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Las siete primeras horas del juicio por las 476 piedras con inscripciones revolucionarias presuntamente falsificadas extraídas del yacimiento de Iruña-Veleia dejaron una primera conclusión: que Eliseo Gil, antiguo director de la excavación y principal encausado, estará solo en su titánica defensa ... de la validez del extraordinario material rescatado del subsuelo de la Llanada es cierto y no una invención de sus colaboradores o de él mismo para ganar «prestigio profesional» y prorrogar o aumentar las jugosas subvenciones públicas gracias a las que excavaba. Ninguno de los dos compañeros de banquillo secundarán su relato, contrario a las conclusiones generales de la comunidad científica.
Su principal escudero, el geólogo Óscar Escribano, se desmarcó antes incluso de iniciarse la vista, al comunicarse en la sala que había alcanzado un acuerdo con la Fiscalía para asumir una pena menor a cambio de aceptar su culpabilidad en la manipulación de una pieza en la que escribió la palabra 'Veleia'. «Fue una broma», reiteró, la misma versión que dio en su día cuando estalló el escándalo. A cambio de quedar fuera del banquillo, Escribano aceptó un año de cárcel -que no cumplirá- por un delito contra el patrimonio y diversas multas económicas. El segundo colaborador, Rubén Cerdán, también se quitó de enmedio. Dijo que fue 'fichado' para ser el encargado de datar las hallazgos con «técnicas nuevas», pero que nunca llevó a cabo tal tarea. Las luces de la acusación ya solo enfocan a Eliseo.
Y Gil, responsable de la empresa Lurmen a la que las instituciones públicas financiaban generosamente las excavaciones -particularmente el Gobierno vasco, que le entregó más de 3 millones de euros como patrocinio desde Euskotren- no se movió un ápice de lo que viene repitiendo desde que saltó el escándalo. Que es «inocente», y que «no hay demostración científica» de que los extraordonarios hallazgos son falsos, construidos por él o los suyos sobre piezas reales. Eran realmente sorprendentes. En las cerámicas de Veleia aparecieron inscripciones que revolucionaban la historia del euskera y también de la cristiandad. En el primer caso, con palabras en vascuence sobre piezas que se databan en los siglos III, IV y V, mucho antes del primer testimonio escrito conocido. En el segundo, con el hallazgo del primer calvario -representación de Cristo en la cruz- del que se tuviera noticia. Pero había más. Como referencias a Nefertiti, un anacronismo dado que la existencia de la reina egipcia se desconocía en la Antigüedad y las primeras noticias sobre ella son del siglo XX. Y así, muchos más ejemplos rebatidos uno a uno por sus colegas.
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El antiguo responsable del yacimiento, ubicado a unos diez kilómetros de Vitoria, se enfrenta a una petición global de cinco años y medio de prisión por un delito continuado de daños al patrimonio histórico y otro de estafa. La acusación particular, a cargo de la Diputación, propietaria de Iruña Veleia, sube el listón hasta los siete años y medio.
Escribano se enfrentaba a idénticas penas que Gil, pero optó por la vía rápida que le ofreció la Fiscalía. Salió con un año de cárcel, que eludirá siempre que no delinca en dos años; 2.160 euros de multa; otros 300 euros a la Diputación por la pieza dañada y 300 más al Gobierno vasco por los gastos de inversión en el yacimiento. A Cerdán, que aún sigue encausado, le reclaman dos años y medio de prisión. El dinero en juego tampoco es baladí. La solicitud de responsabilidad civil para Lurmen, la empresa de Gil, asciende a 285.600 euros para el Gobierno vasco «por los daños causados al patrimonio cultural». Y otros 12.490 euros a abonar a la Diputación.
A las 9.30 horas había mucha expectación en el pasillo de la Audiencia Provincial de Álava, a donde se ha mudado excepcionalmente el Juzgado de lo Penal 1 ante la repercusión mediática del caso. Alrededor de medio centenar de personas aguardaba al inicio de la vista, ajenos a que dentro se sellaba el primer revés para Gil. Escribano admitió su culpa a cambio de una rebaja en el castigo. «Estoy contento de haber llegado a un acuerdo manteniendo lo que dije desde un principio y ponerle punto y final a este dilatado y duro proceso para poder seguir adelante con mi vida», apuntó. Por la tarde declaró, ya en calidad de testigo. El geólogo admitió que manipuló el grafito de la discordia «con un punzón sacado del yacimiento» y grabó la palabra «Veleia, y mi mote debajo». Sorprendió que Gil, experto en la materia, dijo que esas marcas solo hubieran sido posibles con una herramienta moderna. «El antiguo se hubiera roto», discrepó. Escribano no arrojó más luz sobre el resto. «Ojalá pudiera decir sin son falsos o verdaderos». Dijo que solo bajó al barro de las excavaciones «un día que vino un equipo de periodistas a grabar, para figurar».
Tampoco habrá que confiar en que Cerdán ponga luz a las incógnitas. Argumentó que él fue contratado cuando ya había dudas sobre la veracidad de lo hallado para «aplicar una técnica nunca usada» en la datación. Hoy declarará la hermana de Gil, que al parecer era la encargada de separar las piezas valiosas de las corrientes. La pregunta a responder sigue siendo la misma: ¿Quién hizo las inscripciones supuestamente falsas en las piezas que se hallaban en el yacimiento?
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