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Es una de las personas que más sabe de los nombres propios de Vitoria y los 63 pueblos que componen el municipio, una apasionada de buscar y rebuscar en la historia para que no se pierda una riqueza patrimonial que nos pertenece a todos. La filóloga Elena Martínez de Madina ha sido reconocida con el Celedón de Oro 2023 ... y se convierte así en la primera mujer que recibe este premio en solitario (las anteriores siempre lo han compartido con un hombre). Martínez de Madina lleva más de dos décadas investigando la toponimia vitoriana, es académica correspondiente de Euskaltzaindia y colaboradora de EL CORREO. El jurado la define además como una persona «implicada en la sociedad alavesa, comprometida con la inclusión de los emigrantes, y una de las voces más sobresalientes en Álava del feminismo consecuente».
–Se ha referido a sí misma como 'vitorianica' en varias ocasiones durante su intervención. ¿Qué siente ahora al recibir el premio más 'vitorianico'?
–Me enteré hace nada, recién aterrizada de un viaje a Bucarest. Estoy muy agradecida, contentísima y sorprendida. También algo abrumada. Me da un poco de cosa porque siempre piensas que hay mujeres que se lo merecen más que tú. No sé si me lo merezco del todo.
–Está sufriendo un síndrome de la impostora de manual.
–Sí, sí, total. Mi hija me lo dice y lo reconozco, pero espero que las futuras generaciones consigáis quitároslo de encima. Como mujeres nuestras trayectorias son duras, cuesta hacerse un hueco, que te comprendan y que acepten tu línea y tu pensamiento, es duro. No gusta que no alabes a los hombres. Y en este punto me acuerdo también de todas las vitorianas que nos han precedido, son ellas las que han mantenido las tradiciones y gracias a ellas estamos hoy aquí.
–¿Mentalizada para la repercusión que conlleva un galardón así?
–La verdad es que estoy abrumada por la cantidad de mensajes que me llegaron solo durante el acto de presentación. Gracias a la inmediatez actual de los medios de comunicación mucha gente se enteró antes incluso de que terminara de hablar. Yo solo se lo había dicho a mi marido y a mis hijas. Además de agradecida también estoy orgullosa porque esto significa que hay interés en la toponimia.
–¿Tiene ya alguna idea para el discurso que tendrá que dar el próximo 10 de septiembre en el escenario del Palacio Europa?
–Todavía queda mucho y ahora mismo no tengo ni idea de lo que voy a decir, pero lo que sí tengo claro es que no voy a dar la brasa. Lo más importante es dar las gracias.
–Lleva más de 30 años dedicada a la onomástica del País Vasco y a la toponimia de Vitoria, ¿cómo empezó?
–Soy maestra y durante muchos años he dado clases de matemáticas, física y química en la FP nocturna de Jesús Obrero. Mi bisabuelo era maestro, mi hermana también lo fue en Olabide y yo he estado en euskaltegis. Pero la filología también me interesaba y me saqué la carrera con un máster en lingüística. En 1996 me propusieron un proyecto de investigación sobre la toponimia de Vitoria y desde entonces no he parado. Me encanta investigar en ese ámbito y eso se suma a que soy muy de la tierra. La toponimia es una fuente de sabiduría que nos han dejado nuestros antepasados, un tesoro que hay que conservar.
–¿Cree que se podría, o se debería, hacer más para dar a conocer la toponimia local?
–Uf, ahí no me meto. Lo que sí puedo decir es que a todo el que me llama yo le atiendo, mi teléfono lo tiene todo el mundo y estoy encantada de poder ayudar en lo que sea. Siempre que puedo pongo todo de mi parte para rescatar la historia a través de los nombres propios.
–Ha incidido además en la importancia de la divulgación.
–Sí, porque no entiendo la investigación sin divulgación. Es importante devolver a los ciudadanos en forma de conocimiento el dinero público que se invierte en investigación. En breves sacaremos el noveno y último tomo de la toponimia histórica de Vitoria que abarca seis siglos.
–En lo personal siempre ha estado muy ligada a las fiestas de La Blanca. ¿Cuál es su primer recuerdo?
–Soy txistulari desde los siete años y fui una de las primeras niñas que salió tocando el txistu en una cuadrilla de blusas, en la de mi hermano que era de Gasteiztarrak. Estoy muy unida a la ciudad y a esta tierra, aunque hay algo curioso y es que nunca he tenido pueblo.
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