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No hay nada peor que un enemigo invisible, inodoro y prácticamente indetectable. Y más aún cuando sus efectos pueden resultar letales. El 'tufo del vino' es un viejo conocido de los productores que durante siglos han tenido que enfrentarse a sus efectos. «Tremendo dolor en ... Rioja Alavesa. Otra vez el 'tufo'. Todo mi apoyo y cariño a la familia y allegados de las víctimas», trasladó el diputado general de Álava, Ramiro González, a través de las redes sociales.
Los bodegueros de antaño utilizaban un papelito prendido de fuego para entrar en las zonas de fermentación y si la llama se apagaba, había que correr antes de sufrir los efectos del 'tufo' (mareos, desmayos y fallecimiento por intoxicación). Los vecinos que ayer ventilaron las instalaciones de Crespo Zabala para tratar de salvar a sus amigos utilizaron un método bastante similar y prendieron sus mecheros para comprobar que la concentración de dióxido de carbono se había reducido. Desgraciadamente ya era muy tarde para Gerardo Jubera y Félix Crespo.
«¿Qué se puede hacer para evitarlo? Son accidentes que suelen ocurrir y a los que desgraciadamente nos estamos acostumbrando que pasen», lamentó Itxaso Compañón, presidenta de la Asociación de Bodegas de Rioja Alavesa (ABRA) y residente en Lanciego, donde tiene sus raíces su vino 'El Mozo Wines'. «Se pueden tomar medidas y hay que trabajar en ello. Como crítica hay que decir que nos obligan a tener muchos carnés, mucho TicketBai, muchos cuadernos de campo y muchas obligaciones, pero aquí lo importante es nuestra seguridad», reivindicó Compañón, quien atendió a los medios en el lugar de los hechos.
Si bien las medidas de seguridad y la tecnificación progresiva de las bodegas han hecho que los fallecimientos en ellas por 'tufo' sean cada vez menos frecuentes, este 'enemigo invisible' sigue desvaneciendo vidas. Y es que se trata del resultado de un proceso esencial para la producción de vinos. En la fermentación alcohólica, la acción de las levaduras genera etanol y dióxido de carbono en gran cantidad, éste es más pesado que el oxígeno, lo que hace que los depósitos de las bodegas queden saturados y no se pueda respirar, explican los expertos.
Desde el momento en el que se inicia este proceso químico, cuando se dan concentraciones de hasta 200 gramos de azúcares, los niveles de CO2 se disparan en los depósitos. De hecho, en los dos primeros días de los nueve o diez durante los que se suele dilatar el proceso de fermentación son los más sensibles y en los que pueden surgir este tipo de accidentes, y apenas hay oxígeno en esta atmósfera. Es decir, ahora que la vendimia está en su momento más cumbre es cuando más peligro existe.
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