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Cuerpo a cuerpo, franceses contra escoceses en la recreación del asalto del británico Cole a Aríñez hace 205 años. Igor Aizpuru y Jesús Andrade

Los tres hurras del General Álava

Vitoria recuerda el mayor acontecimiento de su historia con la recreación de episodios de la batalla que condenó a Napoleón el 21 de junio de 1813

Domingo, 17 de junio 2018, 00:35

El pequeño Napoleón Bonaparte quería resarcirse de su humillación en la Batalla de Vitoria, el 21 de junio de 1813, haciéndose fuerte entre los Pirineos y el río Ebro, siempre en territorio español, sin ceder más campo. Encomendó la reconquista de lo perdido ... a su mejor hombre, el mariscal Jean de Dieu Soult, que se puso al mando de unas tropas vapuleadas y temerosas. Tampoco pudo vencer a la resistencia en Pamplona ni en San Sebastián y San Marcial, por lo que siguió retrocediendo hacia casa, perseguido de cerca por Arthur Wellesley, el duque de Wellington, y el vitoriano Miguel Ricardo de Álava y Esquível, el General Álava.

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En Toulouse, ya en Francia, el 10 de abril de 1814 se desató una más de las cruentas refriegas de la mal llamada General de la Independencia -fue europea, no solo española-. Por fin, al cabo de los años, se silenciaron las armas. Las tropas imperiales se rindieron ante las aliadas -España, Gran Bretaña y Portugal, principalmente-. Wellington lo festejó aquella tarde yéndose al teatro antes de montar una cena de gala con sus oficiales, entre los que estaba, por descontado, el militar vitoriano. En un momento dado, por la mesa corrió la buena nueva más esperada, Napoleón había abdicado. Como un resorte, de su silla se levantó el General Álava y, alzando la copa entre sus manos, animó al resto de comensales a que se sumaran a ese momento para la historia. Fue entonces cuando, como recogen las crónicas, el ilustre alavés proclamó tres '¡hip, hip, hurra!' entre la algarabía general. Era su particular honor «al libertador de Europa», a Wellington.

Vitoria figura entre las ciudades napoleónicas, un recorrido por Europa que pretende, simplemente, recordar lo que sucedió hace ya dos siglos y también homenajear a los muertos. Se contaron por miles los militares y civiles fallecidos, muchos de ellos en la Llanada Alavesa y en una ciudad mermada por la ocupación francesa y sus consecuencias. Si acaso pasaba de los 5.000 habitantes. Rememorar aquello no tiene por qué ser una exaltación de la guerra, la muerte y la destrucción propiamente.

Enemigos, «hoy amigos»

Ayer se recreó por cuarta vez la Batalla de Vitoria, «un hecho terrible, sí, que la puso en el mapa y cambió la historia de Europa. El mayor acontecimiento que ha vivido esta ciudad en toda su historia». Son sentencias del guipuzcoano Gonzalo Serrats, familiar descendiente del General Álava -el hermano de la mujer del militar alavés fue abuelo de su bisabuela-. Es también autor de un libro esencial para entender lo que ocurrió en una época tan convulsa. Lleva por título 'El General Álava y Wellington. De Trafalgar a Waterloo'. Serrats divulga el hecho a quien le quiera leer o escuchar.

Hoy, en el Bosque de Armentia

  • Campamento napoleónico: Abierto al público desde las 10.30 horas.

  • Recreación: A las 12.00 horas los aliados contra los imperiales de Napoléon reeditarán el ataque de Longa en Durana el 21 de junio de 1813.

  • Desmontaje: A las 15.30 se levanta el campamento y acaba el evento

Doscientos recreacionistas llegados desde distintos puntos -una unidad vino expresamente de Portugal- se pusieron todo el día en el pellejo de quienes lucharon aquí hace 205 años. Es la cuarta vez que lo hacen por estos lares. Pasaron la noche del viernes en el destacamento montado a la entrada al bosque de Armentia y se desperezaron con un desayuno a base de café, galletas y madalenas. Muy sobrio, muy de combate.

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Su primera gran exposición pública llegó con el desfile marcial desde El Prado hasta su triunfal entrada en la Plaza de la Virgen Blanca. Los viandantes reaccionaron con asombro a su paso, aunque los hubo que tiraron de móvil para captar tan singular paseo. Un primer homenaje se rindió ante el monumento a la batalla con una corona en recuerdo a los muertos. Ante las tropas formadas, unas frente a otras, Serrats reconoció que aquellos que entonces fueron enemigos «hoy son amigos en una Europa diferente». Tres 'hip, hip, hurra', salvas de honor y cañonazos desde la balconada de San Miguel, que debieron irrumpir en el templo donde se casaba el capitán alavesista Manu García, otorgaron mayor solemnidad. Un tributo similar se repitió ante la escultura del General Álava en el Palacio de la Provincia. El divulgador recordó que la Diputación se construyó sobre unos terrenos que cedió el militar vitoriano. Antes de su entrega a la provincia, Miguel Ricardo había entrado a caballo en Vitoria el 21 de junio de 1813 expulsando a los gabachos y cerrando las puertas de la muralla baja para evitar el saqueo galo en su retirada hacia Salvatierra.

Pero el momento álgido de la jornada, el más esperado, se escenificó ya en las campas de Armentia. Con el 'buche' lleno tras la comida servida en el campamento a base de alubias con chorizo y pollo asado, los recreadores se citaron para la refriega ante un público expectante.

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Quisieron revivir -empeño pusieron- el asalto del general sir Lowry Cole a Aríñez a primera hora de la tarde de aquel dichoso 21 de junio de 1813. Las tropas amigas necesitaron dos intentos hasta forzar a los franceses a su retirada de un pueblo que soportó una encarnizada refriega. Emilio Larreina, otro erudito de la batalla, cuenta como anécdota que tres británicos -un soldado, un cabo y un teniente- se bastaron para arrebatar un cañón a los galos, aunque estos lo recuperaron en el segundo asalto a la localidad, antes de escapar del acoso aliado.

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