Invitamos a venir al Valle Salado, es un espacio abierto, tenemos todas las precauciones y lo primero para nosotros también es la salud. Nuestra frase es 'sal y respira'.
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las visitas
– El sector del turismo piensa ya en el verano. ¿Cómo se prepara el Valle Salado para atraer entonces al visitante?
– Por ahora nos estamos adecuando a las circunstancias y vamos a ver cómo llegamos al verano, en qué condiciones, porque nadie lo sabe. Nuestra idea es seguir con el itinerario tradicional y el de los manantiales, que hemos perfeccionado este año, y con los talleres salineros, que tienen muchísimo éxito.
– ¿Se han planteado nuevas fórmulas para mostrar las salinas al público durante esos periodos de cierre?
– En marzo hemos empezado a exponer en los colegios unos cursos que hemos preparado sobre cinco temas: gastronomía saludable, salud y cuerpo humano, ciencias naturales, paleontología y oficios tradicionales de las salinas, De esta forma, nuestras guías siguen en activo, no tienen que ir a un ERTE, y creamos el gusanillo sobre el Valle Salado entre la gente de Primaria y Secundaria. Desde que comenzamos, recibimos solicitudes todas las semanas.
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– Y a pie de era, ¿hay algún proyecto pendiente?
– Hemos aprovechado la ausencia de turistas para recuperar las eras, las estructuras de carpintería tradicional. En la segunda mitad del siglo XX hubo una utilización desmesurada de cementos y otros materiales y estamos procediendo a su limpieza, hemos avanzado sustancialmente en ello y esperamos llegar al verano con esplendor.
– Su antecesor en el cargo aseguró en su despedida que las salinas volverían a presentar su candidatura a la Unesco. ¿Cómo va el proceso?
– Seguimos trabajando en el informe de Icomos (el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios) que en 2014 nos dijo que nuestro talón de Aquiles eran la integridad y la autenticidad, pero en este momento, con la que está cayendo, no es una prioridad conseguir el reconocimiento de la Unesco. Seguimos en el camino para que eso ocurra, pero no a corto plazo. Además, este año hemos sido seleccionados para un proyecto con nueve SIPAM (Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial, un título que logró en 2017) de España, Portugal y Francia para elaborar un programa de turismo agrícola sostenible y hacerlo atractivo. Es un reto que durará hasta 2023 y que hemos recibido con mucho entusiasmo.
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el producto
– Hablaba de prioridades, ¿cuáles son las de este lugar?
– Lo importante en este momento, en mitad de una pandemia, es la recuperación integral del Valle Salado. Y resistir.
– A ello, a falta de visitas, ayuda la venta de sal...
– Tenemos una imagen de marca importante relacionada con la sostenibilidad y el medio ambiente porque nosotros no vendemos una sal sino una de las mejores sales del mundo. Nuestra sal es poesía, naturaleza... Las ventas han tenido en el último año un comportamiento muy bueno a través de la tienda tradicional y, sobre todo, online, donde las compras han aumentado casi un 300%. También hemos tenido grandes compras de sal del extranjero y de Japón, por ejemplo, han llegado 35.000 euros de sal en febrero.
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– Es uno de los países donde tiene más tirón.
– Sí, en las líneas aéreas japonesas, JAL, también la consumen.
– ¿Llegarán nuevas versiones de la sal de Añana a nuestra mesa?
– Ahora estamos centrados en los productos que ya tenemos y en potenciar la sal líquida porque creemos que aún es muy desconocida. También trabajamos en minimizar costes en cuanto al 'packing', reducir el uso de plástico en ello y adaptarlo al nuevo sello Eusko Label. Queremos que esto sea sostenible y que la autofinanciación cada vez sea mayor.
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