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En 1522, el caballero Íñigo López de Loyola dejó atrás su torre-palacio de Azpeitia y se encaminó hacia Montserrat. En el monasterio catalán colgaría sus armas y vestiduras militares y durante diez meses vivió como eremita cerca de Manresa, en la que ahora se ... conoce como la 'Cova de San Ignacio'. Recorrió cerca de 650 kilómetros después de su conversión espiritual en Loiola y renunciar a la vida que hasta entonces había llevado. Más tarde cambiaría hasta de nombre, para llamarse Ignacio.
Ahora, 500 años después, el denominado Camino Ignaciano trata de rememorar los pasos que en 1522 dio Ignacio de Loyola una vez que se recuperó de las heridas que le provocó una bala de cañón, que le pasó entre las piernas en 1521 en la batalla de Pamplona entre tropas castellanas y navarras. Su viaje a Barcelona fue sólo la primera fase de su peregrinación a Roma y Jerusalén, como indicó en su autobiografía el que más tarde sería santificado, tras abandonar su vida como soldado para dedicarla a Dios.
Esta es la última gran ruta que se añade al mapamundi de peregrinaciones. Este camino, menos transitado que el de Santiago, se ha convertido en un producto de turismo cultural y de naturaleza que además ayuda a dinamizar la zona rural alavesa donde ya hay albergues en Zalduondo, San Vicente de Arana, Santa Cruz de Campezo y Lapuebla de Labarca. Impulsado por la Compañía de Jesús, el itinerario parte de Loiola, en Gipuzkoa, para sumar 136 kilómetros por tierras vascas, hasta salir de Álava por Lapuebla de Labarca. En bicicleta o a pie, la ruta, que está señalizada, pasa junto a viejas ermitas, por antiguas veredas y parques naturales con frondosos bosques y verdes praderas. Ya en Loiola se puede visitar el santuario y la casa del santo antes de emprender periplo por la vía verde del antiguo Ferrocarril del Urola que conduce sin perdidas a Zumárraga, tras recorrer 17 kilómetros.
En este pueblo, el camino sigue el trayecto del viejo tren hasta Legazpi. Del parque de Mirandaola, y su histórica actividad ferrona, hay que dirigirse a Brinkola y al embalse Barrendiola, donde comienza la dura ascensión al santuario de Arantzazu, de donde parte la tercera etapa. Siguiendo las marcas rojas y blancas y atravesando densos hayedos se llega a la ermita y fonda de Urbia, para acabar la jornada en suelo alavés, en Araia, tras recorrer 16 kilómetros y buena parte del Parque Natural de Aizkorri-Aratz.
En la cuarta jornada, Araia, Albéniz, San Román de San Millán y las excelentes vistas de la Llanada son algunos de los atractivos. En la Parzonería de Entzia, el camino se une a la Senda del Pastoreo (GR 282), hasta los rasos de Zezama, donde el ganado pasta a sus anchas. Los bosques de hayas acompañarán al peregrino por el puerto de Opakua y la sierra de Iturrieta hasta Ullíbarri Arana y Alda, punto final de la cuarta etapa, tras 21 kilómetros.
El itinerario sigue a San Vicente de Arana y Antoñana donde se toma la vía verde del Vasco Navarro hasta Santa Cruz de Campezo, lugar en el que el peregrino encontrará todo tipo de servicios. La joya de la Montaña Alavesa es el Parque Natural de Izki, en el que destaca el robledal marojo mejor conservado de Europa.
La sexta acaba en Laguardia tras superar 32 kilómetros, la Sierra de Cantabria y tras cambiar los paisajes de arbolado por los viñedos de Rioja Alavesa. El Ignaciano coincide en este tramo con la Ruta del Vino y el Pescado y, con pequeños desvíos, es posible visitar el dolmen de la Chabola de la Hechicera y el poblado celtibérico de la Hoya. Después de visitar la villa de Laguardia y sus lagunas, los pasos de Íñigo de Loyola llegan a Lapuebla de Labarca, último núcleo alavés antes de continuar periplo por tierras riojanas.
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