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Cada vez más trabajadores de residencias de ancianos deciden quedarse a dormir en su interior para minimizar el riesgo de contagios. A la residencia San Jerónimo de Estella le siguieron el geriátrico San Juan de Zestoa y la Fundación Residencia Calzada de Gernika. Ahora 21 ... empleados de la residencia Purísima Concepción de Murgia protagonizan el primer encierro en un centro alavés, en este caso uno destinado a mayores y sin ánimo de lucro dependiente de las Hijas de la Caridad.
«Llevamos tres semanas cerrados a las visitas de los familiares, pero nos inquietaba que fuéramos el personal quienes pudiéramos contagiarles», explica su directora, la religiosa Asunción Inza. Desde la dirección se planteó la posibilidad a los 37 empleados del antiguo colegio reconvertido en residencia hace 40 años, y hasta 21 accedieron a permanecer encerrados con los residentes por un plazo de una semana. «Estamos encantados con la respuesta que hemos recibido por su parte. Ya cumplían con el confinamiento yendo de casa al trabajo y del trabajo a casa pero esto aporta más tranquilidad», agradece Inza. La idea inicial era extender esta situación excepcional durante dos semanas, una idea que saldrá adelante si las obligaciones familiares del personal lo permiten y si ellos están dispuestos.
El personal pernoctará en una pequeña vivienda situada dentro de la urbanización de la residencia, que ha pasado de 41 a 61 plazas tras ampliarse recientemente en una obra que ha durado casi dos años y en la actualidad cuenta con 58 residentes. Los últimos nueve llegaron hace apenas una semana desde la residencia Igurco IMQ, situada en la antigua Clínica Álava, que ahora se emplea para atender casos de coronavirus. Ninguno de los usuarios de ambas residencias manifestaba síntomas de Covid-19.
El perfil de los usuarios de Purísima Concepción es el de vecinos del valle de Zuya y vitorianos de más de 80 años. Buena parte ronda los 85 e incluso cuenta con dos centenarias entre la población. «Una residente tiene 100 años, otra 101 y la otra está a punto de cumplirlos», celebra Inza. En el recinto también vive una comunidad de hijas de la Caridad, y desde la dirección aseguran no tener problemas con el material. «Los auxiliares llevan calzas, mascarillas y guantes aportados por Osakidetza. También tenemos algunas máscaras FFP2, pero las estamos guardando por si alguien tuviera síntomas», señalan. En estos días los teléfonos móviles se han convertido en una herramienta más para el cuidado de los pacientes. «Hacemos videollamadas con sus familiares para que puedan verles y se sientan tranquilos. Estamos bien aquí», afirma Inza.
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