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A Basilisa Maestre Ancín todo el mundo la conoce como Basi. A sus 104 años –«el 15 de abril serán 105», apostilla– vive sola en el barrio vitoriano de Aranbizkarra y esta semana será muy especial para ella. Euskadi inicia hoy la vacunación de las ... personas centenarias que no viven en residencias. En Vitoria podrán acudir al HUA Santiago y recibirán la vacuna sin necesidad incluso de bajarse del coche. En caso de problemas de movilidad, eso sí, un equipo sanitario acudirá a sus domicilios. «A nosotras ya nos han llamado para citarnos este miércoles a las dos y cuarto. Por fin», celebra Asun Albaina, nieta de Basi, mientras su abuela asiente con la cabeza. Ella es una de los 93 centenarios que residen en Vitoria, según datos del último padrón municipal.
–¿Tiene ganas de vacunarse, Basi?
–Claro que sí, cómo no voy a tenerlas... Quiero que me vacunen cuanto antes para poder abrazar a mis nietos y biznietos, aunque algunos vivan lejos, en Galicia y en Inglaterra.
A esta navarra de nacimiento pero alavesa de corazón no le da ningún miedo la dosis de Pfizer. «Me he vacunado muchas veces en mi vida y nunca me ha pasado nada», asegura. Ha esperado paciente su turno, comprende que otros como los sanitarios o los internos en residencias hayan ido antes, y confía en la eficacia del pinchazo. Desde luego, supondrá el inicio del fin. El fin de casi un año de mínimo contacto con los suyos. «Mi nieta Nuria sí que viene a comer todos los días conmigo, con mi otra nieta Asun también estoy, pero a los demás les veo muy poco. Aunque por el móvil sí que hemos hecho llamadas y me han enseñado fotos», explica Basi. Durante el confinamiento una de sus hijas, Blanca, se trasladó a vivir con ella a su piso de Aranbizkarra. Sopló las 104 velas y hasta recibió la felicitación del alcalde Gorka Urtaran.
«Siempre he vivido sola desde que mi marido Eliseo murió hace 20 años. La comida me la traen hecha, pero yo limpio la casa, pongo la lavadora, el lavavajillas, tiendo...», relata esta centenaria durante una charla en uno de los parques cercanos a su vivienda. «También voy a hacer recados a la frutería y a la pollería, a comprar un poco de jamón serrano que nos gusta mucho», añade. Durante la conversación los ojos se le van unas cuantas veces al reloj de pulsera. «Es que la misa es a las doce», se excusa. La asistencia a la cercana parroquia de Nuestra Señora de las Nieves es una de las actividades diarias a las que no falla. Y cuando la pandemia no lo ha permitido, Basi ha seguido la misa por televisión.
Si por la mañana toca paseo, eucaristía y de vez en cuando algún recado, las tardes son para estar en casa. Pero nada de aburrirse. A sus 104 años esta madre de tres hijos, abuela de ocho nietos y bisabuela de cinco biznietos muestra una vitalidad sorprendente. «Tengo una bici estática y dando pedales me paso un rato», cuenta. La lectura es otra de sus grandes pasiones, que cultiva desde que era solo una niña. «Tengo muchos libros en casa. Ahora me estoy leyendo Los Pilares de la Tierra, que casi no puedo con él porque pesa muchísimo», sonríe Basi.
Recuerdos de la Guerra
Nacida en Marañón (Navarra), vivió buena parte de su vida en San Román de Campezo y Villafría. Durante la Guerra Civil residió en Asturias y Galicia, narra una anécdota de cuando les intentaron robar todos sus ahorros. «Fue una época muy dura, pero en la guerra por lo menos teníamos libertad. Ahora con toda esta historia no tenemos ni libertad», lamenta Basi comparando ambas situaciones.
Sin ningún problema de salud grave más allá de los achaques de la edad y los dolores de espalda, esta centenaria suelta una carcajada cuando le preguntan por el secreto de la longevidad. «Trabajar mucho. Yo desde que era pequeña cuidando personas, de labradora de patatas, en un bar... Eso sí, nunca en mi vida he fumado ni bebido», remata la risueña centenaria.
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