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El reloj marca las 13.09 y el sonido de unas sirenas anuncia que ha llegado la hora. Un puñado de vecinos de Trespuentes saca ... de los bolsillos unos tapones y se los colocan en los oídos. Fijan la mirada en la Sierra de Badaia y aguardan impasibles. Solo les queda eso, esperar. Pasan cuatro minutos y, de pronto, se rompe el silencio. Una atronadora voladura en la cantera de Azcorrigana, a escasos 500 metros del corazón del pueblo, da otro mordisco a la montaña. La nube de humo engorda a cada segundo que pasa. Esa imagen es el origen de todo. Y también la mejor descripción del sentir que invade a los 300 habitantes, que explotan y urgen una solución. «Estamos hartos. Queremos que se ajusten a la legalidad, vivir así es imposible. Llevamos dos años con ruido, polvo, un continuo tráfico de camiones y ahora, además, empiezan a aparecer grietas en las casas».
Tras varios años al ralentí, la empresa Ecalsa puso tras la pandemia la maquinaría a máximas revoluciones. Esta cantera de piedra caliza nutre un tramo del TAV que pasa junto al pueblo. Desde el Ayuntamiento de Iruña de Oca, al que pertenece Trespuentes, cifran en un «140% el aumento de la actividad» en la cantera. Y comparten su «preocupación» por las secuelas que está provocando, de ahí que endurezcan las medidas correctoras.
El pueblo está tomado por varias pancartas como «stop cantera» y «no más ruido». «Cualquier día tendremos una desgracia. Por la velocidad de los camiones y porque cuando coinciden dos, uno de ellos se sube a la acera», alerta Luis Mari Ruiz de Apodaka. En ese momento, dos se topan en mitad de una curva. Frenan de golpe y se quedan bloqueados. «¿Ves? Menos mal que habéis venido para verlo».
A los problemas de seguridad vial Juan Arroyo añade los culturales. «Están pasando a pocos metros de un monumento histórico que se está deteriorando», traslada en referencia al puente.
El camino peatonal se ha convertido en un barrizal en este día de lluvia. Al otro extremo de la calzada, la falta de espacio ha provocado que los arcenes se anchen sobre la hierba. «Salen con las ruedas manchadas y lo ensucian todo. En días como el de hoy (por la lluvia) esto está impracticable», apunta Asun Oraá. Y si no, el problema es la nube de polvo.
Su casa está en primera línea. Al ruido que le quita el sueño debe sumar también la suciedad. «Antes yo tendía la ropa fuera; ahora ya no puedo porque se llena de polvo. Los coches también se ensucian y ya no podemos casi abrir las ventanas para ventilar».
Pero hay más. Se gira y muestra las grietas que empiezan a asomar en su casa. No son arrugas por la antigüedad, son secuelas de las voladuras, como aseguran ellos. Y no es la única vivienda. Juan Arroyo señala al techo de la habitación en la que duerme. «Cada vez que hay una voladura tiembla todo, es como si te subiese algo por las piernas». Un descanso que se ve interrumpido por la actividad en la cantera, que «arrancan a las siete de la mañana». La norma prohíbe que los vecinos sufran más de 40 dB (A) con las ventanas y puertas cerradas. Pero denuncian que «no se cumple. Vivimos con ese taca-taca-taca clavado en la cabeza».
En la cantera, los camiones salen cargados hasta los topes; algunos con el toldo puesto y otros con las rocas a vista de todos. El relevo es continuo. El grupo nos conduce a una colina desde la que presenciar en directo la voladura. «Otra más. ¿Hasta cuándo?», comentaban en un corro. De vuelta al corazón del pueblo, de pronto, se escucha otra detonación no anunciada. Ya ni se sorprenden al escucharla.
El Ayuntamiento de Iruña de Oca trata de reconducir la situación. «Llevamos junto a la Junta Administrativa de Trespuentes dos años tratando de solventar estos problemas. Trabajamos con los recursos que tenemos, apenas somos 3.000 vecinos. Incluso hemos contratado un ingeniero para implantar esas medidas correctoras», apunta el alcalde, Mitxel Montes.
«El Gobierno vasco les va a imponer que no puedan arrancar antes de las 8.00 horas. Y deben limpiar los camiones antes de salir». Todo ello, mientras aguardan al verano para activar otro estudio. «Trabajamos para medir el nivel de polvo en suspensión. Es la mejor temporada para obtener unos resultados más fiables».
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