El tranvía, en uno de los días de frío de este enero. Efe

El tranvía congelado y el caserón desaparecido

se non e vero... ·

Se interrumpe el tranvía a Abetxuko y dicen que es por el frío. No sé si la excusa produce desternille, ternura o indignación

Domingo, 15 de enero 2023, 00:23

Comienza el año como un programa de Iker Jiménez. Se congelan los cables del tendido eléctrico del tranvía y desaparece un edificio catalogado en Foronda sin que tengamos noticia de terremoto o abducción extraterrestre alguna. Pero vamos por partes, como diría Jack 'the ripper', que ... la cosa está que arde.

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Primer misterio. Se interrumpe la circulación del tranvía a Abetxuko durante cuatro horas y uno piensa en una docena de explicaciones plausibles: un accidente, un atropello o una colisión con algún vehículo; un dron iraní que se les ha despistado a los rusos; un cortocircuito en el sistema de alimentación eléctrica por el robo del cable; la caída de un árbol sobre el tendido eléctrico.

Pues no. De ninguna manera. Ninguna de estas explicaciones responde a la realidad que como bien es sabido sigue empeñada en superar a la ficción. Según la nota oficial de los técnicos responsables de la compañía, la causa de la suspensión del tráfico tranviario ha sido el frío. Sí, han leído bien. En pleno invierno veraniego, resulta que el primer día que hace frío y el termómetro baja de los cero grados, el tranvía se escogorcia porque se ha formado escarcha en el tendido eléctrico.

Cualquiera puede entender que el hecho de que hiele en Dubai o en Doha resulta algo extraño e inimaginable. Pero que hiele en Siberia-Gasteiz es algo absolutamente inherente a la condición vitoriana, habituados como estamos por estos lares a edredones y plumíferos. Esta característica es de sobra conocida en cualquier rincón de España donde viajes. De hecho, cuando dices por ahí que eres de Vitoria todos te cuentan el frío pelón que pasaron haciendo la mili en Araca y los sabañones en las orejas durante las guardias nocturnas.

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Por eso no sé si produce ternura, desternille o indignación el hecho de que la compañía del tren ligero, ETS a más señas, señale en su nota oficial que la combinación de humedad, frío y helada han bloqueado el funcionamiento del tren. Y es que hay que reconocer que esto de las notas informativas da para mucho, ahora que el periodismo de gabinete está atravesando momentos inquietantes.

«El fenómeno climatológico adverso que ha tenido lugar hoy -por el día de autos- se produce en ocasiones muy puntuales y, una vez que sucede, se debe esperar a que la subida progresiva de la temperatura permita restablecer el servicio en el tramo afectado», rezaba la nota con un laconismo que pide mármol.

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No sería descabellado presumir que el autor de tan disparatado argumentario es guipuzcoano o que no ha pasado un invierno entre nosotros; porque decir que frío y humedad confluyen en Vitoria en ocasiones puntuales es como decir que en Arabia suele hacer calor de pascuas a ramos. No fueron cincuenta grados bajo cero los que inmovilizaron el tranvía, alma de cántaro, sino -2,7 grados centígrados. Lo que indicaría que se ha construido un tendido eléctrico más propio de Oriente Medio que de la Llanada alavesa. Porque aunque parezcan ignorarlo los técnicos de ETS, los tranvías funcionan perfectamente en Budapest, Moscú y otras muchas ciudades europeas pese a que las bajas temperaturas superan con creces los rigores locales.

Ya nadie reconoce los lapsus ni se asumen con naturalidad responsabilidades por errores que resultan llamativamente obvios. Ni los políticos, ni los técnicos, ni la madre del cordero. Para evitarse complicaciones, algún día veremos en una nota explicativa de por qué dejó de funcionar éste o cualquier otro servicio municipal un clarividente «la culpa fue del cha cha chá».

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Segundo misterio. El sorprendente caso del caserón desaparecido en Foronda. Éste podría ser el título de un libro de Agatha Christie, o el anuncio de un espectáculo de ilusionismo de David Copperfield, ese mago que gestiona trucos de gran formato ante un público atónito y boquiabierto. Pero no es sino el enésimo capítulo de la desaparición de un bien inmueble en nuestra ciudad, al parecer mal protegido por el Plan General. Que esto de que te proteja el Ayuntamiento va a acabar dando mal fario.

Podemos mantener la tranquilidad porque si por un lado se esfuman los edificios de la noche a la mañana, siempre florecen informes técnicos que justificarán convenientemente la desaparición del patrimonio edificado. Se alegarán razones urbanísticas incomprensibles para el común de los mortales, desde la fatiga de materiales, al colapso espontáneo o al proceso urbanístico dinámico, para vestir un santo que está en pelota picada por mucho que se empeñen.

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Porque los informes técnico-creativos se parecen cada vez más al menú de un restaurante con ínfulas. Por lo visto, en el caso que nos ocupa de la volatilización de algo tan rotundo como un edificio, hemos pasado de la deconstrucción gastronómica propia de hosteleros y restauradores a la deconstrucción arquitectónica de urbanistas y empresas de demolición, pizca de sal más o menos.

Dicen en el periódico que la Diputación está investigando la desaparición del inmueble de especial protección esfumado, y eso debe tranquilizarnos mucho. Lo que desconocemos aún es si lo están investigando los miñones, los de urbanismo o es que van a contratar a algún detective privado. Aunque lo que llama la atención sobremanera es el hecho de que los responsables forales tengan tan agudo el ojo para pescar truchas defraudadoras, y sean tan miopes para la pesca del cachalote.

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El ojo de Sauron de Ramiro II no ha percibido lo que ha sucedido en la Tierra Media. Y eso significa que se está perdiendo vista desde las almenaras de la Casa Palacio. Tratan de ofrecer excusas, como las graves multas que contempla la normativa para los expertos en demoliciones express. Permítanme que sea escéptico ante tal eventualidad, harto de ver cómo se multa al que abre una ventana de más en cualquier pueblo, mientras que los que practican la caza mayor siempre acaban eludiendo su responsabilidad.

No digan que no empieza el año entretenido. Dos misterios -el tranvía congelado y el caserón desaparecido- y ni siquiera ha finalizado el mes de enero. A poco que se empeñen, nos rezan el rosario completo en un trimestre y se cae la Casa de los Alfaro siguiendo el ejemplo. Y es que en esta vida no hay como tener contactos, aunque se hayan perdido el tacto, el buen gusto y el respeto a las normas. Seguimos para bingo.

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