Txarli Prieto deja la primera línea de la política
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Txarli Prieto deja la primera línea de la política
El chef del socialismo alavésTxarli Prieto (Vitoria, 1957), uno de los principales referentes del PSE en Álava durante los últimos treinta años, seguramente celebrará su retirada de la primera línea política en un restaurante de alto copete y con un buen vino, dos de sus grandes pasiones. ... Sería arriesgado afirmar que dedicará todo su tiempo a la gastronomía o a la pintura -otra de sus grandes aficiones- porque ni allegados ni contrincantes creen que vaya a desentenderse de la política. Hace una década que dejó el despacho principal de la sede provincial de la calle Arca, pero su voz sigue escuchándose. Y de qué manera.
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Sus raíces ideológicas se hunden en el sindicalismo de CC OO y el Partido Comunista, donde ingresó en 1975 y del que a finales de los ochenta llegó a ser secretario general en Álava. Salió de allí junto a Santiago Carrillo -con quien compartía los cohíbas que les enviaba Fidel Castro- para fundar el Partido de los Trabajadores de España (PTE). Pero en 1992 se integraron en el PSE, la «casa común de la izquierda», a la vez que Euskadiko Ezkerra.
Su carrera resultó vertiginosa bajo el paraguas de sus nuevas siglas. Dos años después de su entrada, en 1994, ya era secretario de organización de un partido que dirigía Buesa. «Fernando era un señor de la política y Txarli, un animal de la política», les compara uno de sus más afines. Después de que ETA asesinara al único diputado general socialista de la historia de Álava y Javier Rojo fuese nombrado presidente del Senado, Prieto alcanzó en 2005 la secretaría general del PSE alavés, con apenas trece años de antigüedad de carnet, por delante de María Teresa Rodríguez Barahona.
Y eso que cuando entró por primera vez en la sede acompañado de Dalmacio Martín temía que les pusieran a «limpiar los cuartos de baño». No fue así y formó parte del núcleo duro del partido en Euskadi junto a Patxi López, Rodolfo Ares, José Antonio Pastor e Iñaki Arriola. En 2007, y gracias al 'efecto ZP', estuvo a punto de convertirse en diputado general de Álava. Un error de cálculo, algo impensable para alguien que -según sus más afines- siempre se adelanta a los problemas, acabó con el difunto Xabier Agirre (PNV) en el Palacio foral.
A partir de aquel momento, y también como consecuencia del declive socialista tras la presidencia de Zapatero, empezaron a arreciar las críticas contra Txarli «por pecar de tener una mirada autoritaria y demasiado vertical del partido como su amigo Carrillo». Llegó la denuncia anónima sobre las obras que la empresa propiedad de Prieto y su hermano acometió en varias sedes del partido coincidiendo con su etapa de secretario general durante los años 2010 y 2011. Causa que al final fue archivada. Y luego, el traumático congreso de febrero de 2013 que ganó por apenas quince votos sobre Juan Carlos Alonso, por entonces concejal de Vitoria.
Fueron tiempos convulsos y con una enorme contestación interna. Prieto se agarró al cargo hasta que el desgaste por los malos resultados electorales le empujó a abandonarlo en septiembre de 2014. Su sucesora , Cristina González, su delfín, ha logrado recuperar a algunos miembros del sector crítico mientras otros ni siquiera quieren recordar aquella amarga experiencia. «Eso es como si me preguntas sobre mi ex, cualquier cosa que diga no va a resultar elegante», alegan.
Pese a que Prieto encontró acomodo en el Parlamento vasco, donde ha sido vicepresidente, su voz sigue teniendo eco. Distintos dirigentes del partido reconocen que han marcado su número de teléfono cuando les ha surgido alguna duda sobre cómo afrontar un debate. «Es una persona que basándose en los apuntes de dos 'post-it' es capaz de estar más de 45 minutos hablando sin parar».
Ahora tendrá tiempo para descubrir nuevos restaurantes, aunque eso le haya conllevado numerosas críticas por una supuesta falta de coherencia con sus ideales políticos. «En el campo del hedonismo no tengo limitaciones», admitió en su día a este periódico. Pero nunca ha olvidado sus orígenes humildes. Creció en un piso sin ducha de la esquina de Portal de Arriaga y Santo Domingo, vestía la ropa que se les iba quedando pequeña a sus primos y repartía pan en un carro de madera tirado por la yegua Lucera.
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