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Afirman los eruditos que el vino es una de las bebidas que va unida al hombre desde tiempos remotos. Cinco mil años antes de Cristo ... en el antiguo Egipto ya echaban un trago los faraones para desterrar tristezas y sinsabores. La mitología griega atribuye a su dios Dionisio el creador del embriagador néctar. Sin embargo, en el imperio romano, en sus bacanales, imploraban favores a Baco.
En el Génesis se narra que cuando Noé abandonó el Arca y pisó tierra firme «se topó con unas vides, se empachó de uvas y agarró una borrachera monumental». Según San Juan, Jesús convirtió el agua en vino en las bodas de Caná. Por aquella época, comer sin vino en un enlace era un gran desmérito. Y a día de hoy se mantiene la tradición.
La Rioja y Rioja Alavesa, desde los riscos de la Sierra de Cantabria hasta la de la Demanda, es un mar de viñedos en el que el río Ebro sirve de frontera natural a los moradores de ambos lados de su ribera. Cuando el otoño cierra la puerta al verano se produce el milagro de la naturaleza y el trabajo de los viticultores. El paisaje verde se tiñe de todas las gamas posibles de ocres, dorados y naranjas hasta el bermellón más intenso. Llega el momento de la recogida del fruto. Antaño, en la vendimia participaban todos los miembros de la familia. La parentela se afanaba con enorme ilusión para cortar los racimos en sazón que colgaban de los sarmientos de las leñosas cepas. En el Instituto de Laguardia, en el confín de la Barbacana, recuerdo que incluso se daba permiso a los alumnos para ausentarse con el fin de que realizaran esta labor.
En la plaza Mayor se rendía culto a una vieja costumbre: los mayorales y capataces contrataban a jornaleros para la recogida de las uvas. No había problemas para reclutar a braceros dispuestos a pasar el día, de sol a sol, entre los renques y bancales de los majuelos. Eran otros tiempos pintados con un pincel de cierto romanticismo.
Hoy, el Covid 19 gravita sobre todo. Encontrar mano de obra para vendimiar se ha vuelto en una auténtica odisea en tiempos de pandemia. Y en Rioja Alavesa, sufren verdaderos quebraderos de cabeza para contratar personal que ayude a los propietarios de las fincas a cumplir con la vieja liturgia de cortar la uva. Se ven desamparados ante unos nuevos tiempos que nadie termina de asimilar.
En este 2021, donde la valoración de la cosecha se estima en opinión de muchos óptima, el destino ha deparado una situación jamás vivida: la escasez de vendimiadores, a la que hay que añadir hechos luctuosos que tristemente se siguen produciendo en faenas relacionadas con la recolección de la vid.
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