Los vecinos de Antoñana no dudaron en remangarse para construir un canal que evita las avenidas de agua en el camino hacia Oteo.

Cuando el trabajo hace comunidad

La falta de jóvenes en los pueblos más pequeños amenaza el sistema de veredas, esencial para realizar pequeñas obras. «Siempre acabamos trabajando los mismos»

Sábado, 28 de agosto 2021, 01:07

Nada une más que trabajar codo con codo, azada con azada, para después, exhaustos, alzar juntos el porrón y compartir el mismo currusco de pan a la hora del hamaiketako. Ese es el espíritu de la vereda, el muy tradicional sistema al que se sigue ... recurriendo en los concejos alaveses para resolver esos pequeños desaguisados que, de otro modo, quedarían desatendidos. Desbrozar un camino, echar cuatro pegotes de cemento a aquel muro que amenaza con derrumbarse, cambiar esas tejas rotas de allá o remplazar aquella dichosa farola fundidas son labores de las que se encargan los propios vecinos. Álava mantiene este sistema ancestral, amenazado hoy por la falta de relevo generacional.

Publicidad

En Menagarai necesitaban asfaltar un camino. Hartos de esperar, los propios vecinos se remangaron y se pusieron manos a la obra. La Diputación puso dinero para los materiales y ellos, todo el trabajo. El resultado no tiene nada que envidiar a cualquier asfaltado de ciudad. «La verdad es que sí, que quedó muy bien... nuestro trabajo nos costó», señala orgullosa Mari Carmen Campo, presidenta de la Junta Administrativa del pueblo y también del vecino Beotegi. Ella, como en tantos otros pueblos alaveses, se hace cruces cada vez que toca llamar a veredas.

«Requiere de mucha mano izquierda, siempre hay alguien no participa», apunta Mari Carmen. «Con el tiempo, he descubierto que se consigue más animando que obligando a la gente», asegura esta andereño jubilada –medio valle de Ayala ha pasado por sus clases–, más partidaria de la zanahoria que del palo a la hora de azuzar a sus convecinos. «Y eso que, por ley, el concejo puede imponer sanciones al que se niega a ir a la vereda».

La Diputación destina 690.000 euros para subvencionar los gastos que acarrean los proyectos

En efecto, cada pueblo, en su ordenanza reguladora de veredas se reserva el derecho de sancionar a los vecinos que tratan de escaquearse. En Agurain, tienen previsto que el ausente abone 10 euros por hora de trabajo que no ha realizado mientras sus vecinos sí estaban dando el callo. En Zurbano, la 'multa' –en realidad, el término tradicional, mucho más poético y también más apropiado es el de 'redención'– asciende a 30 euros por jornada y en Okina, se queda en 20 euros la hora.

Publicidad

En teoría, es el presidente de la Junta Administrativa el que se debe encargar, casa por casa, de 'ajustar cuentas' con los vecinos que no han participado en las veredas obligatorias a final de año. Sin embargo, en muchos pueblos evitan a toda costa llegar a reclamar. «¡Es que es un follón! Yo conozco a familias enteras que no se hablan por el tema de las veredas, creo que tendría que haber un control de las cuadrillas o la Diputación, que se encargara de poner sanciones ¿Tú cómo le dices a tu vecino que no ha currado?», se pregunta el presidente de la Junta Administrativa de un concejo montaraz que, por si las moscas, prefiere no dar su nombre.

En Menagarai asfaltaron un camino con sus propias manos.

El problema, más o menos generalizado, es que la falta de jóvenes hace que el peso de las veredas siempre caiga en unos hombros ya hartos de trabajar. «¡Es que siempre nos toca a los mismos!», se quejan en Basabe. Y, sin embargo, todavía hay pueblos donde la vereda mantiene su espíritu, la de pegamento social a base del sudor del trabajo en común. «En los últimos tiempos la gente responde cada vez más, incluso los más jóvenes», señala, con cierto orgullo Esteban García-Campijo, de la Junta Administrativa de Antoñana.

Publicidad

'Chapuzas' y grandes proyectos

Con sus imperfecciones, el sistema sigue funcionando. Y razonablemente bien. Según los últimos datos del Departamento foral de Equilibrio Territorial, a lo largo de este año se van a realizar veredas que cuentan con una subvención de 690.160 euros, unos 44.000 menos que los que se destinaron en 2020, «aunque hemos resuelto con menor dotación más proyectos», sostienen desde el departamento. A lo largo de 2021 se han realizado o se van a realizar 83 obras en todo el territorio.

Estas intervenciones abarcan desde pequeñas 'chapucillas' (muy esmeradas, eso sí), como darle una capa de pintura a los columpios de Respaldiza, colocar un tablón de anuncios en Pinedo o echar unos pegotes para reparar el lavadero en Manurga. Pero el sistema de 'auzolan' también se utiliza para realizar proyectos de mayor calado en los concejos. Aunque la norma específica que «tienen que ser de pequeña envergadura (con un coste máximo de 30.000 euros) y de escasa dificultad técnica», también se da luz verde a que los vecinos de Quintana construyan ese aparcamiento que necesitaban como agua de mayo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad